La política en materia educativa puesta en operación por
Finlandia tuvo como objetivo disminuir las desigualdades entre sus
habitantes. Finlandia es hoy una de las sociedades menos desiguales.
Las políticas públicas Finlandia desafían el sentido común. Dan
vivienda, sin condiciones, a personas que de otra forma tendrían como
techo el cielo y sus nubes —a lo que debe sumarse la nieve, recordando
que es un país situado al norte del mundo—, y les otorgan asistencia
para buscar trabajo. Este país tiene en marcha un programa, en fase
experimental, de entregar una renta básica a cada ciudadano por el solo
hecho de ser ciudadano, es decir, a cambio de nada.
A
pesar de éstos y otros contrasentidos, el sistema escolar finlandés es
uno de los más celebrados en el mundo gracias a que en las evaluaciones
de desempeño sus niños y adolescentes alcanzan los más altos puntajes a
nivel global, por lo que es objeto de estudio.
Queriendo dar con
la quintaescencia del sistema escolar de Finlandia y replicar su éxito
en otras latitudes, se le ha descompuesto en partes para examinarlo.
Así, se ha descrito que éste pondera la cooperación por encima de la
competencia, que sus maestros gozan de gran prestigio social, o que la
educación es pública y gratuita entre los 7 y los 16 años.
La
lógica apuntaría a que basta con que países como México reproduzcan
estos elementos para que sus niños y adolescentes alcancen los mismo
resultados en las evaluaciones internacionales de desempeño escolar que
los conseguidos por los niños y adolescentes finlandenses. Pero, como ya
se ha visto, los finlandeses son afectos a contravenir el sentido
común.
La política en materia educativa puesta en operación por
Finlandia en la década de los 70 del siglo pasado no tuvo como objetivo
último puntuar alto en las evaluaciones internacionales para acceder a
los créditos de instituciones internacionales o asegurar inversiones
extranjeras. La finalidad de esta política pública fue disminuir las
desigualdades entre sus habitantes. Finlandia es hoy una de las
sociedades con las menores brechas de desigualdades entre sus
ciudadanos.
El secreto del éxito de esta política para disminuir
las brechas entre los que más y lo que menos tienen fue —sí— instituir
la educación pública y gratuita, asegurando el acceso a la educación a
todos, pero también —y aquí va el contrasentido finlandés— suprimir la educación privada .
En la mayoría de los estudios que detallan las características del
sistema educativo finlandés, este último elemento suele obviarse.
La
reforma educativa de Finlandia puso en cuestión la política previa en
la materia, cuyo diseño consistía, grosso modo, en un sistema en el que
sólo los mejores estudiantes —la gran mayoría, provenientes de familias
de altos ingresos— podían continuar a estudios avanzados, tras una
selección que se hacía entre los alumnos de once años de edad, que para
entonces habían cursado los cuatro primeros años de escolaridad
primaria. En ese punto, se decidían los destinos. Los que quedaban fuera
de la selección —la gran mayoría, provenientes de familias de bajos
ingresos—, sólo terminaban sus estudios de primaria, para luego dejar la
escuela y comenzar a trabajar o recibir instrucción profesional. Este
sistema profundizó las desigualdades en la sociedad finlandesa.
Los
actores políticos y educativos finlandeses debieron reconocer que este
sistema educativo —del que sólo podían sacar provecho los estudiantes
provenientes de estratos sociales con privilegios— no sólo reproducía la
desigualdad a través de las generaciones, sino que también debilitaba
el tejido social del país.
Esto dio lugar a una serie de debates
públicos, en los que participaron políticos de todo el espectro
ideológico, así como académicos y educadores, de los cuales resultó la
política pública que decidía abolir la educación privada e instituir un
sistema integral que acoge a los alumnos de todos los estratos
socioeconómicos, tanto en primaria como en secundaria, hasta los 16 años
y reciben la misma enseñanza elemental en las mismas instalaciones.
El
resultado de esta reforma no sólo fue el cerrar la brecha de logros
entre los estudiantes más ricos y más pobres, sino que también convirtió
a Finlandia en una de las historias de éxito educativo global de la era
moderna.
Aumentar la calidad de la
educación para disminuir las desigualdades es una afirmación con la que
cualquier persona sensata estaría de acuerdo. Los finlandeses, tan
proclives a atentar contra las convicciones más profundas, en un gesto
excéntrico decidieron dar un “suelo parejo”, las mismas condiciones,
tanto al acceso como a los contenidos de la educación a todos los niños y
jóvenes. Y fueron más lejos: al abolir la educación privada evitaron
generar las condiciones que en el mediano y largo plazo produjeran
desigualdades en la sociedad.
El tejido social se reconstituyó,
toda vez que los ricos y los pobres conviven en el mismo espacio,
compartiendo la misma educación, de educadores que además están
convencidos de la pertinencia del proyecto educativo para disminuir las
desigualdades. Y los resultados los avalan: con la puesta en marcha de
la reforma educativa, en Finlandia, según calculan analistas, se
redujeron 25% las desigualdades en la sociedad finlandesa.
México
es uno de los países con los mayores índices de desigualdad. Distintos
trabajos académicos consignan que, en materia de ingresos, por ejemplo,
la riqueza del país se concentra en un sector muy pequeño de la
población. Como indica un trabajo reciente de El Colegio de México, las
desigualdades son determinantes en la vida de las personas. Alguien que
nace en una familia pobre tiene casi completamente asegurado el
permanecer en situación de pobreza por toda su vida. Las clases medias
no la llevan mejor, y resultado de la alta concentración de la riqueza
éstas viven en riesgo permanente de caer en la pobreza.
La lógica
de aumentar la productividad del país no ha derivado, pese las
opiniones de los expertos en economía, en disminuir las desigualdades.
“Seremos menos desiguales en tanto produzcamos más”, parece ser la
consigna. En otra vía, los finlandeses decidieron suprimir los espacios
excluyentes que derivaran en ventajas para algunos, en detrimento de la
mayoría. La escuela se constituyó en un espacio de encuentro para todos
los finlandenses, espacio en el que se conoce por cercanía la realidad
del otro. Tal vez sea momento de poner en suspenso nuestras certezas, y
probar con ideas que pudieran ir contra el sentido común.
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