Por: Julián Sabogal
Estados Unidos, como país imperialista, tiene un libreto que aplica,
con pocas variaciones, para derrocar los gobiernos de países ricos que
le son adversos. El libreto contiene los siguientes pasos: primero,
provocar escasez de productos de primera necesidad; segundo, financiar
protestas masivas de la población y el desplazamiento de esta a los
países vecinos; tercero, ofrecer ayuda “humanitaria”, ante la cual el
gobierno del país tiene la disyuntiva de aceptarla, lo que puede
convertirla en un caballo de Troya, o rechazarla corriendo el riesgo de
que sea presentado como enemigo de la población necesitada; si estas
acciones no son suficientes, viene, el cuarto paso, la intervención
militar.
Por supuesto, no siempre salen victoriosos. De Vietnam salieron
derrotados y de Siria van a terminar retirándose mientras el presidente
Bashar al-Assad permanece. Un papel muy importante en la aplicación del
libreto lo juegan los llamados medios de comunicación internacionales
–que son realmente monopolios privados creadores de opinión–. El papel
de estas empresas es muy eficiente. Un caso significativo es la llamada
Primavera Árabe, sobre la cual llegaron a convencer incluso a personas
que tienen formación ideológica y con posiciones de izquierda; a pesar
de lo cual no alcanzaron a descubrir que la tal primavera solo tuvo
lugar en países con gobiernos no amigos de Estados Unidos y con riquezas
petroleras. Se trató realmente de un plan del gobierno de Barack
Obama.
La aplicación del libreto es la que está en marcha en Venezuela; con
el agravante de que nos encontramos en un momento en el que el mundo,
particularmente, América Latina, se ha corrido hacia la derecha, es
decir, que es un momento favorable a Estados unidos y sus aliados de
derecha extrema como Duque y Bolsonaro.
En los momentos de crisis, como el actual, se definen cuestiones
esenciales, los espacios intermedios, nebulosos, se evaporan; como dijo
Halimi, hablando de los “chalecos amarillos”, “en momentos de
cristalización social, de lucha de clases sin rodeos, uno debe elegir su
bando. El centro desaparece, el pantano se seca. Y entonces, incluso
los más liberales, los más cultos, los más distinguidos olvidan la
tontería de “vivir juntos” (Le Monde diplomatique, edición 185, “Lucha
de clases en Francia, año 2019”, pág. 12). Para esquematizar el
problema podemos decir: Trump o Maduro.
El secretario del Departamento de Estado de EE.UU., Mike Pompeo,
amenazó al presidente de Venezuela con llevarlo a la cárcel de
Guantánamo. Seguramente está pensando en Manuel Antonio Noriega
–presidente de Panamá que fue detenido en su país por un comando militar
de Estados Unidos y llevado a una cárcel de este país– el presidente de
Colombia, en su visita a Donald Trump, también repitió que para Maduro
no habrá amnistía, que debe ir a la cárcel; el consejero de Seguridad
Nacional, John Bolton, les dijo a los altos mandos del ejército de
Venezuela que quienes se pasen a tiempo al lado de los enemigos del
Gobierno venezolano no serán castigados. Nótese que no dijo que la
justicia venezolana posiblemente los puede amnistiar, Bolton ya se ve
legislando en el vecino país. Todas estas declaraciones se parecen a El
cuento de la lechera, de Esopo.
El ejército norteamericano no va a llegar a Venezuela de entrada por
salida y detener al presidente. Si dan el paso siguiente, después de la
ayuda “humanitaria”, se iniciará una guerra que, como todas las guerras,
se sabe cuándo y cómo empieza pero no cómo ni cuándo termina. Todo
indica que no lograrán comprar al ejército Bolivariano, además de que el
país cuenta con cerca de un millón de milicianos y milicianas en armas.
Además, Estados Unidos, de nuevo, hará una guerra lejos de su casa y,
en este caso, hará uso de las bases militares que ya tiene en
territorio colombiano. Algunas de las bombas disparadas en la frontera
caerán sobre población colombiana no norteamericana. La emigración de la
población hacia los países vecinos, que hoy se cuenta en cientos de
miles, se contará en millones.
La verdadera izquierda latinoamericana y mundial tendrá que
solidarizarse con el gobierno y el pueblo venezolanos, como lo ha hecho
siempre con los pueblos víctimas del fascismo y del imperialismo. El
único escenario favorable en el futuro cercano es que se respete la
soberanía del país bolivariano, que los venezolanos autónomamente
resuelvan sus problemas, pero esto el imperialismo y la extrema derecha
no podrán entenderlo. Es demasiado tentadora, para Estados Unidos, la
posibilidad de apropiarse un país que cuenta con las mayores reservas
petroleras del mundo.
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