lunes, 17 de septiembre de 2018

La tragedia del primer billete venezolano

Por:T/ Gerardo Cerrada
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Billete mirandino de un peso, 1811. Colección Colombeia: Archivos del generalísimo Francisco de Miranda: http://www.franciscodemiranda.org

La naciente República creada el 5 de julio de 1811 heredó del período de la Colonia la escasez de circulante monetario. Al romperse los vínculos políticos con España todas las relaciones comerciales con el Virreinato de México, fuente principal de monedas metálicas, se tornaron cada vez más exiguas debido a que esas regiones productivas aún estaban en manos de los realistas.
La situación económica de la incipiente nación se tornaba cada vez más vulnerable. Todo esto fue agravado porque al emigrar los realistas se llevaron buena parte de la moneda metálica. Mario Briceño Iragorry señala que “la desorganización administrativa” de la Repú- blica dejó las arcas vacías.
“La Junta de Gobierno, sin la menor visión de los hechos y al soplo eufórico del fácil triunfo, dilapidó en fiestas públicas y en viaje de comisionados (sic) los tres millones de pesos fuertes que encontraron en depósito el 19 de abril de 1810 en las arcas de la antigua Capitanía General de Venezuela”, describe Briceño Iragorry.
Los billetes de Miranda
Para hacer frente a tan delicada situación Francisco de Miranda presenta al Congreso, el 14 de julio de 1811, un proyecto para emitir un papel moneda con respaldo en la renta a futuro del tabaco y el café. Con esto esperaba atender las grandes erogaciones que habían surgido para consolidar la estabilidad del primigenio gobierno.
Miranda, protagonista de primer orden en la Revolución Francesa, había sido testigo de cómo en la Francia revolucionaria habían circulado a manera de intercambio en las transacciones títulos mercantiles que fungían como papel moneda: los llamados “asignados franceses”.
 El Congreso autoriza por ley la emisión de los billetes el 27 de agosto de 1811, y el 18 de noviembre comienzan ya a circular. Se emitirán un total de un millón de pesos macuquinos en asignados. El artículo 2 del decreto enuncia cómo se distribuirían en las diferentes denominaciones: 400.000 de un peso; 75.000 de dos pesos; 37.500 de cuatro pesos; 18.750 de ocho pesos y 9.375  de dieciséis pesos. Los legisladores se percataron luego de que no habían incluido en la ley billetes con valor nominal expresado en reales, por lo que decidieron anular el artículo 13 que restringía la emisión de billetes de baja denominación para crear 20.000 pesos de unas pequeñas fichas de cartón, con la inscripción impresa de Estados Unidos de Venezuela. Vale 2 reales .
Estrellas y advertencia de muerte
La particularidad en el diseño de estos billetes mirandinos es que se visualiza el anverso y el reverso en un mismo plano. Los sellos confederados o sellos mirandinos servirán de alegoría en este papel moneda. Anverso: se puede distinguir el sol radiante de la Libertad y en su abismo el número 19, haciendo alusión a la fecha gloriosa del 19 de abril de 1810, año en que se constituyó la Junta Suprema Patriótica.
También se aprecian siete estrellas fulgurando en círculos, que simbolizan las siete primeras provincias que proclamaron su independencia, a saber: Caracas, Cumaná, Mérida, Trujillo, Barinas, Barcelona, Barinas y Margarita. En el exergo (inscripción que bordea la imagen en las monedas y billetes) se lee: “Estados Unidos de Venezuela 1811”.
En el reverso se observan unas naves, un cocotero esbelto, solitario, vigía de las playas; lleva por timbre en el cénit los rayos resplandecientes con el clásico 19, y como exergo la terrible amonestación: “Pena de Muerte al Falsificador”.
Impresos por Juan Baillío
La emisión de estos billetes fue realizada por el impresor oficial del Congreso, el francés Juan Baillío, cuya empresa estaba instalada en la esquina del Palacio Arzobispal (hoy de Gradillas a Sociedad). En ese mismo  taller se imprimió el Acta de la Independencia.
La plancha con que fueron grabados billetes era de madera y se elaboró toscamente con un cuchillo, en vez de hacerlo con buril, como corresponde en estos casos. Por ende, los billetes salieron con serios defectos. La falsificación no se hizo esperar, a pesar de haberse establecido la pena de muerte para los culpables de este delito.
Firmas ilustres
Esta primera emisión de agosto de 1811 llevó las firmas de Juan Germán Roscio, Bartolomé Blandín y Martín Tovar Ponte. Por tal tazón el pueblo despectivamente llamó a estos billetes “Roscio, Blandín, Tovar”.
El 7 de febrero de 1812 se autoriza una segunda emisión debido a las evidencias incuestionables de falsificación. Estos fueron firmados por Lorenzo de Sata y Zubira, José Alustiza y José Joaquín Yarza. En mayo de 1812 sale a circulación una tercera emisión, esta vez firmada por Yarza, Sata y Salicrup.
Como lógica consecuencia de esta anarquía en política monetaria se acentuaron las restricciones crediticias y estalla una acelerada alza de precios. Por esos días la arroba de carne, 12 kilos y medio, podía llegar a costar 4 reales de plata (medio peso macuquino), pero si se cancelaba en asignados había que pagar 48 reales, lo que reflejaba un incremento en el precio de 1.100 %.
El dulce llamado papelón valía un real de plata, cada porción de 3 libras, si lo pagaban en papel moneda costaba 8 reales (700% de incremento). Venezuela se sumergió entonces en una espiral hiperinflacionaria como nunca se había vivido y la gente comenzó a guardar las moneda y trataban de salir de un papel sin garantía a costa de cualquier sacrificio.
El repudio por parte del público hacia este papel monetario fiduciario fue de tal magnitud que abiertamente se llamaba a los realistas para que vinieran a eliminar esos billetes que habían generado inflación y pobreza, dado que era dinero inorgánico, sin ningún respaldo monetario real.
A finales de 1812, en el Manifiesto de Cartagena, Simón Bolívar reconocería el grave error de la primera emisión de papel fiduciario: “El papel moneda remató el descontento de los estólidos pueblos internos, que llamaron al Comandante de las tropas españolas para que viniese a librarlos de una moneda que veían con más horror que la servidumbre”.
Calcinados por el fuego
La Primera República se desploma el 30 de julio de 1812 con la llegada de Domingo Monteverde a Caracas. Días antes se había abogado para que en las proposiciones de la capitulación que se presentarían a Monteverde por intermedio del Marqués de Casa León se respetara a los tenedores de estos billetes, pero una vez instaurado el gobierno realista su circulación fue prohibida.
Al ser retomada militarmente Caracas por los patriotas el 6 de agosto de 1813, luego de las fulgurantes victorias de la Campaña Admirable, se comienza a indagar sobre el paradero del papel moneda emitido en 1811. La triste realidad fue que los billetes en su gran totalidad fueron quemados por Juan Budía, ayudante militar de Monteverde, que en su veloz huí- da ante la llegada de Simón Bolívar a Caracas se retiró a La Victoria, y allí, en el patio de su casa, incineró lo que sería el primer billete emitido en Venezuela. No se volverá a emitir papel moneda durante 28 años y será el hijo de Miranda, Leandro Miranda Andrews, quien emitirá de nuevo papel moneda, respaldado esta vez por el primer banco instalado en Venezuela, el Banco Colonial Británico.
Hoy podemos observar en el Museo Numismático del Banco Central de Venezuela algunos ejemplares de estos billetes que fueron idea del Generalísimo Francisco de Miranda. Coincidencialmente, en paralelo al panel donde se encuentran exhibidos los billetes mirandinos se muestra, para disfrute del público visitante, la última familia de los billetes y monedas emitidos por el Banco Central de Venezuela, que ya circulan: el bolívar fuerte.  

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