lunes, 18 de noviembre de 2019

El informe de la OEA como veneno simbólico

Este excelente artículo del amigo Steven Bermúdez me hizo recordar la famosa tesis de un opositor, ministro de CAP y profesor de Hardvard, sobre el cisne negro, aplicada a los resultados electorales del proceso revocatorio contra Chávez en 2004 que se convirtió en un rotundo y contundente acto aprobatorio, que explicaba de esta manera: Si ud investiga y en todas las muestras que recoje solo consigue cisnes blancos la conclusión evidente es que en algún lugar debe haber un cisne negro; refiriéndose a que en ninguna acta de aquel proceso se pudo conseguir vicios de nulidad por lo cual él opinaba que al no haberlos conseguido el resultado solo podía llevar a la conclusión que el proceso había sido fraudulento y, por lo tanto, había que declararlo nulo.

Por Steven Bermúdez

Cuando ya entraba la noche del día 10 de noviembre, el presidente reelecto de Bolivia anunciaba su renuncia. La policía y el ejército así se lo habían «sugerido». Sin contar ya con aquellos que (en un Estado) pueden ejercer la «represión legitima», dimiten. De hecho, la policía tenía muchos días ya permitiendo los bloqueos, la quema de edificios, los ataques físicos a los seguidores del presidente por indios y por oficialistas. Evo, demacrado, enumeró razones. Entre ellas, el malicioso informe de la OEA sobre la auditoría a las elecciones. La OEA.

DE CÓMO LO HICIERON

1. Fue elaborado por un equipo de 36 superespecialistas en el tema electoral; sin embargo, producen un bodrio llamarlo «Análisis de integridad electoral…». Ellos mismos, en diversas ocasiones y a pesar de que «Los técnicos de la OEA contaron con la necesaria información y acceso para poder realizar su trabajo», reconocen haber hecho solo un trabajo parcial y limitado.


2. El informe está divido en cuatro aspectos auditados: autenticidad de las actas de escrutinio, custodia del material electoral, funcionamiento del sistema informático y flujo de los datos de los resultados. Todo parece lo adecuado y lo necesario, ¿cierto? Pero no lo es tanto…


DE CÓMO IMPONER LA INCERTIDUMBRE

1. El primer punto expuesto es el relacionado con el flujo de datos. Si no se está familiarizado con la jerga informática, no hay posibilidad de que se comprenda. Sin embargo, lo que cualquier lector sí puede alcanzar es que los auditores no son capaces de explicar cómo ni en qué medida las deficiencias «detectadas» pueden implicar, de forma convincente, una alteración del resultado final. Apenas se atreven a expresar que, para ellos, «No es posible dar certeza de los resultados…». Nada más.

2. Lo mismo ocurre en lo que respecta al cómputo de los resultados: exponen tecnicismos y más tecnicismos, diagramas de un 5 % «improbable» y, concluyen, que tampoco pueden «dar certeza de los resultados». El proceder lógico se impone: no tener certeza (de los resultados) también significa que no se puede afirmar (con certeza) que esos no sean (los resultados).


DE CÓMO ENVENENAR SIN ENCONTRAR EL VENENO

1. El segundo aspecto expuesto es el concerniente a la «falsificación de firmas y alteración de actas». Aquí estaría la parte crucial de esta auditoría. Sin embargo, es la que menos tratan y la que más rápido despachan. Es (por mucho) donde mejor se inyecta veneno.


2. Afirman haber realizado la revisión a 333 actas cuestionadas (¿por quién?). Maliciosamente callan cuál es el universo total de actas de las elecciones (34 555). De las 333 «cuestionadas», apenas 78 presentaban «irregularidades». Eso equivale a un 0,22 % de total de actas. También callan la población de votantes que, más o menos, se ubican en estas actas. Esto es necesario para aceptar si son (o no) significativas en la alteración (o no) del resultado.


3. Usan frases referenciales como «en algunos casos», «en ocasiones», «varias actas», «en algunos de estos documentos», «en algunas mesas», «se detectaron mesas», «lo que permitió detectar casos». Es totalmente venenoso que un informe técnico con el cual se disputa la estabilidad política de todo un pueblo esté relleno de frases semánticamente difusas.


4. Apuestan por afirmaciones de este calibre: «Se encontraron, asimismo, varias actas en las que el partido oficialista obtenía el 100% de los votos», «Además, la participación en algunas de estas mesas alcanzaba el 100%, hecho prácticamente imposible». La pregunta obligada: ¿Por qué? ¿Por qué para estos auditores es «prácticamente imposible»? Nunca explican.


DE CÓMO HACER QUE ALGO APAREZCA CUANDO NO ESTÁ

1. Lo mejor (que es realmente lo peor) son las «conclusiones» a las que llegan en medio de tan abundantes catálogo de imprecisiones. Reconocen que hubo actas que no pudieron auditar porque fueron quemadas (tampoco se sabe cuántas), pero no se atreven a nombrar a quienes lo hicieron (los opositores).


2. Afirman (con el mayor descaro) que «Es previsible suponer que de contar con más tiempo para procesar mayor documentación se hallaría un número aún mayor de irregularidades». Ciertamente, pero (otra vez, «pero») lo que es importante es saber si estas «irregularidades» serían o no determinantes sobre el resultado final. Es así como transforman simples conjeturas en verdades irrefutables.
3. También (al comienzo y al final del informe) anuncian que han recibido «más de 250» denuncias, las cuales ninguna pudieron atender y, por tanto, comprobar. Pero el número sirve para mantener el ritmo de la desconfianza.


3. Sin titubear, nos informan de : «La existencia de actas físicas con alteraciones y firmas falsificadas también impacta la integridad del cómputo final». Esto aun cuando no ofrezcan evidencias numéricas de ningún tipo que lo sustente.


4. Finalmente, concluyen que es estadísticamente «probable» que Morales haya ganado la primera vuelta sobre Mesa, pero que es «improbable» que obtuviera más de 10 puntos de diferencia. Ante tanta imprecisión, se me antoja entender que ellos podían probar (ofrecer «pruebas») que Evo ganó en primera vue

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