El 29 de julio de 2018, hace doscientos
años, comenzó una controversia entre los gobiernos de la naciente la
República de Venezuela y el de Estados Unidos de Amé- rica. El impase
–protagonizado por Simón Bolívar y el agente estadounidense John Baptis
Irvine– se debió a la captura por parte del Ejército Libertador de dos
goletas de bandera estadounidense (Tigre y Libertad), que violaron el
bloqueo sobre los puertos de Guayana, Cumaná, La Guaira y Puerto Cabello
que el Libertador decretó el 6 de enero de 1817. La controversia fue
agria y se dio a través de cartas, en una de las cuales Bolívar expresó
una tajante sentencia del sentido que la libertad para los venezolanos:
“No permitiré que se ultraje ni desprecie al Gobierno y los derechos de
Venezuela. Defendiéndolos contra la España ha desaparecido una gran
parte de nuestra población y el resto que queda ansía por merecer igual
suerte”.
Bolívar ejercía la jefatura política y
militar de Venezuela, e instruyó a que todos los comerciantes y
autoridades fuesen notificados del decreto. Consciente de lo que
implicaba para las naciones neutrales, la decisión efectivamente se
divulgó en todos los puertos, incluidos los estadounidenses. Prueba de
ello es que el 6 de marzo de 1817, la Gaceta de Norfolk publicó la orden
del Libertador.
El decreto de Bolívar llevó a la captura
de varios barcos –no solo de España sino de algunos países neutrales–
cuyos cargamentos se estaban comerciando con los realistas. Hasta la
fecha de captura de Tiger (Tigre) y Liberty (Libertad) ninguno de los
gobiernos de los países de origen de los comerciantes y propietarios
afectados reclamaron ante las autoridades venezolanas.
Pero en esta ocasión se desató una
polémica que comenzó con protestas de los propietarios e incluyó la
acción directa de Irvine, a quien EEUU le encomendó la tarea de
gestionar la devolución de las referidas goletas.
A las goletas Tiger y Liberty se les
aplicaron las mismas medidas que a otras embarcaciones: retención de la
nave y captura de la carga. La Tiger había salido rumbo a Venezuela doce
días después de publicado el Decreto, por lo que tenía conocimiento del
mismo. La Liberty zarpó de Martinica en junio de 1817, es decir, cinco
meses después de publicada la orden.
Tanto la Liberty como la Tiger ya
navegaban por el Orinoco cuando fueron notificadas del bloqueo por los
capitanes de algunos barcos venezolanos que patrullaban el área y las
ayudaron remontar el río hacia el mar. Sin embargo, al poco tiempo
fueron encontradas navegando de regreso a puerto venezolano, con lo que
quedó demostrado que ambas violaron, deliberadamente, el bloqueo.
En respuesta a la captura, los
propietarios de las goletas iniciaron una agria campaña a través de la
prensa estadounidense contra los patriotas venezolanos, lo que trajo
como resultado la decisión del gobierno de EEUU de enviar a un agente
comercial a reclamar la devolución de los barcos y una indemnización
para sus dueños.
Un agente del imperio
El agente designado para tratar el
asunto fue John Baptis Irvine, un inmigrante irlandés, nacionalizado
estadounidense, que por años fue editor de varios periódicos. En su
haber tenía varias acusaciones y sentencias a prisión, entre otras cosas
por calumniar a ciudadanos valiéndose de su posición de periodista.
Durante años Irvine mostró especial
interés por las luchas de independencia emprendidas por líderes
latinoamericanos, incluidos el Generalísimo Francisco de Miranda y el
Libertador Simón Bolívar. Eso lo que lo llevó en 1808 a exigirle a John
Quincy Adams mayor información sobre las intenciones de Miranda, sin que
aquel se dignara responderle.
Lo cierto es que hasta 1816 publicó
información sobre las relaciones entre Bolívar y el presidente haitiano
Alexandre Pétion, y al igual que muchos periódicos estadounidenses, se
encargó de difundir las acciones de los patriotas en la lucha por
alcanzar la soberanía política de nuestros pueblos.
Cuando fue designado para gestionar la
devolución de los barcos, la actitud de Irvine hacia los patriotas
venezolanos fue particularmente hostil, si se toma en cuenta que, pese
al claro carácter imperialista del gobierno de EEUU, Adams lo instruyó
para que fuese lo más diplomático posible. Así se evidencia en una carta
del 31 de enero de 1818 en la que le indica que solicite “la
restitución o indemnización debida a nuestros ciudadanos en estos dos
casos” y le ordena que maneje el asunto “con toda esa discreción,
moderación y actitud conciliatoria hacia la autoridad existente, que se
debería a cualquier gobierno firmemente establecido, universalmente
reconocido”.
Es cierto que en la misma carta Adams
aclara que “se espera que exija con la firmeza debida a su cargo la
restitución de los derechos de los afectados”, pero el tono de las
cartas que Irvine dirigió a Bolívar es tan inapropiado que las propias
autoridades estadounidenses se han negado a hacerlas públicas por
considerarlas “ofensivas”. En cambio, se ha logrado ubicar 14 cartas
relacionadas o dirigidas a John Baptis Irvine, sobre el caso de las
mencionadas goletas.
Las cartas de Bolívar
Entre el 1° y el 18 de julio de 1818, el
Libertador escribió cuatro cartas sobre este asunto. En las primeras
tres, dirigidas a Luis López Méndez y a los generales Santiago Mariño y
Juan Bautista Arismendi, informa de la llegada de Irvine a Angostura. En
la cuarta le comenta a López Méndez sobre las entrevistas sostenidas
con el agente. Desde el 29 de julio hasta el 12 de octubre de ese mismo
año, el Libertador escribió nueve cartas a Irvine, donde expone,
jurídicamente, las razones que motivaron la captura de las referidas
naves. La última fue escrita, siguiendo instrucciones de Simón Bolívar,
por Pedro Briceño Méndez, y, como las otras, está destinada a Irvine.
En estas cartas el Libertador hace una
defensa magistral de la soberanía nacional, del derecho de los
venezolanos de legislar sobre el territorio, incluido el de bloquear
puertos y plazas, en aras de lograr la liberación e independencia total
de Venezuela, y además pone al descubierto la doble moral del gobierno
de Estados Unidos.
Las expresiones que usó el Libertador
son evidencia palmaria de su sentido de pertenencia, de su nacionalidad y
de su posición antiimperialista. A Irvine le recuerda, por ejemplo, que
los propietarios de las goletas Tigre y Libertad “olvidando lo que se
debe a la fraternidad, a la amistad y a los principios liberales que
seguimos, han intentado y ejecutado burlar el bloqueo y el sitio de las
plazas de Guayana y Angostura, para dar armas a unos verdugos”.
Esas cartas demuestran que lo ocurrido
hace 200 años constituye un acontecimiento histórico de vital
importancia en la actualidad, por cuanto se evidencia que antes del
discurso del 2 de diciembre de 1823, presentado por el presidente James
Monroe (1817-1825) y elaborado casi en su totalidad por John Quincy
Adams, Secretario de Estado para ese momento –discurso que ha llegado a
conocerse como la Doctrina Monroe– ya el alto gobierno de los Estados
Unidos tenía, como base de su política exterior, el interés de coartar
y/o limitar la soberanía de las nuevas repúblicas americanas, que para
la fecha se enfrentaban a la dominación española.
Un interés que ya forma parte de su
política de Estado, a la que hoy nos enfrentamos como pueblo por el
simple hecho de querer seguir siendo libres. A continuación reproducimos
algunos pasajes de las misivas firmadas por el Libertador:
Armas para los verdugos del pueblo
Los ciudadanos de los Estados Unidos,
dueños de las goletas Tigre y Libertad (…) olvidando lo que se debe a la
fraternidad, a la amistad y a los principios liberales que seguimos,
han intentado y ejecutado burlar el bloqueo y el sitio de las plazas de
Guayana y Angostura, para dar armas a unos verdugos y para alimentar
unos tigres, que por tres siglos han derramado la mayor parte de la
sangre americana (…) No son neutrales los que prestan armas y municiones
de boca y guerra a unas plazas sitiadas y legalmente bloqueadas.
Venezuela no discute sus derechos
Nadie puede disputar al Gobierno de
Venezuela el derecho de declarar en estado de bloqueo un puerto o
puertos, poseídos por el enemigo (…) del mismo modo que, si algunos
ciudadanos de los Estados Unidos tomasen servicio con los españoles,
estarían sujetos a las leyes que practicamos contra éstos (…) La
cuestión se debe reducir a examinar escrupulosamente si el Almirantazgo
de Venezuela ha tenido derecho para condenar las goletas Tigre y
Libertad. La cuestión no se cambia por el modo con que se ha examinado
el hecho, y el derecho no cambia porque está fundado sobre el hecho (…)
Pretender, pues, que las leyes sean aplicables a nosotros, y que
pertenezcan a nuestros enemigos las prácticas abusivas, no es
ciertamente justo, ni es la pretensión de un verdadero neutral, es, sí,
condenarnos a las más destructivas desventajas.
Pueblo en guerra
“Insiste V.S. en su reclamo intentando
probar la ilegitimidad de aquel acto; niega los hechos alegados por mí,
que constan de los procesos seguidos, y pretende que prevalezcan sobre
estos documentos judiciales las representaciones y protestas que los
interesados han dirigido al Secretario de Estado de los Estados Unidos
(…) La retaliación es el derecho más seguro y legítimo de que puede
servirse un pueblo en guerra.
En legítima defensa
La nación que quebrante primero la ley
es la única que puede llamarse infractora: y es la sola responsable de
este atentado. El enemigo que se sirve de las mismas armas con que se le
ofende, no hace sino defenderse. Esta es la ley más antigua y la más
universalmente conocida y practicada. Morir antes que humillarse La
razón y la justicia no necesitan de otros apoyos que de sí mismas para
presentarse (…) El amor a la patria, y a la gloria (…) merecen la
admiración y aplausos de los que tienen una Patria y aman su libertad
(…) no permitiré que se ultraje ni desprecie al Gobierno y los derechos
de Venezuela. Defendiéndolos contra la España ha desaparecido una gran
parte de nuestra población y el resto que queda ansía por merecer igual
suerte. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el
mundo entero, si todo el mundo la ofende.
Los pueblos han vencido a los imperios
Nada, de cuanto V.S. diga, puede
destruir la superioridad de nuestro ejército de tierra sobre el enemigo
(…) si éramos tan inferiores ¿por qué no se atrevió a presentarnos
batalla? ¿por qué en una persecución de más de cincuenta leguas no nos
esperó, ni nos obligó a desistir de ella? (…) El valor y la habilidad,
señor Agente, suplen con ventaja al número. Por fortuna se ha visto con
frecuencia un puñado de hombres libres vencer a imperios poderosos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario