Entrevista a Noam Chomsky, filósofo y lingüista por Por Amy Goodman
Noam Chomsky nos atendió el miércoles 8 de
abril desde su casa de Tucson (Arizona), donde se refugia con su esposa
Valeria. Mantuvimos esta entrevista justo antes de que el senador
Bernie Sanders anunciara la suspensión de su campaña para la candidatura
del Partido Demócrata, lo que convertía al antiguo vicepresidente Joe
Biden en el candidato al que se habrá de enfrentar Donald Trump en las
elecciones de noviembre. Empecé preguntándole al profesor Chomsky acerca
de lo que está ocurriendo ahora mismo en el contexto de las elecciones
de 2020 y de lo que cree que va a ocurrir en noviembre.
Noam Chomsky: Si Trump
resulta reelegido, el desastre es indescriptible. Significa que las
políticas de estos últimos cuatro años, que han sido sumamente
destructivas para la población estadounidense, para el mundo, se
seguirán aplicando y probablemente se acelerarán. Lo que esto supondrá
sólo para la salud es tremendamente grave. Ya mencioné los datos
publicados por The Lancet. Irá a peor. Lo que supone para el
medioambiente o la amenaza de una guerra nuclear, algo de lo que nadie
habla, pero que es sumamente grave, es indescriptible.
Actualmente, con frecuencia se afirma que
la campaña de Sanders ha sido un fracaso. Creo que es un error. Creo que
ha sido un éxito extraordinario porque ha modificado por completo el
escenario de debate y discusión. Cuestiones que eran inconcebibles hace
un par de años ahora están en el foco de atención.
El peor delito que ha cometido, a ojos de
las clases dirigentes, no es la política que propone, sino el hecho de
que ha sido capaz de estimular movimientos populares que ya habían
empezado a desarrollarse –Occupy, Black Lives Matter y muchos otros– y
convertirlos en una corriente activista que no solo aparece cada dos
años para presionar a un dirigente y se da media vuelta, sino que ejerce
una presión constante, un activismo constante. Esto podría afectar a un
gobierno de Biden. También significa, aunque solo se trate de una
acción defensiva preventiva, que ha llegado el momento de lidiar con una
crisis de gran magnitud.
Analicemos Medicare for All o
la otra pieza principal del programa de Sanders, la educación
universitaria gratuita. En todo el espectro de las corrientes
ideológicas principales, incluso lo que llaman la izquierda dentro de
dichas corrientes, las desaprueban porque las consideran demasiado
radical para los estadounidenses. Pensemos en lo que esto significa. Es
un ataque a la cultura y la sociedad estadounidenses, algo que se
esperaría de un enemigo hostil. Esto significa que afirmar que
deberíamos estar a la altura de países similares resulta demasiado
radical. Todos tienen algún tipo de sistema nacional de salud, en la
mayoría la educación superior es gratuita: los países con mejores
resultados, como Finlandia, gratuita; Alemania, gratuita; nuestro vecino
del sur, México, un país pobre, posee una educación superior de gran
calidad, gratuita. Así que, para los estadounidenses, decir que
deberíamos estar a la altura del resto del mundo se considera demasiado
radical. Es un comentario asombroso. Como he dicho, es una crítica a
Estados Unidos que se esperaría de un enemigo muy hostil.
Esta es la izquierda del espectro
político. Lo cual indica que tenemos problemas sumamente graves. No es
solo Trump. Él lo ha agravado todo aún más, pero los problemas son mucho
más graves, como, por ejemplo, la catástrofe de los respiradores, que
describí en su momento, basada en la lógica capitalista y con el mazazo
extra de un gobierno ineficaz a la hora de lidiar con cualquier asunto.
Esto va mucho más allá de Trump. Y tenemos que enfrentarnos a los
hechos. Algunas personas lo hacen. Seguro que informaste –no lo
recuerdo–, probablemente informaste de que había que poner en marcha el
Reloj del Apocalipsis en enero. ¿No?
Sí.
Fíjate en lo que ocurrió. Durante todo el
mandato de Trump, el minutero del Reloj del Apocalipsis, el mejor
indicador general de la situación del mundo, se acercó a la medianoche
–el final–, alcanzó el punto más alto de su historia. El pasado mes de
enero, lo sobrepasó. Los analistas pasaron de los minutos a los
segundos: cien segundos para alcanzar la medianoche, gracias a Donald
Trump.
Y el Partido Republicano, que es
monstruoso, ya no se puede calificar de partido político. Se limita a
repetir, con vergüenza, todo lo que dice el amo. Carece absolutamente de
integridad. Observarlo es increíble. Se ha rodeado de una colección de
psicópatas que se limita a repetir con sumisión todo lo que dice. Un
verdadero ataque a la democracia, junto con el ataque a la supervivencia
de la humanidad… La guerra nuclear, aumentar la amenaza de una guerra
nuclear, desmantelar el sistema de control de armas que, en cierto modo,
nos ha protegido del desastre total… Observarlo es asombroso.
El
mismo memorando que cité sobre el modo en que las políticas que estamos
adoptando están arriesgando la supervivencia de la humanidad concluía
argumentando que los bancos debían reducir su apoyo a los combustibles
fósiles, en parte por las consecuencias para su reputación. La
reputación de los bancos se está viendo perjudicada. ¿Y eso qué
significa? Significa que los activistas los están presionando y tienen
que conservar cierta reputación. Esa es una buena lección.
Y funciona. Hemos visto varios ejemplos
muy llamativos. Por ejemplo, el Green New Deal. Hace un par de años era
objeto de burla, si es que se llegaba a mencionar. Algún tipo de Green
New Deal es esencial para la supervivencia de la humanidad. Ahora forma
parte de todas las agendas. ¿A qué se debe? Al compromiso del activismo.
Especialmente del Sunrise Movement, un grupo de jóvenes que llevaron a
cabo acciones relevantes hasta el punto de llegar a los despachos del
congreso. Recibieron el apoyo de Alexandria Ocasio-Cortez y otros
jóvenes legisladores que llegaron a su cargo como parte de la oleada
popular que se inspiró en Sanders: otro gran éxito. Ed Markey, senador
por Massachusetts, se sumó a la causa. Ahora forma parte de la agenda
legislativa. El siguiente paso es hacerlo viable para forzar su
aprobación. Hay muy buenas ideas para lograrlo. Y esa es la forma de
cambiar las cosas.
Si Biden alcanzara la presidencia, no sé
si habría un gobierno absolutamente comprensivo, pero al menos sería
abordable, se podría ejercer cierta presión. Y eso es muy importante. Si
echamos un vistazo al estupendo historiador especializado en asuntos
laborales –seguro que conoce a Erik Loomis, que ha estudiado los
esfuerzos de la clase trabajadora para introducir cambios en la
sociedad, en ocasiones en beneficio de los trabajadores, en ocasiones en
beneficio de la sociedad en general–, presentó una idea muy
interesante. Esos esfuerzos tenían éxito cuando había un gobierno
tolerante o comprensivo, no cuando no lo había. Hay una gran diferencia
–una de las muchas diferencias enormes entre Trump, el sociópata, y
Biden, que es un poco vacuo– en poder presionar de un modo u otro. Es la
elección más crucial de la historia de la humanidad, literalmente.
Cuatro años más de Trump nos expondría a un grave problema.
¿Cómo es posible que Estados Unidos, el país más rico del mundo, se haya convertido en el epicentro de la pandemia?
Los
países han reaccionado de formas muy diversas, algunos con notable
éxito, otros con más o menos éxito. Hay uno que ha tocado fondo.
Nosotros. Estados Unidos es el único país importante que ni siquiera
puede proporcionar datos a la Organización Mundial de la Salud porque es
sumamente disfuncional.
Esto tiene un origen. Parte de dicho
origen es un sistema sanitario vergonzoso, que sencillamente no está
preparado para nada que se salga de lo normal. Simplemente no funciona.
Esto se ha visto agravado por la presencia de una extraña colección de
gánsteres de Washington que pareciera como si, de forma sistemática,
hubieran adoptado todas las medidas posibles para hacerlo lo peor
posible. Durante el mandato de Trump, estos últimos cuatro años, se han
recortado sistemáticamente en todos los aspectos relacionados con la
salud. El Pentágono progresa. La construcción de su muro progresa. Pero
cualquier otra cosa –de hecho, cualquier cosa que pudiera beneficiar a
la población en general– empeora, y en particular la sanidad.
Algunos casos son casi surrealistas. Por
ejemplo, en octubre, en un momento tremendamente oportuno, [Trump]
canceló por completo un proyecto de la agencia para el Desarrollo de EE.
UU. –se llamaba Predict– que trabajaba con países del Tercer Mundo y
también en China, para tratar de detectar virus nuevos que podían
convertirse en la pandemia prevista. Y de hecho desde entonces se
preveía –al menos a partir de la epidemia del SARS en 2003–. De modo que
tenemos una combinación de factores, algunos de ellos específicos de
Estados Unidos.
Si queremos asegurarnos, o al menos tener
la esperanza, de poder evitar nuevas pandemias –que es muy probable que
lleguen y más graves que esta, en parte debido a la enorme y creciente
amenaza del calentamiento global– tenemos que estudiar el origen de
esta. Y es muy importante analizarlo detenidamente. De modo que, si
echamos la vista atrás, los científicos llevan años prediciendo
pandemias. La epidemia del SARS fue bastante grave. Se logró contener,
fue el comienzo del desarrollo de las vacunas, pero nunca llegaron a la
fase de prueba. Entonces ya se sabía que iba a ocurrir algo más y hubo
otras epidemias.
Pero
no basta con saberlo. Alguien tiene que coger el testigo y entregarse a
ello. ¿Y quién puede hacerlo? Lo lógico sería que fueran las empresas
farmacéuticas, pero no están interesadas. Siguen la buena lógica
capitalista: las señales del mercado indican que prepararse para una
catástrofe anticipada y prevista no genera beneficios. De modo que no
les interesaba.
En ese momento, otra posibilidad es que el
gobierno tome cartas en el asunto. Tengo edad suficiente para recordar
que se puso fin al horror de la polio gracias a un proyecto que puso en
marcha y financió el gobierno y que derivó en la vacuna de Salk, que era
gratis, carecía de derechos de propiedad intelectual. Jonas Salk dijo
que debía ser libre como el viento. Muy bien, se logró acabar con el
horror de la polio, el horror del sarampión y otros. Pero el gobierno no
ha podido tomar cartas en este asunto a causa de otro aspecto
particular de la época moderna: la plaga neoliberal. Recordemos la
alegre sonrisa de Ronald Reagan y su frasecilla que afirmaba que el
gobierno es el problema, no la solución. De modo que el gobierno no
puede intervenir.
Se han hecho esfuerzos, no obstante, para intentar prepararse para esto. Ahora mismo en Nueva York y otros lugares, médicos y enfermeras se ven obligados a tomar decisiones angustiosas sobre a quién matar –una decisión nada agradable– simplemente porque no tienen suficiente equipamiento. Y el obstáculo principal es la falta de respiradores, una enorme escasez de respiradores. Ahora bien, el gobierno de Obama se esforzó en intentar prepararse para esto. Y esto revela, de forma radical, el tipo de factores que nos conducen a la catástrofe. Contrataron a una pequeña empresa que estaba fabricando respiradores de gran calidad a bajo coste. La empresa fue adquirida por una más grande, Covidien, que fabrica respiradores sofisticados y caros. Y dejaron de lado el proyecto. Presumiblemente no querían que compitieran con los suyos, más costosos. Poco después, comunicaron al gobierno que querían rescindir el contrato. La razón era que no era suficientemente rentable, por lo que no se hicieron más respiradores.
Lo mismo ocurre con los hospitales. Los hospitales, según los programas neoliberales, se supone que tienen que ser rentables, es decir, no pueden tener capacidad de más, solo el suficiente número de camas para arreglárselas. Y de hecho, mucha gente, yo incluido, puede testificar que incluso los mejores hospitales han causado gran dolor y sufrimiento a los pacientes, ya antes de que estallara esta pandemia, debido a este concepto de eficiencia bajo mínimos que maneja nuestro sistema sanitario privatizado con ánimo de lucro. Cuando algo se sale de lo normal, mala suerte. Y así funciona todo el sistema.
De
modo que tenemos una combinación de la lógica capitalista, que es letal
pero controlable, pero que es incontrolable siguiendo los programas
neoliberales, que además dictan que el gobierno no puede intervenir y
coger el testigo cuando el sector privado no lo hace.
Para más inri –y esto atañe
específicamente a Estados Unidos– tenemos un espectáculo circense en
Washington, un gobierno totalmente disfuncional, que está causando
graves problemas. Y no es que no se supiera nada. Durante todo el
mandato de Trump, incluso antes, se sabía que se avecinaba una pandemia.
Su reacción fue reducir su prevención. Sorprendentemente, esta actitud
continuó incluso después de que se manifestara la pandemia.
De modo que, el 10 de febrero, cuando ya era grave, Trump publicó sus presupuestos para el próximo año. Échenle un vistazo. El presupuesto mantiene el recorte de fondos del Centro para el Control de Enfermedades y demás instituciones gubernamentales responsables de la salud, sigue recortándolas. Aumenta la financiación de algunas cosas, como la producción de combustibles fósiles, concede nuevas subvenciones a las industrias de combustibles fósiles. Es decir, es como si el país sencillamente estuviera… Mejor dicho, el país sencillamente está gobernado por sociópatas.
Y la consecuencia, por tanto, es que
reducimos los esfuerzos para lidiar con la pandemia que está tomando
forma y aumentamos los esfuerzos por destruir el medioambiente –los
esfuerzos en los que Estados Unidos, bajo el mandato de Trump, va a la
cabeza en la carrera hacia el abismo. Ahora bien, hay que tener en
cuenta que eso –obviamente– es muchísimo más grave que la amenaza del
coronavirus. Y es nocivo y grave, en particular en Estados Unidos, pero
de algún modo nos recuperaremos, a un precio muy alto. No nos
recuperaremos del derretimiento de las placas de hielo polar, que está
derivando en un efecto retroactivo, bien conocido, que va en aumento: a
medida que se derriten, disminuye la superficie reflectante y aumenta la
absorción en los mares oscuros. El calentamiento que provoca el
derretimiento aumenta. Y solo es uno de los factores que nos lleva a la
destrucción, a menos que hagamos algo al respecto.
Y
no es ningún secreto. Recientemente, por ejemplo, hace un par de
semanas, se filtró algo muy interesante, un memorando de JPMorgan Chase,
el banco más importante de Estados Unidos, que advertía de que, según
sus propias palabras, “la supervivencia de la humanidad está en peligro
si continuamos nuestro camino actual”, que incluía la financiación de
las industrias de combustibles fósiles por parte del propio banco; es
decir, estamos poniendo en peligro la supervivencia de la humanidad.
Cualquiera que tenga los ojos abiertos en el gobierno de Trump es
perfectamente consciente de ello. Es difícil encontrar palabras para
calificarlo.
(…) Trump está desesperado por encontrar un chivo expiatorio al que culpar por sus espeluznantes errores e incompetencia. El más reciente es la Organización Mundial de la Salud, el ataque a China. El responsable siempre es otro.
Sin embargo, es sencillo, los hechos son
muy claros. El pasado mes de diciembre China informó rápidamente a la
Organización Mundial de la Salud de que se encontraban con pacientes con
síntomas similares a la neumonía de etiología desconocida. No sabían
qué era. Aproximadamente una semana después, el 7 de enero, comunicaron a
la Organización Mundial de la Salud, la comunidad científica
internacional, que los científicos chinos habían descubierto el origen:
un coronavirus parecido al virus del SARS. Habían identificado la
secuencia, el genoma. Estaban proporcionando la información al mundo.
Los servicios de inteligencia de Estados
Unidos eran perfectamente conscientes de ello. Durante los meses de
enero y febrero intentaron que alguien en la Casa Blanca prestara
atención a la llegada de una grave pandemia. Sencillamente, nadie les
escuchaba. Trump estaba fuera jugando al golf o tal vez escuchando o
comprobando sus índices de audiencia en televisión. Ayer supimos que a
finales de enero, un funcionario de alto nivel, muy cercano al gobierno,
Peter Navarro, había enviado un mensaje muy contundente a la Casa
Blanca afirmando que se trataba de un peligro real. Pero ni siquiera él
tuvo éxito.
Noam, usted menciona a Peter Navarro, delegado de comercio, que envió un memorando –acaba de publicarse en The New York Times– a
finales de enero advirtiendo de que con el coronavirus podían morir
aproximadamente un millón de personas. Y la reacción de Trump en ese
contexto fue prohibir los viajes desde China, no actuar en consecuencia,
que era asegurarse de que Estados Unidos tenía los test adecuados y los
EPIs, el equipo de protección individual, que los médicos, enfermeras,
el personal de limpieza de los hospitales necesitaban para sobrevivir,
tratar a los pacientes y ayudarles a ellos a sobrevivir. Y ha salido a
la luz que las agencias de inteligencia, en ese momento, incluso antes
que Navarro, estaban advirtiendo a Trump. Si pudiéramos retroceder a
hace dos años, cuando disolvió la unidad para pandemias dentro del
Consejo Nacional de Seguridad, pongamos cuando estaba en China
departiendo acerca de gastar dinero en bombas o un muro, que le dijeran:
“Señor, también tiene que fijarse en lo que está ocurriendo aquí”. Y
esa unidad, la unidad para pandemias, no solo se ocupa de cómo
procedemos en Estados Unidos, sino que también se asegura –tal y como
hace el Centro de Control de Enfermedades (CDC) y otros organismos del
gobierno de Estados Unidos– de enviar científicos a otros países, como
China, para investigar y ayudar a otros países, porque cuando se trata
de una pandemia tenemos que ir todos a una. De modo que, ¿podría
hablarnos de estas advertencias y por qué los test y los equipos de
protección individual son tan importantes?
Hay que recordar que esa actitud continuó
incluso después de que la pandemia estuviera presente. Ahora bien, la
propuesta presupuestaria es asombrosa. Se hace el 10 de febrero, con la
pandemia muy avanzada. Trump recorta aún más los materiales
gubernamentales relativos a la salud para seguir atacando. Estaban en el
patíbulo, al igual que durante todo su mandato.
De hecho, las imágenes que has mostrado
antes son parte de una estrategia muy inteligente. Independientemente de
que sea algo planeado a conciencia o simplemente intuitivo, eso no lo
sé. Pero seguir la pauta de hacer una afirmación, contradecirla mañana y
salir con algo nuevo al día siguiente es realmente brillante. Significa
que lo van a justificar. Pase lo que pase, lo habrá dicho. Si disparas
flechas al azar, alguna dará en el blanco. Y la técnica que emplea con
el altavoz de Fox y una base de admiradores que solo sintonizan la Fox,
Limbaugh, etc., simplemente van a escoger lo que resultó ser cierto y
dirán: “Miren a nuestro maravilloso presidente, el mejor presidente de
la historia, nuestro salvador, lo supo desde el principio como muestran
sus declaraciones”. No falla.
Se asemeja mucho a la técnica de fabricar mentiras constantemente. Ya sabemos cómo funcionan, no hace falta insistir en el tema. Los diligentes verificadores de informaciones llevan la cuenta. Creo que hasta ahora hay detectadas unas 20.000. Y mientras Trump se muere de la risa. Es perfecto. No paras de decir mentiras y lo que ocurre es que el concepto de verdad simplemente desaparece.
En un fragmento del The Daily Show,
de Trevor Noah, que se llama “Homenaje a los estúpidos heroescépticos
de la pandemia del coronavirus”, aparecen varios miembros de los medios
de comunicación de derechas, como Sean Hannity, Rush Limbaugh, Tomi
Lahren y otros, así como congresistas republicanos y miembros del
gobierno de Trump, minimizando o burlándose de la pandemia del
coronavirus. Empieza el 24 de febrero y termina con Donald Trump el 17
de marzo y Hannity el 18 de marzo diciendo que ellos siempre se habían
tomado la pandemia en serio. De modo que, cuando usted escucha las
noticias de Fox News –que no es un canal cualquiera, es la gente con la
que se comunica el presidente Trump. Tal vez sean sus consejeros, porque
continuamente le quitaron hierro a la situación–, ¿considera que el
presidente Trump es responsable? ¿Diría que tiene las manos manchadas de
sangre?
No hay duda. Trump hace una declaración
disparatada. Después es amplificada por el altavoz de Fox News. Al día
siguiente dice lo contrario. Se hacen eco; el altavoz lo amplifica. Hay
que fijarse en el tono, el tono del reportaje es interesante. Es de una
confianza absoluta, no lo que cualquier persona sensata y en su sano
juicio diría: “No lo sabemos con certeza. Hay mucha incertidumbre. Hoy
las cosas están así”. Nada por el estilo. Confianza absoluta.
Independientemente de lo que nuestro querido líder diga, lo
amplificamos. Y es un diálogo interesante. Amplifican lo que dice. Sean
Hannity dice: “Es la mejor maniobra que se ha hecho en la historia
universal”. Y a la mañana siguiente, Trump sintoniza Fox & Friends y
escucha lo que se ha dicho. Se convierte en su reflexión del día. Es
una interacción, Murdoch y Trump se preparan literalmente para intentar
destrozar el país y destrozar el mundo, porque en el fondo, no debemos
olvidarlo, hay una amenaza muchísimo mayor, que cada vez está más cerca,
mientras Trump se abre camino hacia la destrucción.
Recibe ayuda. Así, en el hemisferio sur,
bien abajo, hay otro loco, Jair Bolsonaro, que rivaliza con Trump para
ver quién puede ser el peor criminal del planeta. Le está diciendo a los
brasileños: “Esto no es nada. Solo es un resfriado. Los brasileños no
contraemos virus. Somos inmunes”. Su ministro de Sanidad y otros
funcionarios están intentando intervenir y decir: “Esto es muy serio”.
Muchos gobernadores, afortunadamente, están ignorando lo que dice. Pero
Brasil se enfrenta a una terrible crisis. De hecho ha llegado hasta el
punto de que en las favelas, los barrios pobres de Río, donde el
gobierno no hace nada por la gente, otros han intervenido para, en la
medida de lo posible, imponer restricciones sensatas bajo esas
miserables condiciones. ¿Quién? Las bandas criminales. Las bandas
criminales que torturan a la población han intervenido para intentar
imponer normas sanitarias. La población indígena se enfrenta
prácticamente a un genocidio, lo cual no le importaría a Bolsonaro
porque, en cualquier caso, cree que no deberían estar allí. Entretanto,
mientras todo esto ocurre, se publican artículos científicos advirtiendo
de que en 15 años el Amazonas pasará de ser un sumidero neto de carbono
a un emisor neto de CO2. Algo devastador para Brasil –de hecho, para el
mundo entero.
De
modo que tenemos al llamado Coloso del Norte en manos de unos
sociópatas, que están haciendo todo lo que pueden para perjudicar al
país y al mundo. Y al llamado Coloso del Sur que, a su manera, está
haciendo lo mismo. Sigo la situación de cerca porque mi esposa Valeria
es brasileña y me mantiene al día con las noticias que están apareciendo
en Brasil. Y, sencillamente, es asombroso.
Sin embargo, mientras tanto, hay países
que están reaccionando con sensatez. De modo que, en cuanto empezaron a
llegar las noticias de China –y hubo muchas enseguida, al contrario de
lo que se está diciendo– los países de la periferia de China empezaron a
reaccionar –Taiwán, Corea del Sur, Singapur– de una manera bastante
efectiva. Algunos de ellos lo tienen básicamente bajo control. Nueva
Zelanda aparentemente ha contenido el coronavirus, tal vez casi por
completo, con un confinamiento inmediato durante un par de semanas, y
parece que está a punto de eliminarlo. En Europa, la mayor parte de los
países vacilaron, pero algunos, los mejor organizados, actuaron
enseguida. Es muy llamativo. Sería muy útil para los estadounidenses que
compararan los desvaríos de Trump con las informaciones y declaraciones
sobrias y objetivas de la canciller alemana Angela Merkel dirigidas a
la población alemana, describiendo exactamente lo que está ocurriendo y
lo que hay que hacer.
Quería preguntarte, mientras
conversas con nosotros desde tu casa de Tucson, Arizona, donde estás
confinado porque estamos en medio de esta pandemia para evitar la
propagación y para protegerte a ti mismo y a tu familia: ¿Qué te da
esperanza?
He de decir que sigo un régimen estricto
porque mi esposa Valeria está al mando y yo sigo sus órdenes. De modo
que Valeria y yo estamos aislados.
Pero lo que me da esperanza son las
iniciativas que están adoptando sectores populares por todo el mundo,
muchos de ellos. Algunas cosas que están pasando son verdaderamente
motivadoras. Por ejemplo los médicos y enfermeros que están trabajando
sin descanso bajo unas condiciones sumamente peligrosas, carentes
–especialmente en Estados Unidos– del mínimo apoyo, viéndose obligados a
tomar unas decisiones angustiosas sobre a quién matar mañana. Pero lo
están haciendo. Se trata de un tributo ejemplar a los recursos del
espíritu humano, un modelo de lo que se puede hacer, junto con los
movimientos populares, los pasos para crear una Internacional
Progresista. Son señales muy positivas.
Sin
embargo, si nos remontamos a la historia reciente, ha habido épocas en
que la situación parecía verdaderamente imposible y desesperada. Pienso
en mi infancia, a finales de la década de 1930 y comienzo de la de 1940.
Parecía que el ascenso del azote nazi era inexorable, victoria tras
victoria. Parecía que era imparable. Fue la invención más espeluznante
de la historia de la humanidad. Resulta que –entonces yo lo desconocía–
los estrategas de EE. UU. esperaban que durante la posguerra el mundo se
dividiera entre un mundo controlado por EE. UU. y otro controlado por
Alemania, incluida toda Eurasia: una idea horripilante. Y se superó. Ha
habido otros movimientos en defensa de los derechos civiles: el joven
movimiento Freedom Riders que se manifestó en Alabama para
animar a los granjeros negros a que fueran a votar, a pesar de la grave
amenaza de muerte que se cernía sobre ellos y sobre los propios
manifestantes. Son algunos ejemplos de lo que los humanos son capaces de
hacer y han hecho. Y hoy en día vemos muchas señales: esa es la base de
la esperanza.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario