Por Eva Golinger
Seis países suramericanos han anunciado
su retiro temporal de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) debido
a lo que ellos alegan es una "falta de dirección y liderazgo" en el
bloque regional. Esta decisión de Argentina, Brasil, Chile, Colombia,
Paraguay y Perú representa un grave golpe a la
agrupación suramericana,
que nació de las iniciativas de cooperación e integración
latinoamericana impulsadas durante la primera década de este siglo XXI.
Con ese acto, el continente se divide por la mitad: de los 12 miembros
de la Unasur, ahora quedarán seis, dos países que no son de habla
hispana —Guyana y Surinam— y otros que sufren crisis económicas e
inestabilidad política, como Venezuela, donde hay un desplome
financiero, y Ecuador, donde el Gobierno de Lenín Moreno se aleja de las
políticas de su predecesor, Rafael Correa, y no ha manifestado
públicamente de manera firme su apoyo al bloque, a pesar de que es donde
queda ubicada la sede principal de la Unasur.
Aunque
algunos predijeron que, con la llegada de Donald Trumpa la Casa Blanca,
América Latina se unificaría más para responder a sus agresiones, pero
parece que está sucediendo lo contrario. Trump no se ha enfocado en la
región al sur de su frontera, pero lo poco que ha hecho ha sido fatal.
Su manera abrasiva y hostil de referirse a los latinoamericanos y los
migrantes latinos, sus agresivas sanciones contra Venezuela, su
insistencia en un odioso muro en la frontera con México y su actitud
belicista hacia Cuba han profundizado la política injerencista de
Estados Unidos en la región. Al líder norteamericano le gusta el poder
fuerte y ha empleado la vía militar para aumentar su presencia y
dominación en la región. Recientemente, el comandante del Mando Sur, el
almirante Kurt Tidd, señaló que el objetivo de EE.UU. es ampliar su red
de cooperación con los países latinoamericanos para asegurar la
prevalencia de sus valores en esa zona. Por eso, la creciente división
en la región forma parte de la estrategia puesta en marcha desde
Washington para dividir y reconquistar.
El
futuro de la Unasur está en peligro y su desintegración no ocurre de
manera aislada. Otros bloques regionales también están debilitados y al
borde de romperse o de perder relevancia, como la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Alianza Bolivariana para los
Pueblos de Nuestra América (ALBA). Unasur fue creada formalmente hace ya
una década para promover y avanzar el desarrollo económico y social de
Sudamérica. En principio su formación no era ideológica en términos
políticos, sino una manera de lograr mayor soberanía e independencia en
la región a través de avanzados mecanismos de cooperación e intercambio,
así como en materia de defensa y seguridad. Aunque una mayoría de los
gobiernos suramericanos que fundaron la Unasur eran de izquierda —Hugo
Chávez en Venezuela, Lula da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en
Argentina, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Fernando
Lugo en Paraguay, Michelle Bachelet en Chile— también participó
Colombia, cuyo presidente era el ultraderechista Álvaro Uribe. El
objetivo inicial de este bloque regional era crear una comunidad al
estilo de la Unión Europea, con un pasaporte unificado, una ciudadanía
suramericana, una moneda común y un Parlamento.
Recuerdo
mi primer viaje: en diciembre 2004 fui con Hugo Chávez a Cuzco (Perú),
donde se realizó la primera Cumbre de la Comunidad Suramericana de
Naciones y se discutió la creación de un bloque regional de integración y
cooperación. Cuatro años después, esa agrupación se convirtió en la
Unasur, en cumplimento de un gran sueño histórico para potenciar y
unificar la región, después de tantos años de colonización y dominio por
parte de Europa y Estados Unidos. La Patria Grande había nacido.
La
Unasur creó un Consejo de Defensa con representantes de los países
miembros en ese ámbito para fortalecer la vigilancia y la defensa
integral de la región, así como promover una nueva doctrina militar
latinoamericana que sustituyera a la estadounidense, tan implementada en
el continente. En ese sentido, Sudamérica fue declarada una zona de
paz, libre de guerras y bases extranjeras con la excepción de Colombia,
que permitía una extensa presencia militar estadounidense en su
territorio. Por cierto, hace pocos días el Mando Sur felicitó al actual
presidente de ese país, Juan Manual Santos, por su gran cooperación para
lograr sus objetivos en la región, evidenciando que Bogotá siempre
mantuvo su lealtad a Washington.
Durante
su década de existencia, la Unasur fue debilitada por turbulencias
políticas en los países miembros: intentos de golpes de Estado en
Ecuador y Bolivia, el fallecimiento de Hugo Chávez en Venezuela y la
consecuente crisis socioeconómica, golpes parlamentarios y jurídicos en
Paraguay y Brasil y fuertes giros hacia la derecha en Argentina, Peru,
Chile y Brasil. Aunque no era un bloque ideológico, no todos los
gobernantes actuales comparten el concepto de una identidad y unión
latinoamericana o sudamericana.
Trump no se ha enfocado en la región al sur de su frontera, pero lo poco que ha hecho ha sido fatal. Su manera abrasiva y hostil de referirse a los latinoamericanos y los migrantes latinos, sus agresivas sanciones contra Venezuela, su insistencia en un odioso muro en la frontera con México y su actitud belicista hacia Cuba han profundizado la política injerencista de Estados Unidos en la región.
Eva Golinger, abogada, escritora e investigadora estadounidense-venezolana
Varios
fracasos también han debilitado a la Unasur. La moneda unificada o
común que se intentó crear, el sucre, terminó envuelta en escándalos de
corrupción entre Ecuador y Venezuela y no se logró consolidar. El Banco
del Sur no se ha podido levantar y menos ahora, con las marcadas
diferencias políticas en la región y las fuertes crisis económicas
—sobre todo en Venezuela, que fue el país que lo impulsó—; así, es poco
probable que se convierta en un instituto financiero creíble y
funcional. Además, en estos momentos no tiene un secretario general
porque, al finalizar el mandato de Ernesto Samper, no hubo acuerdos
sobre otros candidatos. Finalmente, el propio Consejo de Defensa
Suramericano está siendo saboteado por el Mando Sur de EE.UU., que desea
marcar de nuevo su territorio en la región.
Bolivia
ha asumido la presidencia 'pro tempore' de la Unasur este año y promete
repotenciarla, pero todo indica que será un labor sumamente difícil. La
decisión de los seis países de retirarse del bloque demuestra que no
hay ánimo ni interés para resolver las diferencias en la región y seguir
adelante como una unión. Esos países son los mismos que han conformado
el llamado 'Grupo de Lima', que tiene el objetivo de acabar con el
Ejecutivo de Nicolás Maduro y forzar un cambio de régimen en Venezuela.
Asimismo, se han acercado aún más a la Casa Blanca y no levantan sus
voces contra las medidas discriminatorias y racistas de Trump hacia los
latinos; de hecho, sus reclamos sobre el muro en la frontera con México
han sido de tono bajo, sin firmeza, pero sí han aplaudido con fuerza las
crecientes sanciones de Washington a Caracas y hasta han clamado que
realicen más y mayores agresiones a los venezolanos.
Parece
que la mitad de Sudamérica ha pactado con el diablo. Ha vendido el alma
de la integración suramericana y el sueño de la Patria Grande al más
monstruoso amo del norte a cambio de destruir a uno de sus vecinos.
Pueden tener sus diferencias y desacuerdos con el Gobierno de Venezuela y
pueden querer ayudar al pueblo venezolano en estos momentos de crisis y
dificultades. Sin embargo, apostar por la intervención en una nación
hermana parece una visión muy miope. Al abrir la puerta a Washington, a
Trump y al Mando Sur, ellos entrarán con fuerza para quedarse y
adueñarse de una de las regiones del planeta más estratégicas y ricas en
recursos naturales. No será nada fácil volver a sacarlos de allí. Tanto
que se luchó para lograr un camino hacia la soberanía y la verdadera
independencia en América Latina, ahora ponen un clavo en la tumba de la
Patria Grande.
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