sábado, 24 de febrero de 2018

¿RESTAURACIÓN? “¡He encontrado al enemigo, y somos nosotros!”

por Luis Britto García

 

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El equipo perdedor envía una pandilla de sicarios a secuestrar y sacar del país al capitán de la oncena adversaria; soborna árbitros que descalifican a los jugadores estrella apenas pisan la cancha; hace detener a los emergentes mediante falsas acusaciones ante jueces comprados; suelta por las tribunas pistoleros que tirotean y desaparecen a discreción a la fanaticada; hordas que desmantelan las gradas y roban los equipos deportivos y tramposos que falsifican  marcadores y puntajes ¿Llamaríamos a esto  restauración deportiva? ¿O diríamos más bien que se trata de un desbordamiento del hampa que amenaza al partido?
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El nombre mata o da vida; cuando aceptamos una denominación vivificamos o asesinamos. Restauración suena a restablecimiento, a recuperación, a sanación. Restaurar una obra de arte es volverla a su forma genuina; hacer lo propio con una situación política es reintegrarle su legitimidad. Llamar restauración al latrocinio político es absolverlo. En los últimos desdichados acontecimientos de América Latina y el Caribe resulta impresionante la ausencia del consenso del pueblo. Para nada se consultó al hondureño sobre el secuestro de Mel Zelaya; el paraguayo no tuvo arte ni parte en la deposición de Lugo; nadie consultó al electorado brasileño sobre el derrocamiento de Dilma ni la judicialización de Lula. En ese rosario de delitos el único legitimado por elecciones es el de Argentina, y ello porque al progresismo se le ocurrió acudir a las urnas dividido. Mafias, pandillas y gavillas no restauran: se apropian de lo que no les pertenece.
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¿Pero cómo es posible que el delito suplante a la competencia institucional? Porque los progresistas respetan escrupulosamente las leyes que los delincuentes les legaron y que a su vez estos últimos no cumplen. No se puede cambiar el juego jugando con las reglas del juego. Pero es lo que los progresistas intentan una y otra vez dentro de sistemas que consagran la propiedad privada de los medios de producción como inconmovible fundamento; que veneran como artículos de fe  sentencias dictadas por camarillas de jueces designados por los propietarios y aplican normas en las cuales toda mejora del nivel de vida de la población es tipificada como delito. Lo que derrota a las izquierdas no es su audacia, sino su falta de acometividad. Cada instante que pasa un movimiento progresista protegiendo los intereses de sus enemigos de clase ahonda la sepultura que éstos le cavan.
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Dos opciones más tienen los progresistas para ser restaurados, vale decir, suprimidos: adoptar de los conservadores la ineficacia y la corrupción hasta convertirse en ellos. En la tira cómica Pogo Possum, de Walt Kelly, el protagonista exclama: “¡He encontrado al enemigo, y somos nosotros!” Creo que Orson Welles definió al Ciudadano Kane como un hombre que terminó convertido en aquello que odiaba. Para derrotar al adversario debemos vencerlo dentro de nosotros mismos.

 

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