por Rosa Miriam Elizalde
El #23F aporta la primera gran
evidencia de que la izquierda en el continente aprende a defenderse y
hacerle frente a la guerra de nueva generación.
Comparto solo unas notas y unas
mediciones preliminares que permiten adelantar algunos conceptos que
median la disputa entre Estados Unidos y América Latina por el
territorio digital y que se expresaron en torno al “Día D” #23F.
“En Venezuela marcha una provocación dirigida personalmente por el imperio estadounidense (…) no cabe duda de que Trump pretende montar un golpe de Estado en el país”, afirmó el presidente Nicolás Maduro el pasado 24 de enero, y los hechos no han hecho otra cosa que probarlo.
Los altísimos decibeles contra Venezuela
del discurso del presidente Barack Obama, primero, y de Donald Trump,
después, con el inflamable senador Marco Rubio de Mariscal de Campo en
Cúcuta, no es un sarampión que eventualmente terminará por pasar, si
logran o no sus objetivos. Está en la arquitectura del sistema de
seguridad nacional estadounidense e incluye las redes como territorio de
primer orden para los objetivos del gobierno estadounidense, cuyas
operaciones de influencia global no son ataques dispares contra el
enemigo de turno.
El Departamento de Defensa a través de la Defense Advanced Research Projects Agency (DARPA) creó el Social Media in Strategic Communications(SMISC) con
el doble objetivo de “identificar y contrarrestar las campañas de
desinformación y de engaño del enemigo en las redes sociales, reduciendo
la capacidad del adversario de manipular del entorno informativo”. El
programa fue develado en 2011 y, supuestamente, concluyó en 2015 después
de una ola de críticas, aunque especialistas en el tema aseguran que sus estructuras siguen tan vitales y actuantes como entonces.
En 2010, el Departamento de Estado creó
el Center for Strategic Counterterrorism Communications (CSCC), que
sigue utilizando abiertamente las redes sociales como plataforma para
contrarrestar la “propaganda enemiga”. En palabras de su fundador, el embajador retirado Richard LeBaron, “el
CSCC materializa la especialización de la diplomacia pública en el
campo de las redes sociales, como los equipos SEAL se especializan en
acciones contraterroristas en el plano táctico”.
El CSCC cuenta con tres equipos
multidisciplinares: Inteligencia y Análisis, Planes y Operaciones, y el
Digital Outreach Team (DOT), encargados del planeamiento, análisis,
diseño y producción de las campañas gráficas y su seguimiento. Su
capacidad de interacción en Twitter es casi en tiempo real y alcanza un
elevado nivel de interacción en conversaciones con extremistas de todas
partes del mundo.
“Los combatientes son guerreros
cibernéticos profesionales, empleados del gobierno de Estados Unidos o
contratados en terceros países, además de experimentados guerrilleros
aficionados que persiguen objetivos muy bien definidos con precisión
militar y herramientas especializadas. Cada tipo de combatiente trae un modelo mental diferente al conflicto, pero usa el mismo conjunto de herramientas”, afirma Renee DiResta en su ensayo “The Digital Maginot Line”.
Esos entramados están ahora mismo
operando en Venezuela, como lo han hecho en otros escenarios. Estas
campañas a menudo se perciben como un caos orgánico impulsado por
acciones emergentes en línea y acciones de aficionados, cuando
de hecho son ayudadas o instigadas por entes estatales e institucionales
sistemáticas que van de arriba hacia abajo con entramados
jerárquicamente bien establecidos.
Exactamente lo que se percibe cuando sacamos la cabeza del bombardeo noticioso en el Timeline de Twitter y nos
aparece como eje informativo de todos los canales tradicionales y
digitales la escuadra Trump-Rubio-Pompeo-Bolton-Abrams, que a diferencia
de otras guerras, por primera vez, ha montado la operación golpista un
día ampliamente publicitado -el 23 de febrero-, y en un espacio
geográfico y públicamente definido: Cúcuta.
La prueba de la rectoría política de Estados Unidos en la campaña digital está a la vista. Basta con seguir el Timeline de Marco
Rubio en Twitter. El 23 de febrero envió más de 50 mensajes y retuits
para incitar acciones violentas contra el gobierno de Nicolás Maduro,
incluida la incitación al magnicidio, que viola abiertamente los
términos y condiciones de esta plataforma social:

La herramienta Account Analysis de Luca
Hammer refleja la agitada actividad anti-venezolana en Twitter del
senador, que el 23 de febrero dirigía desde Cúcuta el cuartel general de
la provocación contra Venezuela. Según esta herramienta, del 21 al 23
de febrero, las etiquetas más tuiteadas por Marco Rubio fueron:
#Venezuela (149), #Maduro (22), #MaduroRegime (15), #Colombia (11),
#Cuba (11), #Caracas (7) e #Israel (7).

En esos más de 50 tweets del 23 de febrero, el senador adelantó la información de acciones que estaban previamente diseñadas para inculpar al chavismo, como la fake news de que militares cubanos participaban en operaciones en territorio venezolano, sin aportar prueba alguna.
Por ejemplo, en el siguiente tweet
responsabiliza al gobierno venezolano de asesinar a civiles e incendiar
tres camiones, poco antes de que las redes se inundaran de videos,
testimonios, fotos aéreas e información que probaban que el incendio se
había producido del lado colombiano, y que la principal víctima de las
agresiones fue la fotógrafa chilena Nicole Kramm, blanco del ataque
perpetrado por seguidores del presidente designado por Estados Unidos,
Juan Guaidó, en la frontera colombiana:

La sala situacional para la guerra informativa, trasladada en pleno a Cúcuta como se aprecia en esta foto que sacó de sus casillas a Marco Rubio, mostró cómo las redes sociales no son exactamente foros sin moderación. Estados
Unidos dirigió la campaña y no solo actuó al margen de la regulación
tradicional de los medios, sino contra las propias normas de las
plataformas sociales y hasta contra un mínimo de normas básicas que se
supone debe contener la actuación de políticos y parlamentarios en el
mundo.
El uso de fake news ese día no
solo ha supuesto una profunda corrupción de políticos que no dudan en
utilizar la mentira y la manipulación para lograr sus objetivos, sino
que la mentira y la desinformación se planificaron previamente y se
utilizaron deliberadamente para encender la mecha de la guerra con
actores interesados, más que en proveer información, en producir
reacciones políticas, polarizar y “prender fuego” en los territorios
virtuales y físicos.
Hay hartas discusiones en la izquierda
acerca de qué es lo primero, si tomar la calle o tomar la red, como si
fueran excluyentes. Los chavistas han comprendido que si hay una tarea
política fundamental es la de acabar de entender que la vida on
line y off line no van separadas, son una continuidad, forman parte de
un solo cuerpo, y que hay que saber apreciar este cuerpo único como
termómetro de la vida social y medidor del pulso de la política.
El territorio fundamental en la
guerra de información es la mente humana. Si no eres un combatiente,
eres el territorio. Y una vez que un combatiente gana sobre un número
suficiente de mentes, tiene el poder de influir en la cultura, la
sociedad y la política. Este principio del nuevo ecosistema mediático
parece que empieza a ser comprendido por las fuerzas revolucionarias.
Como ocurre en el territorio físico,
hemos visto en la operación mediática contra Venezuela la inducción a
gran escala por parte de la oposición de tácticas de guerrilla urbana
con poca información y carga excesiva de emoción negativa en la gente,
utilizando para ello los chats de plataformas telefónicas, de las redes
sociales y los servicios para recaudar fondos por Internet.
El concierto Venezuela Aid Live, convocado por el multimillonario británico Richard Branson en Cúcuta, es un paradigma de esta estrategia. Su
objetivo era sacar a la oposición de sus catacumbas virtuales y
movilizarlas a la frontera colombo-venezolana como barricada para la
escalada mediática y política, y de paso monetizar la operación. (Por
cierto, poco se sabe de los 100 millones de dólares que supuestamente
recaudarían:
La ofensiva del #23F contra el chavismo
fracasó estrepitosamente porque, además de otras variables que apuntan a
la unidad cívico-militar y a la fortaleza del liderazgo venezolano, hay
una altísima presencia de la población en la red y una actuación
militante de la ciudadanía, que enfrenta a la oposición en las calles y
en las redes.
El chavismo conoce y se apropia del
discurso del liderazgo, acompaña sus propuestas y etiquetas, y desagrega
los conceptos para generar contenido propio de forma muy activa.
Entiende cada red social y su estilo, y traslada sus mensajes de manera
creíble y personalizada. Las etiquetas del golpismo y el
intervencionismo en los últimos tres días no han podido señorear las
tendencias de Twitter en el país, aunque han hecho un aporte a los
hábitos de la red del pájaro azul: la aparición de un hashtag en inglés
en el trending de un país de habla castellana, como advirtió agudamente Erin Gallagher:
A diferencia de la guarimba de 2017,
donde se produjo una total esquizofrenia entre lo que ocurría al
interior de Venezuela y la narrativa de medios y redes fuera del país, esta vez se logró romper la cámara de eco de la derecha internacional alineada con la operación de guerra.
La definición canónica de una cámara de
eco es la situación en la que información, ideas o creencias son
amplificadas por transmisión y repetición en un sistema cerrado donde
las visiones diferentes o competidoras son censuradas, prohibidas o
minoritariamente representadas. En otras palabras, solo suelen rebotar
las ideas de una derecha que se moviliza a la velocidad de un clic y que
utiliza laboratorios para moverse en la Internet profunda y actuar
sobre las emociones y los intereses de millones de personas.
Esta situación se quebró en estos
días. La derecha ha movilizado a sus actores, pero no han logrado
convencer a los que están fuera de sus burbujas. El
territorio mental ya no parece ser una posesión exclusiva de los grandes
conglomerados mediáticos y sus abrumadores ecos digitales, subordinados
a operaciones militares que nos han metido de cabeza en una guerra de
nuevo tipo. Ya en 1970, McLuhan escribió, en La cultura es nuestro negocio, “la Tercera Guerra Mundial es una guerra de guerrillas de información sin división entre la participación militar y civil”.
La escasa transparencia entre lo
militar y lo civil, y la permeabilidad de la frontera digital, que hasta
ahora habían favorecido a la oposición, ha terminado inclinando la
balanza a favor del chavismo con una mejor concertación de los
esfuerzos de cientos de medios digitales alternativos y usuarios comunes
de las redes que han replicado abrumadoramente las denuncias de la
operación mediática dirigida desde Cúcuta.
El chavismo presentó una propuesta más
racional y moralmente consistente, que le permitió halar a segmentos
críticos de sus propias fuerzas, a la mayoría de los indecisos e
incluso a sectores moderados de la oposición hartos de la violencia, y
que por primera vez sale de la frontera nacional y planta cara a los
laboratorios internacionales que se han movilizado en esta guerra
informativa.
Para corroborar esta hipótesis hicimos mediciones de dos etiquetas distantes entre sí en el espectro político, utilizando Socialberaring, a una misma hora del 24 de febrero de 2019, a las 10:00 am. Esta herramienta analiza el impacto de un hashtag en Twitter
según el periodo de tiempo que la herramienta determina y calcula el
alcance, las impresiones, el total de RTs y favoritos, y muestra los 100
últimos publicados. Los tuits relacionados pueden filtrarse por idioma,
tipo de contenido y geolocalización
La etiqueta #IntervencionMilitarYa,
el 24 de febrero, revelaba que la mayor cantidad de usuarios
provinieron de Brasil, y que los de Estados Unidos y Colombia, sumados,
duplicaban a los que tuitearon desde Venezuela.
El 74 por ciento de los mensajes
compartidos con la etiqueta #IntervencionMilitarYa se produjeron desde
los móviles, con lo cual se verificó, una vez más, la preeminencia de
estos terminales en los escenarios de confrontación informativa.

Al mismo tiempo, analicé la etiqueta #ManosFueraDeVenezuela. Como se puede apreciar, se
replicó en una mayor cantidad de países, y ampliamente los mensajes en
varios países de la región superaron los emitidos por el chavismo desde Venezuela. Desde hace varios años he seguido de cerca las campañas en redes sociales contra Venezuela, y no había observado algo similar:
El chavismo y las fuerzas progresistas en
la región, con el acompañamiento de voces en Estados Unidos, se
movilizaron en las redes para romper el cerco mediático. Salieron del
esquema de la gacetilla de prensa y de la comunicación unidireccional,
al cuerpo a cuerpo en la disputa de sentido, con el acompañamiento de
algunas figuras de primera línea (influenciadores), que
encabezaron las tendencias revolucionarias y utilizaron las redes, en
particular Twitter, en la plenitud de su potencial. Respondieron
consultas, interactuaron con las audiencias, replicaron orgánicamente
con creatividad y humor los desmentidos a las operaciones de propaganda
de la oposición y de los voceros de Estados Unidos, y desafiaron de tal
manera los puntos de vista de la sala situacional de Cúcuta, que
hicieron cometer graves errores al enemigo, como esos tweets emocionales
de Marco Rubio llamando al magnicidio de Maduro.
Es evidente que se produjo una “escucha activa” en el progresismo, es decir, la atención a las demandas de otros usuarios,
a la vez que se identificaban tendencias y puntos de interés de la
audiencia, lo cual ha facilitado un ámbito de interacción horizontal que
disparó la información y los argumentos de las fuerzas progresistas
fuera de la zona de confort que integra su propia militancia.
Aunque como dije al principio se
requieren de otras mediciones, se puede adelantar con los datos que
tenemos delante que el #23F opositor no solo fue una soberana derrota
política para la derecha comandada en Cúcuta por Marco Rubio, sino
la primera gran evidencia de que la izquierda en el continente aprende a
defenderse en la redes y hacerle frente a la guerra de nueva generación
a escala regional.
Este artículo fue publicado originalmente en Medium, el 25 de febrero de 2019.
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