por Claudio Fabián Guevara
Venezuela en el nuevo mapa del Pentágono: el espejo de Libia
La ilusión de ciertas clases medias
venezolanas de “recuperar la normalidad” con una intervención extranjera
se choca con la realidad de los planes militares para el hemisferio. Una
intervención extranjera no redundaría en un “recambio democrático” y
florecimiento de la economía, sino en un proceso de disolución nacional
al estilo de Libia. Al menos, así lo prevén los estrategas del
Pentágono, y lo explican en sus charlas públicas.
Las noticias absurdas,
transmitidas en cadena, suelen ser la antesala de las más crueles
operaciones de guerra. La operación militar de la OTAN, bendecida por la
ONU y jamás cuestionada por quienes forman la opinión pública de
Occidente, no tuvo por objeto solamente el desplazamiento del gobierno
libio, sino también la destrucción de la infraestructura civil que hacía
de Libia es país más desarrollado de África.
Antes de 2011, Libia había conseguido la
independencia económica, su propia alimentación, explotaba en beneficio
de la nación su petróleo, y su banco estatal se aprestaba a lanzar,
junto con naciones africanas, una moneda basada en el patrón oro. A
partir de la revolución independentista que encabezó Gadafi, Libia se
había convertido en el país más rico de África. “La educación y los
tratamientos médicos eran gratuitos; la vivienda se consideraba parte de
los derechos humanos y los libios participaban en un original sistema
de democracia local. El país se jactaba de tener el sistema de
irrigación más grande del mundo, el proyecto del Gran Río Artificial,
que trasportaba agua desde el desierto a las ciudades y las zonas
costeras; Gadafi estaba embarcado en un programa para extender este
modelo por toda África”. i
Balance de la invasión “liberadora”
Siete años después de la invasión “democratizadora” de las potencias occidentales, “la población de las ciudades de Libia, incluyendo la capital Trípoli, donde vive una tercera parte de la población libia, sufre escasez de agua, vive en la oscuridad debido a los cortes de electricidad y carece de instalaciones médicas y de lo necesario para satisfacer las necesidades humanas fundamentales. Según la ONU, 65% de los hospitales están cerrados, mientras que el dinar libio se ha desplomado y la producción de petróleo ha pasado de 1,9 millones de barriles diarios a 250 000 barriles… Las principales carreteras están interrumpidas por causa de las operaciones militares y de la proliferación de bandas… Las noticias cotidianas más frecuentes son los secuestros con pedidos de rescate y el tráfico de armas que florece a través de internet”.ii
Otros detalles del presente de Libia
luego de la invasión “salvadora” de Occidente hacen especialmente
escalofriante la indiferencia hacia su destino:
- Un Estado que atraía inversionistas del mundo entero se ha convertido en un exportador de migrantes. El 55% de su población se ha refugiado en el extranjero.
- Un Estado que reunió a expertos y forjó una Constitución moderna, base de una democracia original que fue alabada como la “tercera vía” por importantes pensadores, está convertido ahora en una zona gobernada por 1.500 milicias criminales.
- Un Estado que había logrado satisfacer las necesidades básicas de toda la población, donde el robo era inhabitual, ha sido convertido en un lugar donde cuerpos humanos mutilados y en estado de descomposición aparecen cotidianamente en las calles y carreteras.
¿Cuáles son los motivos de semejante
desastre, y de que Libia hoy no pueda ser “presentada en sociedad” como
un ejemplo de la acción civilizadora de las instituciones occidentales? ¿Se trata de ineficacia, un error de cálculo de los estrategas militares, o hay algo más?
Los lineamientos de la agenda profunda
Los motivos de la operación militar,
según surge de miles de e-mail de Hillary Clinton desclasificados, no
solo giraron en torno al pillaje de los recursos petroleros y
financieros de la nación africana. En realidad, parece haber tenido
mayor peso la represalia imperial ante la “insolente” iniciativa
de Gadafi de establecer una moneda africana independiente, anclada en
el patrón oro.
Detrás de esta superficie, hay indicios de una agenda profunda que revela mucho más.
El Gran Río Artificial era un
grandioso proyecto de infraestructuras que estaba convirtiendo regiones
áridas de Libia en un verdadero granero. El proyecto, un
sistema de irrigación civil que daba servicio al 70 por ciento de la
población, había costado 33.000 millones de dólares. Se había financiado
sin intereses y sin crear deuda externa, a través del propio banco
público libio. El modelo, además, se pretendía exportar a los países
hermanos de África.
Un primer detalle sugestivo es que esta infraestructura fundamental fue destruida en 2011 por los bombardeos. Ningunos
de los motivos de la intervención “humanitaria” puede explicar la
decisión militar de demoler esta infraestructura de servicios básicos a
la población.
El profesor canadiense Maximilian Forte lo explica así en su libro Slouching toward Sirte: NATO’s war in Lybia and Africa:
“El objetivo de la intervención militar de EE.UU. era trastocar un modelo de independencia emergente y una red de colaboración dentro de África que habría permitido incrementar el nivel de autonomía africano, contrario a las ambiciones geoestratégicas, económicas y políticas de las potencias extracontinentales europeas, concretamente, de EE.UU.”
Desde este enfoque, destruir
infraestructura tendría por objeto desalentar a la población y facilitar
la captura militar del enclave.
Sin embargo, un segundo detalle sugestivo revela otro nivel de la agenda profunda. La
OTAN no solo bombardeó el sistema de canales y tuberías, sino que
terminó definitivamente con el proyecto al destruir la factoría que
fabricaba las tuberías necesarias para repararlo. Si los planes
invasores eran acaban con la autonomía de esa nación, para volver a
dirigirlo bajo una nueva administración neocolonial ¿Por qué no preparar
el terreno para restablecer los servicios a la población una vez tomado
el control del país? ¿Por qué bloquear un “retorno a la normalidad”?
Al parecer, los planificadores del mundo no han previsto un retorno la normalidad para las nuevas zonas introducidas dentro de la guerra. Esto es importante para analizar el presente y el futuro de Venezuela.
Bienvenidos a las “zonas no integradas”
Las noticias del sistema hegemónico de
medios presentan a un grupo creciente de países del mundo envueltos en
conflictos que aparecen desconectados unos de otros.
En estos momento hay guerra, con movimientos de blindados y tropas regulares e irregulares, en Túnez, Libia, Egipto, Palestina, Líbano, Siria, Irak, Arabia Saudita, Bahréin, Yemen, Turquía y Afganistán.
Al mismo tiempo, las noticias anticipan que Venezuela puede ser el próximo foco de un enfrentamiento bélico, fogoneado por un clima de “linchamiento mediático” y por amenazas de intervención militar de Estados Unidos.
¿Qué tienen en común todos estos territorios?
Todos se ven envueltos en conflictos confusos e interminables,
inducidos y/o realimentados por fuerzas irregulares donde agentes
extranjeros participan en el combate o en el entrenamiento de los
“rebeldes” que reciben generosa provisión de armamentos desde el
exterior; y todos figuran, en el nuevo mapa del Pentágono, dentro de las “zonas no integradas” del mundo,
una concepción militar que plantea un análisis de la guerra y de la paz
en el contexto de “todo lo demás”: comercio interno e internacional,
sistemas de sanidad y educación, fuerzas de seguridad, etc.
A fines analíticos, el nuevo mapa del Pentágono divide al globo en dos áreas:
– Una zona “integrada” (el “núcleo”), que goza de los beneficios del sistema:
Norteamérica, Europa, Japón, Rusia, Sudafrica, China, India, Australia y
Nueva Zelanda, Brasil, Uruguay y parte de Argentina y Chile.
– Otra zona “no integrada” (la
“brecha”) sumida en un caos donde la población es incapaz de organizar
su desarrollo colectivo y sólo se piensa en sobrevivir el día a día: el
resto del mundo. Para dotar de cierta organización social a estos territorios (aunque no se planteen explícitamente metas y plazos) hace falta una Fuerza de Administración de Sistemas dependiente del ejército estadounidense.
Esta concepción se encuentra resumida en el libro “The Pentagon’s New Map: War and Peace in the Twenty-First Century”, de Thomas Barnett, y parte de la presunción de que la superioridad militar de Estados Unidos es aplastante en todos los escenarios, y como tal, debe ser ejercida para “eliminar a los chicos malos”. La novedad es que debe prepararse además una fuerza de ocupación de largo plazo que “administre los sistemas” que fueron destruidos.
Para Barnett, el problema de Irak no fue
haber invadido el país ilegal e insensatamente, bajo falsas acusaciones,
sino no haber previsto un colapso tan rápido del país. De haberse
preparado una segunda fuerza de ocupación (“System Admin”) encargada de
la administrar el caos generado por la ocupación, tal vez sus habitantes
no se hubieran “convertido en enemigos” de los invasores.iiiSeguramente, el estratega aplica una similar explicación autoindulgente para el caso de Libia.iv
Barnett pide que el ejército
norteamericano y sus aliados actúen en el terreno con la mayor
flexibilidad posible, es decir, sin controles institucionales y con una
total impunidad, expresamente fuera del alcance de la Corte Penal
Internacional. Se trata de soltar a una jauría de
chicos malos, jóvenes y feroces, que maten a quien se les ponga por
delante, destruyan todo a su paso y desaparezcan de escena. Los sustituirán, una vez liquidado el enemigo militar, una fuerza de ocupación más amigable,
que se hace cargo de “todo lo demás”: reconstruir las ruinas, darle de
comer a los hambrientos, proveer de víveres básicos a los hospitales…
cuando el presupuesto lo permita.
Aunque nada justifica pensar que todos los conflictos de la humanidad deban resolverse en guerras devastadoras,
este enfoque del Pentágono asume que en el futuro cercano grandes áreas
del mundo serán convertidas en campo arrasado, completamente
dependientes de las fuerzas invasoras para resolver necesidades básicas,
y cuya vida cotidiana se militarizará por años, o para siempre.v
Este panorama ya empieza a ser realidad
en el presente. Todos los países envueltos en la guerra en curso están,
en el nuevo mapa del Pentágono, dentro de las zonas no integradas (ver figura).
Y adivinen qué: también figuran Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú,
Bolivia y Paraguay, junto con el norte de Chile y Argentina.

Sumiendo a los pueblos en la desesperación
En su trabajo “Interpretaciones divergentes en el campo antiimperialista”, Thierry Meyssan sostiene que las intervenciones militares desde el 2001 en adelante han aplicado esta doctrina.
Tradicionalmente, el campo
antiimperialista estimaba que Estados Unidos agredía sucesivamente a
Afganistán e Irak, y posteriormente a Túnez, Egipto, Libia y Siria sólo
para derrocar los regímenes que se resistían a su imperialismo y
controlar los recursos energéticos. “Los hechos han echado abajo ese
razonamiento”, dice Meyssan. “El objetivo de Estados Unidos no era
derrocar los gobiernos progresistas –en los casos de Libia y Siria–, ni
robar el petróleo y el gas de la región, sino destruir los Estados, hacer retroceder sus pueblos a los tiempos de la prehistoria”.
Enfatiza Meyssan: “El imperialismo
contemporáneo ya no tiene como prioridad apoderarse de los recursos
naturales. Hoy domina el mundo y lo saquea sin escrúpulos. Ahora apunta a aplastar a los pueblos y destruir las sociedades…”
Las piezas se van armando de una manera
que encaja perfectamente con la distopía trazada por Barnett: los
derrocamientos de Saddam Hussein y Gadhafi no dan paso al
restablecimiento de la paz; las guerras continúan a pesar de la
instalación de un gobierno de ocupación en Irak y en otros países; y los
conflictos se extienden a lo largo de toda la “zona no integrada”, con
millones de personas escapando de la guerra y alimentando la sistémica
crisis de refugiados.vi
Ahora, el mismo proceso de destrucción se inicia en el noroeste de Latinoamérica.
El griterío mediático crea la percepción generalizada de que Venezuela
está atravesando por una crisis que requiere el uso de la fuerza
internacional. Las naciones vecinas no podrían evitar verse
involucradas. El nuevo mapa del Pentágono amenaza con seguir pasando de
la teoría a hechos concretos.vii
Las clases medias venezolanas (y
las de todo el continente) que se ilusionan con una eventual
“normalización” del país si fuerzas extranjeras remueven al gobierno de
Nicolás Maduro, debe echarle un vistazo a los actuales teóricos de la
guerra de Washington, repasar los promesas que hicieron hacen siete años
en Libia, y contrastarlas con el presente ominoso de la nación
africana.
Hoy más que nunca, se impone mirarnos en el espejo de nuestros semejantes.
Notas
i “Dinero, poder y petróleo. Los emails de Hillary Clinton revelan el plan secreto de EE.UU en Libia”. Ellen Brown. 19 de marzo de 2016. www.rebelion.org/noticia.php?id=210154“>http://www.rebelion.org/noticia.php?id=210154“>www.rebelion.org/noticia.php?id=210154“>http://www.rebelion.org/noticia.php?id=210154
ii “Memorándum
sobre Libia – Mentiras contra el Estado, el Guía y el ejército”. Saif
al Islam Gadafi. Red Voltaire, 12 DE NOVIEMBRE DE 2017. www.voltairenet.org/article198665.html“>http://www.voltairenet.org/article198665.html
iii “Esa
estrategia, radicalmente nueva, comenzó a ser impartida como enseñanza
por Thomas P. M. Barnett desde el 11 de septiembre de 2001. Fue dada a
conocer y se expuso públicamente en marzo de 2003 –o sea justo antes de
la guerra contra Irak– en un artículo de la revista estadounidense
Esquire, y posteriormente en el libro titulado The Pentagon’s New Map,
pero parece tan cruel que nadie ha creído que pudiera llegar a
aplicarse”. Thierry Meyssan, “Interpretaciones divergentes en el campo
antiimperialista”, Red Voltaire, 15 de Agosto de 2017. www.voltairenet.org/article197482.html“>http://www.voltairenet.org/article197482.html
iv “No
hay un solo caso de intervención de la OTAN en que los motivos
oficiales de la guerra hayan resultado ciertos. No fue cierta la
justificación oficial de la guerra contra Afganistán (motivo invocado:
una supuesta responsabilidad de los talibanes en los atentados del 11 de
septiembre de 2001), como tampoco lo fue en la guerra contra Irak
(motivo invocado: un supuesto respaldo del presidente Saddam Hussein a
los terroristas del 11 de septiembre y la preparación de armas de
destrucción masiva que planeaba utilizar contra Estados Unidos), ni
en Libia (supuesto bombardeo del ejército libio contra su propio
pueblo), ni en Siria (dictadura del presidente Assad y de la secta de
los alauitas). Y en ningún caso el derrocamiento de un gobierno ha
puesto fin a la guerra”. Thierry Meyssan, ídem.
v Huelga decir que este discurso, que sublima la opción militar en todos los terrenos y le asigna a EE.UU un especial papel redentor, le imputa discretamente a los pueblos de las zonas no integradas la responsabilidad por su ruina.
vi Mientras
tanto, como en un proceso de destrucción controlada cuidadosamente
planificado, agentes de inteligencia y escuadrones especiales de las
potencias juegan un rol crucial, organizando atentados de falsa bandera,
entrenando y financiando tropas irregulares y jugando cartas
diplomáticas funcionales a la prolongación de los conflictos.
vii Aunque
parezca irreal, la lógica del nuevo mapa del Pentágono se encuentra
incrustada dentro de las lógicas sistémicas del capitalismo global. La
noción de pensamiento abismal de Bouventura de Souza Santos la describe
como un sistema de distinciones invisibles entre sociedades
metropolitanas y territorios coloniales, que atraviesa todas las
dimensiones del mundo actual. Véase Bouventura de Souza Santos, “Más
allá del pensamiento abismal: de las líneas globales a una ecología de
saberes*”, enhttp://biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/coedicion/olive/05santos.pdf“>http://biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/coedicion/olive/05santos.pdf
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