Por: Juliana Gil Gutiérrez
Era 20 de octubre de 2011 y los rebeldes atraparon a Muamar Muhamad Abu-minyar el Gadafi. Estaba
golpeado, tenía sangre en su rostro y caminaba en medio de un grupo de
gente que disparaba celebrando que tenían al líder de la revolución,
como se hacía llamar. Ese hombre ensangrentado en medio de la multitud,
a quien tiraban al piso para golpearlo y empujaban por las calles de la
ciudad de Sirte, era objetivo de occidente. Estados Unidos lo
consideraba un dictador.
En contra del imperio
“Lo que Gadafi hizo fue crear un
sistema político que funcionaba para Libia. Cuando tomó el poder su
objetivo no era quedarse, sino darle Libia a Egipto para su proyecto
panárabe”, explica Jerónimo Delgado, investigador en estudios
africanos de la Universidad Externado. Sin embargo, su plan cambió
cuando Egipto no recibió su país. De ahí nació su Libro verde, un
complejo de tres tomos en los que plasmó el modelo político que, según
su visión, funcionaba para Libia.
Ideología antiimperialista. Apoyó los países de África que estaban en contra de occidente. Una de sus principales causas era Palestina y, por oponerse a la hegemonía estadounidense, participó en el ataque a la embajada de EE.UU. en Libia en 1980; el atentado terrorista a una discoteca en Berlín, en 1986; y el derribo del avión de la aerolínea Pan Am, en 1988. Pero, al estar cercado en el ámbito internacional y con sanciones que impedían el desarrollo económico, se acercarcó a occidente.
Convirtió a Libia en un estado adinerado y alcanzó a producir 1,6 millones de barriles de petróleo al día. Aunque era el líder de la revolución, su sistema de gobierno permitía dar poder a las tribus. Pero hay indicios de que sus tropas persiguieron y mataron a opositores durante los últimos meses de gobierno.
Ideología antiimperialista. Apoyó los países de África que estaban en contra de occidente. Una de sus principales causas era Palestina y, por oponerse a la hegemonía estadounidense, participó en el ataque a la embajada de EE.UU. en Libia en 1980; el atentado terrorista a una discoteca en Berlín, en 1986; y el derribo del avión de la aerolínea Pan Am, en 1988. Pero, al estar cercado en el ámbito internacional y con sanciones que impedían el desarrollo económico, se acercarcó a occidente.
Convirtió a Libia en un estado adinerado y alcanzó a producir 1,6 millones de barriles de petróleo al día. Aunque era el líder de la revolución, su sistema de gobierno permitía dar poder a las tribus. Pero hay indicios de que sus tropas persiguieron y mataron a opositores durante los últimos meses de gobierno.
La peor cura
“Con él la población estaba
mejor. Su caída desarticuló la estructura del estado. Se cae la base,
hay un vacío de poder y ninguno de los grupos fue capaz de tomarlo”,
señala Delgado. Como él, Gustavo Soto, profesor de la facultad de
Derecho y Ciencias Políticas de la U. de Antioquia, explica que “Libia
entró en una guerra interna. Ahora es un estado fallido porque no hay un
poder central sino facciones en disputa”. Afirma que en las
intervenciones (a veces) funciona el dicho de que “la cura es peor que
la enfermedad” porque “generalmente se hacen por parte de potencias
occidentales que no tienen una lectura clara de esas naciones”.
Su derrocamiento esta enmarcado en una serie de intervenciones por parte de potencias occidentales en Medio Oriente que llevaron a la caída de mandatarios (ver gráfico) y se dio en medio de la Primavera Árabe.
Casos como el del Irak de Saddam Hussein, que fue intervenido por una coalición en busca de armas nucleares, o la guerra de Afganistán, que se desencadenó luego del atentado contra las torres gemelas con el fin de matar a Osama bin Laden, líder de Al Qaeda, ilustran como Estados Unidos ha participado en guerras impulsado por dos objetivos: derrocar “dictaduras” y luchar contra el terrorismo. Los países también tienen un común denominador: economías millonarias por cuenta de rentas del petróleo.
“Libia funcionaba a partir del liderazgo que ejercía Gadafi y no es el único país en el cual occidente ha permitido el mantenimiento de una dictadura”, comenta Ronal F. Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario. Entonces, ¿por qué lo aceptó? Occidente tiene tratos comerciales con petroleras que tienen sedes en países no democráticos, como Libia, por lo que el interés va más allá de la forma de gobierno, sino que se explica en un asunto económico.
Su derrocamiento esta enmarcado en una serie de intervenciones por parte de potencias occidentales en Medio Oriente que llevaron a la caída de mandatarios (ver gráfico) y se dio en medio de la Primavera Árabe.
Casos como el del Irak de Saddam Hussein, que fue intervenido por una coalición en busca de armas nucleares, o la guerra de Afganistán, que se desencadenó luego del atentado contra las torres gemelas con el fin de matar a Osama bin Laden, líder de Al Qaeda, ilustran como Estados Unidos ha participado en guerras impulsado por dos objetivos: derrocar “dictaduras” y luchar contra el terrorismo. Los países también tienen un común denominador: economías millonarias por cuenta de rentas del petróleo.
“Libia funcionaba a partir del liderazgo que ejercía Gadafi y no es el único país en el cual occidente ha permitido el mantenimiento de una dictadura”, comenta Ronal F. Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario. Entonces, ¿por qué lo aceptó? Occidente tiene tratos comerciales con petroleras que tienen sedes en países no democráticos, como Libia, por lo que el interés va más allá de la forma de gobierno, sino que se explica en un asunto económico.
Un ejemplo para Venezuela
Para Rodríguez, el caso de Gadafi
puede servir para la crisis de Venezuela ya que “ninguna de las
fuerzas políticas, dentro del gobierno o la oposición, tiene la
capacidad de construir consensos para llevar al país a la transición”.
Por eso, “se cree que ante la falta o ausencia del elegido por Hugo Chávez se puede generar un vacío de poder que daría lugar a una situación de anarquía muy en sincronía con lo que vive Libia”.
Una realidad en la que, ante la ausencia de Gadafi, Fayez al Sarraj intenta desempeñarse como primer ministro, sin alcanzar una soberanía sobre su pueblo, cuyo territorio se convirtió en un infierno para los migrantes que lo atraviesan en su intento de dejar África y llegar a Europa. Y, aunque en 2017 su PIB aumentó 26,7 % respecto a la cifra de 2016, los datos pueden ser engañosos porque tras la muerte de Gadafi el indicador descendió hasta un -66,7 %. Entonces, el país intenta un proceso de recuperación y búsqueda de un sistema de gobierno apto para su relidad, una Libia de tribús en medio de África y al frente de Europa.
Una realidad en la que, ante la ausencia de Gadafi, Fayez al Sarraj intenta desempeñarse como primer ministro, sin alcanzar una soberanía sobre su pueblo, cuyo territorio se convirtió en un infierno para los migrantes que lo atraviesan en su intento de dejar África y llegar a Europa. Y, aunque en 2017 su PIB aumentó 26,7 % respecto a la cifra de 2016, los datos pueden ser engañosos porque tras la muerte de Gadafi el indicador descendió hasta un -66,7 %. Entonces, el país intenta un proceso de recuperación y búsqueda de un sistema de gobierno apto para su relidad, una Libia de tribús en medio de África y al frente de Europa.
en definitiva
Tras la muerte de Muamar Gadafi Libia
entró en una crisis social. La situación de este país sirve de ejemplo
para ilustrar las posibles consecuencias de una intervención en
Venezuela.
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