HAY QUE VOLVER A LEER YA QUE SON LOS MISMOS QUE ENGAÑAN PARA QUE SE VAYAN DEL PAÍS-
Son consumidores en la red y portadores de una nueva cultura, pero también objeto de manipulación y exhibicionismo de la violencia, como está ocurriendo con muchos de ellos en Venezuela.

Eso no significa incoveniencia. Los
investigadores holandeses Jeroen Boschma e Inez Groen han propuesto la
categoría de “generación Einstein” para aludir a este macro-grupo y
esgrimen sobrados argumentos para fundamentar el respeto y la admiración
que les despiertan los jóvenes contemporáneos: conocen como nadie las
reglas del marketing, miran películas como semiólogos, analizan anuncios
como publicistas y siguen sin dificultad alguna la complejidad de House of Cards y de Lost.
Estos jóvenes se despliegan en un
universo simbólico donde sus padres y los adultos que los rodean
–“inmigrantes digitales”– no entran más que para balbucear torpemente.
Más rápidos y más inteligentes, se mueven como pez en el agua en el
ciberespacio sin pedir permiso a los mayores, y cada uno de ellos es un
medio de comunicación en sí mismo, que absorbe y distribuye información.
Como norma, confían más en las recomendaciones de amigos y en los
comentarios de las redes sociales, donde “el mundo real es mucho más pequeño que el mundo de la imaginación”, como diría Nietzsche.
En una primera mirada, daría la sensación
de que la red puede convertir inmensos territorios en aldeas utópicas
y, al hacerlo, concretar el sueño de la decisión colectiva e instantánea
de todos los ciudadanos. Pero conviene andar con cuidado. El bien
común, fin último de cualquier sociedad democrática, no es nunca la
simple suma de los puntos de vista individuales. La democracia exige
procesos de deliberación que llevan cierto tiempo y que requieren un
desplazamiento de los individuos del espacio privado al espacio público,
donde se reconocen libres e iguales y se convierten en ciudadanos. Las
redes virtuales son redes de convocatoria pero no redes de compromiso a
largo plazo. Pueden ser redes detonantes de procesos, pero también
neutralizar procesos porque muchas veces no convocan a la acción sino a
la pasividad y al facilismo de la comunicación virtual. Por tanto, las
nuevas tecnologías pueden ayudar a conectar, pero también aislar y
reforzar la dispersión. O pueden conectar al individuo social y
culturalmente, pero no políticamente.
Simon Sinek, profesor de Comunicación Estratégica de la Universidad de Columbia, asegura que no existe constancia de que los millennials hayan nacido y crecido con los valores del civismo y la responsabilidad.
Salvo en sus preferencias tecnológicas,
rara vez se identifican con alguna aspiración política o social. Su
falta de vinculación con el pasado y su aparente indiferencia hacia el
mundo real y hacia el futuro, las describió la revista Time, que los
bautizó como La generación del yo-yo-yo.

El filósofo de la “modernidad líquida”, Zygmunt Baumann, observó que el sello identitario le viene asignado al millennials casi
como una tarea: cada uno tiene que crear su propia comunidad. Pero las
plataformas tecnológicas donde cohabitan no crean comunidad, sino redes
-dos conceptos muy diferentes:
“La soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. En las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales. Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara”, dijo Baumann en una entrevista con El País.
En cualquier caso, estos jóvenes son a la
vez protagonistas y víctimas de la era digital. Son consumidores en la
red y portadores de una nueva cultura, pero también objeto de
manipulación y de exhibicionismo de la violencia, como está ocurriendo
con muchos de ellos en Venezuela.
Estudio de caso en Venezuela
Comunicado leído por “Rumbo Libertad” que
aparece replicado en las plataformas para las redes sociales más
populares en Venezuela.
En la pantalla aparece un grupo
disfrazado de “guarimbero”, el uniforme de un ejército de jóvenes
violentos que lleva máscaras y mortero rústico. Su símbolo es un águila
calva con las alas extendidas. Se autotitulan “La Resistencia”. El líder
declara que la libertad para ellos significa “ni democracia ni socialismo” (sic), que lo suyo es “cero diálogo” (sic)
. Irán a por ello como sea, advierte en el comunicado transmitido por
Facebook, Youtube, Twitter, Instagram y su página web:
“Así abran el canal humanitario, así
reconozcan a la Asamblea (Nacional), así liberen a los presos políticos,
así retiren la Constituyente, pondremos fin a la Revolución bolivariana
e instauraremos juntos la República de Venezuela, cueste lo que
cueste.”
Esta disposición de ánimo ha costado la vida a más de cien personas.
Casi 30 venezolanos hasta el día de hoy han sido quemados vivos,
incluidos cuatro integrantes de estos grupos que perecieron cuando los
artefactos incendiarios que utilizan en las protestas reventaron en sus
propias manos.
Roderick Navarro, el único que aparece
sin máscara en el vídeo y que se autotitula coordinador nacional de
Rumbo Libertad, se presenta como el capitán de uno de estos movimientos
de “jóvenes sin futuro” (sic), que no reconocen ni a la oposición ni al
chavismo, y que están dispuestos a llevar la “libertad” a Venezuela a
más tardar en una semana, en la calle y por vías violentas.
Toma prestado casi todos los elementos del nacionalismo extremo: el racismo, la xenofobia, el desprecio a la opinión diferente, la represión y el terror. Manifiesta
sin disimulo una mentalidad antisocial y una autopercepción de
supremacía respecto al resto de los grupos de la sociedad, incluidos los
opositores “dialogueros”, con total desprecio hacia los derechos de los
otros.
Por supuesto, no puede vivir sin el
exhibicionismo mediático. Una y otra vez repite este discurso en los
canales de televisión y en las redes sociales. Es evidente que sabe
“qué” quiere, pero jamás explica “para qué” lo quiere ni qué hay más
allá del horizonte para sus jóvenes seguidores.

Como se puede observar en la página de
Rumbo Libertad, en la mayoría de las imágenes y titulares que acompañan
las noticias aparece Roderick Navarro, que no disimula su afán de
protagonismo.
El objetivo a corto plazo se reitera
también, una y otra vez, en las imágenes que divulgan y prolongan la
violencia simbólica. En la cuenta personal de Roderick Navarro en
Twitter, aparece el siguiente cartel de “los sin futuro”, que es toda
una declaración de principios:

Nótese que han superpuesto la imagen de
un joven con una pistola a punto de disparar — el elemento central de la
composición — sobre la iconografía del líder bolivariano Hugo Chávez,
en uno de los afiches de la Juventud del Partido Socialista Unido de
Venezuela (PSUV).
Con estas credenciales, Rumbo Libertad se
presentó ante los ex presidentes latinoamericanos que asistieron a la
encuesta que la oposición venezolana organizó el pasado domingo. El
grupo, reunido con Andrés Pastrana (Colombia), Laura Chinchilla (Costa
Rica) y Jorge Quiroga (Bolivia), vivía su minuto de gloria, que lo usó
irresponsablemente para dotar de más combustible internacional al
discurso de odio contra el gobierno del Presidente Nicolás Maduro.

El ex presidente colombiano Andrés
Pastrana divulgó desde su cuenta en Twitter @AndresPastrana_ la imagen
de su reunión con “Rumbo Libertad”. En la foto también aparecen otros
dos ex presidentes: Laura Chinchilla, de Costa Rica, y Jorge Quiroga, de
Bolivia. El tweet dice: “Ayer con los #libertarios en compañía de los expresidentes @Laura_Ch y @tutoquiroga en @la_patilla”.
Pero, ¿cuál es el ideario de estos
jóvenes? ¿Qué los sostiene? El discurso que proyectan, como se aprecia
en el video, tiene una elaboración intelectual baja, enfocado casi
exclusivamente en la instantaneidad. Pueden alcanzar su objetivos “sin retrasos ni vacilaciones”, dicen.
No ofrecen explicaciones, sino más bien actúan, se presentan e intentan imponer una conducta. “La lucha no es para resolver los problemas de los políticos”,
única frase que se acerca a un por qué. Su punto de vista central es el
combate y no las ideas, y no solo lo expresan verbalmente, sino que lo
refuerza la estética “guarimbera” que los diferencia del resto de sus
contemporáneos en el mundo, aunque copian los escudos de las protestas
en Ucrania, las capuchas del ISIS y los cócteles molotov de los
terroristas de medio mundo.Emulan con los neonazis, que buscan ejercer la violencia “solo porque es una muestra de que ellos son superiores”, como los describe Ximena Tocornal, de la Universidad Diego Portales, de Chile:
“Para los neonazis este mundo está dividido entre los que son como ellos y el resto e incluso consideran que más abajo hay otra clase de personas, que son quienes no debieran existir simplemente. Se justifica en su lógica denigrar, maltratar e incluso exterminar a esos individuos para dentro de su marco normativo, salvar al mundo de esta especie de inferiores.”
Estos grupos recrean la mitología
céltica, vikinga, íbera, grecorromana, la cruz ardiente del Ku Klux
Klan. Algunos son ultracatólicos, como este grupo que reza antes de
salir de caza.
En otras palabras, la utilización de la violencia en el eje de su actuación es el rasgo más característico de estas bandas. La
utilizan tanto para amedrentar a los demás, como para hacerse
propaganda y para captar adeptos. Comparten de hecho algunos rasgos que
se aprecian en grupos violentos en Venezuela:
- Normalmente “salen de caza”, sobre todo a partir de los llamados a la desobediencia civil, los trancazos y las convocatorias a paros y protestas de la oposición.
- Cuando atacan lo hacen siempre en grupo no mayores que el que aparece en el video de Rumbo Libertad y ejercen la violencia contra personas aisladas o grupos en desventaja. Como ocurrió con el linchamiento a Orlando Figuera en Altamira, en Caracas, el pasado 20 de mayo, buscan los objetivos más fáciles.
- A veces atacan a personas o grupos escogidos, pero otras al primero que se encuentran, o que les mira, o que viste de una manera que no les gusta, o a quien le resulta más fácil. Es el caso de Carlos Ramírez, que fue golpeado y quemado solo por su apariencia a la salida del Metro de Altamira, en Caracas, el 17 de mayo.
- Pretenden crear “zonas francas”, en las que atacan a cualquiera que les desagrade, como ocurre en ciertos lugares del Este de Caracas o en sitios localizados de Anzóategui, Valencia y Carabobo y ha documentado Red58.org. A las personas que viven en estos lugares se están dirigiendo campañas publicitarias antigubernamentales, segmentadas específicamente para los jóvenes que viven en esas zonas.
- Cuando atacan lo suelen hacer a traición, por la espalda y en grupo. Utilizan de entrada una enorme violencia. Pelean siempre varios contra uno. Pegan a la víctima en el suelo y buscan causar el mayor daño físico posible, con el mínimo costo para ellos. Lo filman todo para colocarlo inmediatamente en las redes sociales. Luego huyen rápido. (En este mapa puede ver el testimonio gráfico de estas acciones.)
- Reivindican políticamente sus acciones con planteamientos sumamente
simples y contradictorios, como se ve en el video que aparece en este
artículo.
Imagen utilizada en las redes que acompaña el discurso de odio de estos grupos.
- La violencia, aunque a simple vista pueda parecer ciega e irracional, forma parte de una estrategia política, aunque esta tenga una perspectiva cortoplacista. Con ella pretenden conseguir varios objetivos: por un lado, es su principal arma de propaganda y les sirve también para atraer a sus bandas a adolescentes frustrados que se sienten superiores dentro de un grupo que intimida a los demás -es interesante que en el comunicado de Rumbo Liberatad, el líder del grupo dice: “ Los verdaderos patriotas no tenemos nada que ceder y por eso no infundimos frustración”. Por otro, quieren generar miedo entre los que consideran sus objetivos (chavistas, izquierdistas, comunistas y otros grupos opositores opuestos a la violencia).
- La actuación violenta está diseñada para contribuir a crear un clima de inseguridad general y de enfrentamientos, que les permita presentarse como la opción política que ofrece la restauración del orden (su “nuevo orden”), porque como dice Roderick Navarro en su video “somos más fuertes”.
Pero lo que articula todas estas premisas es la condición de secta, cuyo denominador común es el grupo etáreo, los millennials.
Sus integrantes son individuos de edades que oscilan entre los 13 y
hasta 30 años, con preferencias en quienes no superan los 18 años. Estos
son los que usualmente aparecen en la primera línea de combate, los más
agresivos, aquellos a los que los mayores manejan y utilizan en sus
ataques porque, al ser adolescentes, comparten la cultura del videojuego
con altas dosis de tolerancia hacia los escenarios violentos, y sus
delitos tienen menos complicaciones legales.
Como se aprecia en este estudio de caso,
los grupos en realidad tienen una limitada militancia activa. En el
video, la cámara proyecta un plano cerrado porque “el escuadrón de la
Resistencia” no supera los 40 integrantes, a pesar del esfuerzo por
aparentar masividad y reiterar que son los “verdaderos patriotas” y “los
legítimos representantes del pueblo venezolano”. Eso sí, tienen un
cordón umbilical con los millares de millennials de su país,
con quienes comparte la edad, el discurso excepcionalista, el móvil a
toda hora y el apasionado discurso de enfrentamiento a la autoridad.
Solo que la pasión no mata, pero el odio
sí. Los que se deciden a matar, lo hacen por odio, no por amor. Y
obviamente, si tenemos en cuenta a los expertos que intentan explicar
qué ha pasado en el universo de la cibercultura, hay una gran diferencia
entre los millennials a lo Roderick Navarro y todos los demás que en Venezuela prefieren vivir en paz.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario