Por:T/ Gerardo Cerrada

Billete mirandino de un peso, 1811. Colección Colombeia: Archivos del generalísimo Francisco de Miranda: http://www.franciscodemiranda.org
La naciente República creada el 5 de
julio de 1811 heredó del período de la Colonia la escasez de circulante
monetario. Al romperse los vínculos políticos con España todas las
relaciones comerciales con el Virreinato de México, fuente principal de
monedas metálicas, se tornaron cada vez más exiguas debido a que esas
regiones productivas aún estaban en manos de los realistas.
La situación económica de la incipiente
nación se tornaba cada vez más vulnerable. Todo esto fue agravado porque
al emigrar los realistas se llevaron buena parte de la moneda metálica.
Mario Briceño Iragorry señala que “la desorganización administrativa”
de la Repú- blica dejó las arcas vacías.
Los billetes de Miranda
Para hacer frente a tan delicada
situación Francisco de Miranda presenta al Congreso, el 14 de julio de
1811, un proyecto para emitir un papel moneda con respaldo en la renta a
futuro del tabaco y el café. Con esto esperaba atender las grandes
erogaciones que habían surgido para consolidar la estabilidad del
primigenio gobierno.
Miranda, protagonista de primer orden en
la Revolución Francesa, había sido testigo de cómo en la Francia
revolucionaria habían circulado a manera de intercambio en las
transacciones títulos mercantiles que fungían como papel moneda: los
llamados “asignados franceses”.
El Congreso autoriza por ley la emisión
de los billetes el 27 de agosto de 1811, y el 18 de noviembre comienzan
ya a circular. Se emitirán un total de un millón de pesos macuquinos en
asignados. El artículo 2 del decreto enuncia cómo se distribuirían en
las diferentes denominaciones: 400.000 de un peso; 75.000 de dos pesos;
37.500 de cuatro pesos; 18.750 de ocho pesos y 9.375 de dieciséis
pesos. Los legisladores se percataron luego de que no habían incluido en
la ley billetes con valor nominal expresado en reales, por lo que
decidieron anular el artículo 13 que restringía la emisión de billetes
de baja denominación para crear 20.000 pesos de unas pequeñas fichas de
cartón, con la inscripción impresa de Estados Unidos de Venezuela. Vale 2
reales .
Estrellas y advertencia de muerte
La particularidad en el diseño de estos
billetes mirandinos es que se visualiza el anverso y el reverso en un
mismo plano. Los sellos confederados o sellos mirandinos servirán de
alegoría en este papel moneda. Anverso: se puede distinguir el sol
radiante de la Libertad y en su abismo el número 19, haciendo alusión a
la fecha gloriosa del 19 de abril de 1810, año en que se constituyó la
Junta Suprema Patriótica.
También se aprecian siete estrellas
fulgurando en círculos, que simbolizan las siete primeras provincias que
proclamaron su independencia, a saber: Caracas, Cumaná, Mérida,
Trujillo, Barinas, Barcelona, Barinas y Margarita. En el exergo
(inscripción que bordea la imagen en las monedas y billetes) se lee:
“Estados Unidos de Venezuela 1811”.
En el reverso se observan unas naves, un
cocotero esbelto, solitario, vigía de las playas; lleva por timbre en
el cénit los rayos resplandecientes con el clásico 19, y como exergo la
terrible amonestación: “Pena de Muerte al Falsificador”.
Impresos por Juan Baillío
La emisión de estos billetes fue
realizada por el impresor oficial del Congreso, el francés Juan Baillío,
cuya empresa estaba instalada en la esquina del Palacio Arzobispal (hoy
de Gradillas a Sociedad). En ese mismo taller se imprimió el Acta de
la Independencia.
La plancha con que fueron grabados
billetes era de madera y se elaboró toscamente con un cuchillo, en vez
de hacerlo con buril, como corresponde en estos casos. Por ende, los
billetes salieron con serios defectos. La falsificación no se hizo
esperar, a pesar de haberse establecido la pena de muerte para los
culpables de este delito.
Firmas ilustres
Esta primera emisión de agosto de 1811
llevó las firmas de Juan Germán Roscio, Bartolomé Blandín y Martín Tovar
Ponte. Por tal tazón el pueblo despectivamente llamó a estos billetes
“Roscio, Blandín, Tovar”.
El 7 de febrero de 1812 se autoriza una
segunda emisión debido a las evidencias incuestionables de
falsificación. Estos fueron firmados por Lorenzo de Sata y Zubira, José
Alustiza y José Joaquín Yarza. En mayo de 1812 sale a circulación una
tercera emisión, esta vez firmada por Yarza, Sata y Salicrup.
Como lógica consecuencia de esta
anarquía en política monetaria se acentuaron las restricciones
crediticias y estalla una acelerada alza de precios. Por esos días la
arroba de carne, 12 kilos y medio, podía llegar a costar 4 reales de
plata (medio peso macuquino), pero si se cancelaba en asignados había
que pagar 48 reales, lo que reflejaba un incremento en el precio de
1.100 %.
El dulce llamado papelón valía un real
de plata, cada porción de 3 libras, si lo pagaban en papel moneda
costaba 8 reales (700% de incremento). Venezuela se sumergió entonces en
una espiral hiperinflacionaria como nunca se había vivido y la gente
comenzó a guardar las moneda y trataban de salir de un papel sin
garantía a costa de cualquier sacrificio.
El repudio por parte del público hacia
este papel monetario fiduciario fue de tal magnitud que abiertamente se
llamaba a los realistas para que vinieran a eliminar esos billetes que
habían generado inflación y pobreza, dado que era dinero inorgánico, sin
ningún respaldo monetario real.
A finales de 1812, en el Manifiesto de
Cartagena, Simón Bolívar reconocería el grave error de la primera
emisión de papel fiduciario: “El papel moneda remató el descontento de
los estólidos pueblos internos, que llamaron al Comandante de las tropas
españolas para que viniese a librarlos de una moneda que veían con más
horror que la servidumbre”.
Calcinados por el fuego
La Primera República se desploma el 30
de julio de 1812 con la llegada de Domingo Monteverde a Caracas. Días
antes se había abogado para que en las proposiciones de la capitulación
que se presentarían a Monteverde por intermedio del Marqués de Casa León
se respetara a los tenedores de estos billetes, pero una vez instaurado
el gobierno realista su circulación fue prohibida.
Al ser retomada militarmente Caracas por
los patriotas el 6 de agosto de 1813, luego de las fulgurantes
victorias de la Campaña Admirable, se comienza a indagar sobre el
paradero del papel moneda emitido en 1811. La triste realidad fue que
los billetes en su gran totalidad fueron quemados por Juan Budía,
ayudante militar de Monteverde, que en su veloz huí- da ante la llegada
de Simón Bolívar a Caracas se retiró a La Victoria, y allí, en el patio
de su casa, incineró lo que sería el primer billete emitido en
Venezuela. No se volverá a emitir papel moneda durante 28 años y será el
hijo de Miranda, Leandro Miranda Andrews, quien emitirá de nuevo papel
moneda, respaldado esta vez por el primer banco instalado en Venezuela,
el Banco Colonial Británico.
Hoy podemos observar en el Museo
Numismático del Banco Central de Venezuela algunos ejemplares de estos
billetes que fueron idea del Generalísimo Francisco de Miranda.
Coincidencialmente, en paralelo al panel donde se encuentran exhibidos
los billetes mirandinos se muestra, para disfrute del público visitante,
la última familia de los billetes y monedas emitidos por el Banco
Central de Venezuela, que ya circulan: el bolívar fuerte.
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