Por José Roberto Duque
Si yo fuera el invasor tendría ya organizadas las acciones de
penetración de tropas multinacionales, listas para actuar y atacar
dentro del territorio de Venezuela. Esas tropas vendrían organizadas en
batallones bajo el aspecto de simples cargadores de bolsas y cajas,
presunta o hipotéticamente contentivas de alimentos y comida. Algunos se
pondrían el respectivo uniforme de la Cruz Roja Internacional, otros el
de religiosos y otros más el de diplomáticos. No olvidar que esta es la
conspiración de los disfraces: si el figurín para efectos de las redes y
medios de “información” es un soplaverga cualquiera a quien Trump
disfrazó de presidente, de ahí para abajo cualquiera puede disfrazarse
de lo que no es: presto para invadir con máscaras, disfraces, simulacros
y hologramas.
Si yo fuera el invasor ya tendría clara en la mente la intención y
alcances de la jugada: me presento en varios puntos de las fronteras
norte, sur y oeste (¿y la este?) con las respectivas tropas, y
comenzaría el desafío: si me dejan entrar, ya están invadidos; si me
detienes, habrá disparos y la opinión pública internacional se pondrá de
nuestro lado (“Maduro no dejó entrar 800 toneladas de alimentos y
medicinas que su pueblo necesita, qué tipo tan malo”). Y si hay algún
muertico (cosa fácil de conseguir mediante una simple provocación)
entonces tendrán el despliegue guerrerista que todos estamos esperando.
Si yo fuera el invasor estaría ensayando desde hace semanas la
entrada en acción de los receptores de aquellas cajas o bolsas: toda la
estructura de guarimberos y activadores de los partidos antichavistas y
antivenezolanos, sospechosamente desactivada o en reposo cuando se
suponía que iba a estar más activa, pudiera reaparecer por allá con una
enorme sonrisa recibiendo el regalo del día de los enamorados (alguien
ya mencionó la fecha 14 de febrero). Tal como en los ensayos terroristas
de 2014 y 2017, Voluntad Popular, Primero Justicia, Vente María Corina y
demás sectas sifrinas, acompañada de gente de los barrios subcontratada
para tareas sucias y de acción directa, carne de cañón como siempre,
estarían preparándose para entrar en acción en aquellos parajes adonde
se darán el abrazo de la traición con asesinos colombianos, brasileños y
estadounidenses.
Si yo fuera el invasor tendría preparada la escena para un
“trabajo” ya ensayado antes: show para las redes y los medios en las
ciudades de Venezuela. Un puñado de performances que incluirían quema de
basura, de bienes y de personas, enfrentamiento con los cuerpos
policiales y la inmolación de algún idiota por andar jugando con pólvora
(a ese idiota le tendría el afiche preparado: la cara del muchacho
pendejo con el cielo y la bandera de fondo).
Si yo fuera el invasor ya tendría el gran titular que se repetirá en
varios medios del mundo, sólo hay que copiarlo y pegarlo: “Maduro
asesina a venezolanos por protestar pacíficamente”. Es bueno siempre
crearle varios frentes al enemigo, así sean frentes mediáticos y
escandalosos, aptos para que los camarógrafos con ínfulas de reporteros
de guerra se luzcan.
Si yo fuera el invasor ya tendría amoladita la narrativa de los
derechos humanos violados de mis delincuentes. Asesino a quien liquiden
en la calle por atentar contra la vida de otros, será presentado ante el
mundo como el humilde libertador del pueblo venezolano, como un
ciudadano con derechos a quienes la dictadura asesinó mientras él iba
pasando y enfrentó al régimen con un ramo de rosas en las manos y unos
cánticos del grupo ABBA en los labios. Iba a ponerse a cantar “Dancing
Queen” y un esbirro comunista lo mató “con la explosión de una bomba
lacrimógena” (esa arma de destrucción masiva de neuronas ya me ha
funcionado antes; funcionará otra vez).
Si yo fuera el invasor ya tendría catalogados a los voceros y
habladores de los grupos de derechos humanos, incluso a aquellos que
dicen ser chavistas y dicen que rechazan la invasión a Venezuela, pero
que cuando ven a un criminal muerto por andar jugando a la guerra
(matando a los demás) entonces se lanzan rudísimas declaraciones. Tienen
una imagen que cuidar; si no hablan lo suficientemente feo del régimen
de Maduro, pudieran perder puntos en su gremio, y también pudieran
perder fuentes de financiamiento.
Si yo fuera el invasor tendría ya operando en los organismos de
inteligencia a los creadores del SEBIN del gobierno paralelo. Ya los
efectivos de esecuerpo (que ya no se llamaría así) estaría trabajando
para la tarea de la limpieza y barrido que vendría. Poseen información
profusa y valiosa sobre cada jerarca y militante chavista de las
instituciones y las bases, y el Gobierno Bolivariano les paga por
tenerla al día y organizada; son los espías perfectos.
Si yo fuera el invasor tendría en la mira también, como potenciales
aliados de la invasión, al fragmento de opinadores y surfeadores de
redes sociales que se hacen llamar chavistas, pero a quienes fue fácil
convencerlos de que Estados Unidos y sus satélites atacarán a Venezuela
porque su gobierno es corrupto. Ya los convencí de que a la
Administración Trump le importa demasiado la pulcritud del gobierno de
Venezuela y por eso es que voy a derrocarlo. Después de eso ya puedo
convencerlos de cualquier otra cosa.
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