jueves, 1 de noviembre de 2018

Mata Hari pasó de cortesana a espía sin siquiera quererlo


Por Fabio Zuluaga

Todo el mundo ha escuchado en algún momento el nombre de Mata Hari (1876-1917) aunque muchos no sepan quien es realmente. Películas, comiquitas, documentales y artículos la mencionan constantemente pero pocos saben quién era ella más allá del nombre o de alguna imagen.
Pero esta  bailarina holandesa escapó de una vida de pobreza y maltrato para convertirse en una celebridad, vivir una vida glamorosa, y hasta incursionar en el mundo del espionaje.
Pero, ¿qué tan buen espía era?
 Margarita.
Su nombre real era Margarita Zelle y nació en Leeuwarden, Holanda.
Era hija de un sombrerero y su madre murió siendo ella muy pequeña.
Como muchas mujeres de su época buscó en el matrimonio una salida a la pobreza y la soledad: a los 18 años aceptó una solicitud de matrimonio en los clasificados del periódico y se casó con Campbell MacLeod, un capitán de 39 años con el que se marchó a vivir a Indonesia, que para entonces era colonia holandesa.

No extraña su decisión porque entonces casarse y tener familia era la carrera de las mujeres su nivel de vida mejoró de golpe y porque toda su vida demostró afición a los uniformes.
En la isla de Java tuvo dos hijos y sufrió el maltrato del marido borracho. Tuvo dos hijos que murieron, en parte por culpa del esposo, lo que provocó el divorcio.

Sin embargo, también conoció una cultura completamente nueva (en esa época un viaje a otro lado del mundo era como un viaje a otro planeta) y los secretos de las danzas javanesas que usaría para iniciar una nueva vida.

Ojo del alba

Había gastado 7 años en su matrimonio pero estaba todavía joven cuando regresó a Europa. Usando su atractivo físico y sus conocimientos de danza javanesa  se “reinventó” con una identidad nueva, lanzándose al espectáculo en París como la bailarina Mata Hari que quiere decir “ojo del alba” en javanés.

Su especialidad eran danzas eróticas, (en la práctica era una stripper de muy alto nivel,)  al hacerse  famosa frecuentó a hombres ricos, políticos y militares, se convirtió en sus amantes haciéndose rica y célebre.

Entre el año de 1904 y la I Guerra Mundial fue la cortesana más famosa de Europa, conoció todas las grandes capitales de  Europa y, para su desgracia, empezó a recibir los secretos de la política europea en su alcoba.

Antes de que existieran las celebridades como las conocemos y de que llegara la liberación sexual, las cortesanas eran bailarinas, cantantes o actrices que tenían relaciones con hombres libremente, lo cual era una rareza en esos tiempos.

 Ciertamente solían pedir regalos a cambio de sus “favores”, pero también podían escoger a las parejas que quisieran, y era considerado un gran orgullo para un hombre tener una relación con una de ellas.

H-21

El estallido de la guerra, en julio de 1914, la encontró bailando en Berlín. Los historiadores creen que decidió ofrecer sus servicios a Kraemer, jefe del espionaje alemán, para  poder volver a la neutral Holanda con sus pertenencias y a salvo, pero también porque, a su edad, su carrera estaba en declive y no podía sostener el extravagante estilo de vida al que estaba acostumbrada.

Los espías de entonces no eran, como los de la Guerra Fría, técnicos grises entrenados en extraer y sacar información sino comerciantes, soldados, viajeros y todo el que pudiera tener acceso a información con algún valor.

Pero igual había que tener habilidad y vocación para el oficio y el consenso es que, pese a sus mejores intentos, Mata Hari nunca logró obtener información importante.

No es que en las conversaciones post-coitales la gente describe con detalles los movimientos de tropas o los proyectos militares.

En  Madrid, en 1915, se encontraba con un oficial alemán, lo que despertó las sospechas de la inteligencia aliada que empezó a vigilarla, y siguieron haciéndolo cuando volvió a París, al año siguiente.

Era seguida de cerca por el capitán Ladoux, del Deuxieme Bureau francés, y ofreció trabajar como agente doble para Francia no solo para escaparse sino para obtener dinero y favores para un amante ruso que tenía entonces.

Pero ya estaba abusando de su suerte, lidiando con profesionales y fuera de su elemento.

En Madrid siguió espiando para la embajada alemana. Algunos aseguran que se hacía llamar agente H-21 por vanidad, y otros creen que realmente ese era su nombre clave. Los mensajes fueron interceptados por Ladoux, quien según algunos le tendió una trampa para que fuera a Francia.

Otros creen que fueron los alemanes los que deliberadamente dejaron que interceptaran los mensajes para despistar a los franceses.

El 13 de febrero de 1917 fue arrestada en París, y sometida a juicio, donde se la condenó a muerte acusada de usar sus relaciones íntimas para trabajar como agente de Alemania.

Cuando la arrestaron salió desnuda y le ofreció bombones a la Policía Militar.
El juicio no fue precisamente ejemplar y se cree que los franceses realmente nunca la consideraron un espía, sino que necesitaban  un chivo expiatorio para mostrar que el gobierno estaba haciendo algo contra los espías alemanes.

Es que en esa época la prensa acusaba al gobierno de ser ineficaz en la contrainteligencia y los periodistas había creado la histeria contra terribles espías alemanes que causaban miles de muertes, tal como décadas después habría otra contra los espías soviéticos.

Durante el juicio ella alegó que se acostaba con militares por placer, lo que seguramente era verdad “¿Una ramera?, ¡sí!, pero una traidora, ¡jamás!” se dice que clamó en el tribunal. Pero no había marcha atrás.

 El 15 de octubre de 1917 fue fusilada en Vincennes, al amanecer.
Se negó a que le vendaran los ojos y antes de la descarga lanzó un beso a los soldados del pelotón, tenía 41 años.

Su cuerpo nunca fue reclamado por nadie, se le disecó y usó para el aprendizaje de anatomía de los estudiantes de la Facultad de Medicina.
Su cabeza, embalsamada, permaneció en el Museo de Criminales de Francia hasta 1958 cuando, según se cree, fue robada.

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