Por Mara Espasande *
“Allí donde hay un territorio en peligro, allí está la Patria”, escribía
Manuel Ugarte a comienzos del siglo XX. En el marco del creciente expansionismo
imperialista norteamericano, el pensador denunciaba la reactivación y
pervivencia de la vieja “Doctrina Monroe”, aquella por la cual en 1823 Estados
Unidos se había atribuido la potestad de intervenir en la región para
salvaguardar sus intereses bajo el lema de “América para los americanos”
De Monroe a Trump
Hoy, casi 200 años después, el peligro (neo)colonial vuelve a acecharnos. Así lo expresa Donald Trump en la Asamblea General de la ONU en 2018: “Aquí en el hemisferio occidental, estamos comprometidos a mantener nuestra independencia de la intrusión de potencias extranjeras expansionistas (…) Ha sido la política formal de nuestro país desde el presidente Monroe que rechacemos la interferencia de naciones extranjeras en este hemisferio y en nuestros propios asuntos”, sostuvo.
En el actual contexto de reconfiguración del orden mundial,
caracterizado porla guerra comercial entre China y EU y el
enfrentamiento entre fracciones globalistas y soberanistas, Washington
busca asegurar el espacio que históricamente consideró su “patio
trasero”, rico, además, en recursos estratégicos diversos que abarcan
desde agua dulce, litio, hidrocarburos, minerales raros, entre otros.
América Latina posee el 51,6 % del total de reservas del litio, el
mineral del futuro; solo Venezuela, país asediado por la contraofensiva
imperialista que contó con la complicidad de los gobiernos
latinoamericanos alineados con la política de Washington, cuenta con el
18% del total de reserva petrolífera mundial.
Esta contraofensiva implicó el accionar directo sobre los sistemas
políticos de la región, apoyando candidatos afines, desestabilizando
gobiernos, impulsando “golpes blandos” mediante el uso del poder
mediático-judicial-parlamentario. La destitución de Manuel Zelaya en
Honduras, Fernando Lugo en Paraguay, Dilma Rousseff en Brasil, la
detención de Lula da Silva, el hostigamiento al pueblo venezolano, son
algunos ejemplos de esta política intervencionista.
América Latina se encuentra ante una vieja pero nueva disyuntiva:
“recolonización o independencia”, señalan Ego Ducrot y Stlla Calloni..
Por el carácter periférico de nuestra región, las políticas
neoliberales en América Latina son también neocoloniales. Y su
aplicación indefectiblemente ha generado crisis económicas, pero
principalmente sociales por la sistemática violación de los derechos
humanos a las que somete a los pueblos y la consecuente resistencia que
provoca.
Un neocolonialismo que cruje
La región se encuentra conmocionada por la escalada de violencia
desatada en los últimos días en Chile y en Ecuador. Sin embargo, las
manifestaciones contra las políticas neoliberales han comenzado hace
tiempo, en países que muchas veces no ocupan un lugar en la agenda
mediática.
En Haití -primera república libre en la región- desde julio de 2018
diversos sectores sociales se encuentran movilizados contra el gobierno
neoliberal de Jovenel Moise, quien fue electo tan solo con el 18 % de
participación ciudadana. La represión ejercida por el gobierno, al día
de la fecha, ha dejado un saldo de decenas de muertos y centenares de
heridos.
La resistencia y lucha es constante en Honduras desde el golpe de
Estado que destituyó a Manuel Zelaya en 2009. Desde abril de este año la
protesta social ha sido fuertemente reprimida causando cuatro muertos.
Esta semana, las fuerzas de la oposición encabezadas por Zelaya, y el
excandidato Salvador Nasralla, se movilizaron contra el gobierno de Juan
Orlando Hernández –quien asumió mediante elecciones cuestionadas por
fraude- para exigir su renuncia luego de un escándalo público que lo
vinculaba con su financiamiento por narcotraficantes..
Por su parte, en Ecuador, diversos sectores sociales, entre los que
destacó el movimiento indígena, tomaron las calles para rebelarse frente
a las políticas neoliberales impuestas por el presidente Lenín Moreno,
quien llegó al gobierno como candidato de Alianza PAIS, fuerza política
conducida por Rafael Correa.
Las medidas conocidas como “el paquetazo” nacieron para dar respuesta
a los pedidos del FMI e implicaban una profundización del modelo
neoliberal. La respuesta frente a las manifestaciones callejeras fue la
declaración del estado de excepción, y el toque de queda, que suscitaron
una fuerte represión sobre la ciudadanía.
El presidente responsabilizó al correísmo y al gobierno de Venezuela
por los hechos de violencia y, ante el avance de una marcha de pueblos
indígenas hacia Quito, mudó su gobierno a la ciudad de Guayaquil. Si
bien las movilizaciones lograron que el mandatario retrocediera en el
aumento del combustible, el proceso dejó un saldo de al menos nueve
muertos, un importante número de líderes opositores presos y varios de
los y las referentes más importantes del correísmo asilados en la
embajada de México, dada la persecución política.
Chile presenta desde la salida de la dictadura de Augusto Pinochet
una estabilidad macroeconómica paralela a una fuerte desigualdad social.
A raíz de una suba en la tarifa del transporte público ,el país se vio
sacudido por movilizaciones impulsadas –inicialmente- por estudiantes.
La privatización de la salud, de la educación, la necesidad de una
reforma constitucional, fueron algunas de las demandas que se expresaron
en estos días donde a los y las estudiantes se sumó el movimiento
obrero organizado –convocando a huelga general- y diversos movimientos
sociales. El accionar represivo del Ejército y de Carabineros, bajo el
“toque de queda” declarado por el gobierno, arrojóa cifras alarmantes:
22 muertos, más de 170 heridos con armas de fuego y alrededor de 2600
detenidos.
Referentes del campo popular chileno denunciaron la “militarización
política” llevada a cabo por el presidente, quien luego de haber
criminalizado la protesta, está buscando instrumentar los medios para
descomprimir el conflicto social.
En tanto en Bolivia, Evo Morales, símbolo de la lucha contra el
neoliberalismo, obtuvo el domingo pasado una victoria electoral mediante
la cual fue reelegido como presidente luego de haber superado a su
contrincante Carlos Mesa por más de 10 % en la primera vuelta.
Sin embargo, la oposición, con la anuencia de EEUU y de la OEA,
instalaron dudas sobre la legitimidad del proceso electoral creando un
relato que denuncia operaciones defraude en base a supuestas demoras en
el proceso de carga del voto de las zonas rurales, sin tener en cuenta
los procedimientos habituales de recuento en un país donde la realidad
geográfica se caracteriza por la dificultad de acceso de amplias
regiones.
El gobierno ha denunciado la intentona golpista y se mantiene en
estado de alerta y movilización para defender el proceso de cambio y de
avance en los derechos sociales del pueblo boliviano.
Los desafíos de los movimientos populares
A lo largo de la historia América Latina fue escenario del
enfrentamiento de fuerzas opuestas: unión y fragmentación; opresión y
liberación. Desde la conquista del continente, estas tensiones
atravesaron al conjunto de los pueblos. La misma lucha se encuentra
presente en la actualidad. La pugna de dos modelos se encuentra hoy en
pleno desarrollo: el defensor de la democracia y de la justicia social, y
el centrado en maximizar las ganancias económicas de las corporaciones y
grupos de poder locales e internacionales, a costa del bienestar de los
pueblos.
En ese marco, la injerencia permanente y abierta de los Estados
Unidos abre un panorama de gran complejidad para los movimientos
populares de la región. Tanto Lenín Moreno como Piñera apuntan a la
existencia de un “nuevo enemigo interno”. ¿Se trata de un relanzamiento
de la vieja Doctrina de Seguridad Nacional? La interrupción de los
derechos y garantías constitucionales son un llamado de atención
respecto del estado de la democracia en la región.
Aumenta la gravedad de los hechos, las irresponsables declaraciones
de la secretaría general de la OEA llamando a realizar la segunda vuelta
electoral en Bolivia cuando aún se desarrollaba el conteo de votos y
también, los dichos sobre la relación entre el gobierno bolivariano
venezolano con las movilizaciones en Chile, cuando el mismo presidente
chileno estaba reconociendo que las causas se vinculan con el malestar
social producto de la desigualdad.
Pero los pueblos latinoamericanos tienen una larga historia –y
memoria- de lucha. Los movimientos obrero, estudiantil, feminista e
indígena, juntos las organizaciones sociales de desocupados, salen a
reclamar los derechos que les han sido arrebatados por las oligarquías
locales en connivencia con los intereses (neo)imperiales.
La realidad de cada una de las patrias chicas latinoamericanas y
caribeñas es distinta. Las problemáticas que se enfrentan son diversas.
Sin embargo, uno de los principales desafíos radica en identificar
aquello que nos une y nos permita articular las luchas. Sin dudas ,el
carácter semicolonial aún vigente del continente sostiene y alimenta las
políticas de hambre aplicadas a lo largo y a lo ancho de la región.
Durante las luchas por la emancipación, los libertadores habían
advertido que sin unidad regional habría dependencia. La creación de los
Estados Unidos del Sur –proyecto presentado por Simón Bolívar en el
congreso de Panamá, 1826- era considerado imprescindible para
contrarrestar las fuerzas de EU. Así también lo entendió el presidente
argentino Juan Domingo Perón al proponer la creación del ABC
(Argentina-Brasil-Chile) como primer paso para la unidad suramericana.
Los gobiernos populares de principios del siglo XXI avanzaron en el
mismo camino, tal vez como nunca en la historia, a partir de la
construcción de organizaciones tales como la UNASUR y la CELAC. Pero el
rápido retroceso causado por los regímenes conservadores de estos
últimos años, enseña que solo se porá avanzar en una integración
duradera si la misma se construye desde la participación de los pueblos.
La articulación de los movimientos sociales, del movimiento obrero
organizado, de losl movimientos estudiantil, feminista e indígena, debe
constituir en la prioridad cuando América Latina retome las sendas
integracionistas para alcanzar la emancipación definitiva de nuestros
pueblos.
* Licenciada en Historia. Directora del Centro de
Estudios de Integración Latinoamericana “Manuel Ugarte”, Universidad
Nacional de Lanús, Argentina, asociada al Centro Latinoamericano de
Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la).
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