por Abel González Santamaría
Sin embargo, la joven nación no pudo lograr la igualdad proclamada
entre sus ciudadanos y tuvo que esperar casi un siglo para declarar la
abolición de la esclavitud. El uso indiscriminado de la fuerza
caracterizó a casi la totalidad de los gobiernos norteamericanos. De la
matanza de la población originaria en las tierras conquistadas para
conformar la Unión y la usurpación de territorios hacia el sur, a las
guerras imperiales de los siglos XX y XXI, se ha entronizado la cultura
de la violencia. Las posiciones extremas, el odio y el empleo de las
armas de fuego se convirtieron en los principales postulados ideológicos
de determinados grupos sociales.
La discriminación en Estados Unidos perdura en el tiempo. Aún
persisten tendencias que defienden el «ideal norteamericano» de clase
media y alta, conocidos como los «wasp» (acrónimo en inglés de «blanco,
anglosajón y protestante»). Generalmente es asociado a los
estadounidenses blancos que defienden los valores tradicionales y
rechazan la influencia de cualquier etnia, nacionalidad o cultura ajena a
la suya.
Pero la realidad es que la sociedad norteamericana es cada vez más
heterogénea, polarizada políticamente y con una marcada desigualdad
social. La nación se fue conformando por constantes flujos y oleadas
inmigratorias. Constituyen el área más importante de inmigración en el
mundo actual. La mayoría abandona sus países natales para cumplir el
denominado «sueño americano»: igualdad de oportunidades y libertad que
permite que todos sus habitantes logren sus objetivos en la vida
únicamente con el esfuerzo y la determinación, encontrar un trabajo
digno con perspectivas de futuro o para montar su propio negocio,
adquirir una casa, un automóvil, en fin cualquier bien material que
satisfaga sus aspiraciones. En resumen: naces pobre, trabajas duro y te
haces rico.
Se debe reconocer que Estados Unidos a primera vista deslumbra a
cualquier viajero que visite su territorio. Posee abundantes recursos
naturales, una infraestructura desarrollada y una alta productividad. Es
líder a nivel mundial en la investigación científica e innovación
tecnológica y tiene un elevado desarrollo cultural en el cine, la
música, el teatro, el baile, la arquitectura, la literatura y el
deporte. Al propio José Martí desde su arribo a Nueva York en 1880, le
impactó la nueva etapa de modernidad que experimentaba la nación
norteña: «Todo empuja, precipita, exaspera, exacerba, arrastra. Se tiene
miedo de quedarse atrás […] Todo es ferrocarril, teléfono, telégrafo».
Pero Martí también pudo apreciar la desigualdad social entre sus
habitantes, la que se fue incrementando con el tiempo. Lo que había
proyectado el presidente Lincoln en 1863 de un «gobierno del pueblo, por
el pueblo y para el pueblo», realmente se ha convertido en un sistema
del «1 %, por el 1 % y para el 1 %». Según el estadounidense Joseph E.
Stiglitz, Premio Nobel de Economía, el «sueño americano» es un mito: el 1
% de la población disfruta de las mejores viviendas, la mejor
educación, los mejores médicos y el mejor nivel de vida. Los mercados
por sí solos no son eficientes ni estables y tienden a acumular la
riqueza en las manos de unos pocos, mientras los Estados y gobiernos que
siguen los dictados neoliberales dan ventaja solo a los más ricos.
El candidato presidencial demócrata Bernie Sanders publicó en junio
del 2016 un artículo en The New York Times, que ilustra la compleja
situación social que atraviesa su país:
Casi 47 millones de estadounidenses viven en la pobreza. Se estima
que 28 millones no tienen seguro médico, mientras que muchos otros no
poseen seguro suficiente. Millones de personas están luchando con
niveles escandalosos de deuda estudiantil. Tal vez por primera vez en la
historia moderna, nuestra generación más joven probablemente tendrá un
nivel de vida menor que el de sus padres. Es alarmante que millones de
estadounidenses pobremente educados tendrán una expectativa de vida
menor que la de la generación anterior, a medida que sucumben a la
desesperación, las drogas y el alcohol.
Diversas leyes y prácticas estadounidenses, sobre todo en materia de
justicia penal y de menores, inmigración y seguridad nacional, violan
derechos humanos reconocidos internacionalmente. Las personas que
tienen menos posibilidades de defender sus derechos ante los tribunales o
a través del proceso político ―como miembros de minorías raciales y
étnicas, inmigrantes, menores, personas de bajos recursos y reclusos―
son las más expuestas a sufrir abusos. En Estados Unidos 2,37 millones
de personas están encarceladas, lo que representa la mayor población
penitenciaria del mundo. Alrededor de 12 millones de personas pasan por
cárceles de condado cada año.
Según la Oficina del Censo de Estados Unidos, en el 2014 vivían en
la pobreza 46,7 millones de personas (14,8 % de la población). Los
blancos representaban aproximadamente el 77 % de la sociedad, los
afrodescendientes el 13 % y los hispanos el 17 %. Sin embargo, solo el
12,7 % de los blancos eran pobres, en contraste con el 26,2 % de los
afrodescendientes y el 23,6 % de los hispanos.
También la situación de las mujeres estadounidenses se está
deteriorando y los niños viven en un ambiente preocupante. Por cada
dólar de salario que reciben los hombres, las mujeres de Estados Unidos
reciben 79 céntimos. El porcentaje de mujeres en situación de pobreza
se ha incrementado a lo largo de la pasada década, al pasar del 12,1 %
al 14,5 %. La Organización Internacional de Trabajo de las Naciones
Unidas indicó que Estados Unidos es el único país industrializado que
no cuenta con una ley general para las prestaciones monetarias que se
les dan a las mujeres durante la baja por maternidad.
Las minorías en la nación norteamericana también estuvieron en una
grave situación en cuanto a la desocupación laboral. Según los datos de
la Oficina de Estadísticas Laborales del Departamento de Trabajo de
Estados Unidos, las tasas de desempleo en junio del 2016 fueron de 4,4 %
para blancos, 8,6 % para negros y 5,6 % para hispanos. En los jóvenes
entre 16 y 19 años, la situación empeoró. El 14,1% de los blancos de
este rango de edad está desempleado; así como el 31,2 % de los negros y
el 17,1% de los hispanos.
Existe un gran descenso del nivel de vida de la clase trabajadora en
Estados Unidos, que ha experimentado una baja del 10 % en los salarios
en los últimos 15 años. El descenso de los ingresos a los trabajadores,
ha creado la percepción que existe en la nación norteamericana de que
«los hijos vivirán peor que sus padres».
Otro de los males que amenaza la sociedad norteamericana es el
incremento del consumo de droga desde el 2007, como la heroína. Un
informe publicado en el 2016 por la Administración para el Control de
Drogas de Estados Unidos, reveló que la heroína está disponible en
grandes cantidades, es usada por un mayor número de personas y causa un
número creciente de muertes por sobredosis. En el 2014 murieron 10 574
estadounidenses por sobredosis de heroína, más del triple de lo
registrado en el 2010.
En un informe reciente de la agencia federal para el Control y
Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, en el 2015 las muertes por
heroína (12 989) superaron a los homicidios con armas de fuego (12 979)
por primera vez en la historia del país. En el 2007 los homicidios con
armas de fuego causaban aun cinco veces más muertes que la heroína, lo
que da una idea de la magnitud de la epidemia en los últimos años de
esta sustancia, que sumada a otros opiáceos naturales y sintéticos
(drogas ilegales y abuso de medicamentos) provocaron más de 30 000
muertos en el 2015 y se pronostican cifras peores al concluir el 2016.
También la esperanza de vida en Estados Unidos descendió por primera
vez desde hace más de dos décadas. El aumento de las muertes por
enfermedades cardiovasculares, diabetes, sobredosis de drogas y
accidentes contribuyó a que en el 2015 empeoraron las expectativas como
no lo habían hecho desde la epidemia de Sida de los años 90. En el 2015
se registraron un total de 2,7 millones de muertes, 86 000 más que en el
año anterior. La tasa de mortalidad para el total de la población
creció un 1,2 % de un año para otro, algo que no ocurría desde 1999.
La compleja situación social provocó que se incrementaran los niveles
de inseguridad en todo el país. Jardines de niños, escuelas,
universidades, iglesias, centros comerciales, oficinas y lugares
recreativos han sido escenarios de sangrientos sucesos. Durante el 2015
se produjeron 372 tiroteos masivos y 367 muertos. Pero no solo hay más
asesinatos múltiples que días. También hay más armas de fuego que
personas en toda la Unión. Cada 28 horas como promedio muere un
afroamericano o un latino en Estados Unidos a manos de la policía o las
fuerzas de seguridad.
El número de muertes causadas por el uso abusivo de armas por parte
de la Policía estadounidense es cada vez más preocupante. En el 2015,
965 personas murieron disparadas por la Policía y tuvieron lugar 51 675
incidentes con armas de fuego que dejaron 13 136 muertos y 26 493
heridos. También la vida y la seguridad de las propiedades de los
ciudadanos se vieron amenazadas por los delitos violentos. De acuerdo
con el informe El crimen en Estados Unidospublicado por el FBI
en el 2015, se estima que ocurrieron 1 165 383 crímenes violentos en
todo el país en el 2014, de los cuales 14 249 fueron asesinatos; 84 041
fueron violaciones; 325 802, robos; y 741 291, asaltos a mano armada.
La realidad es que el «sueño americano» se ha convertido en una
terrible pesadilla para los estadounidenses y principalmente para los
que emigran hacia «la tierra de las oportunidades». En reiteradas
ocasiones la comunidad internacional, principalmente ante las Naciones
Unidas, ha presentado sus preocupaciones por las violaciones de los
derechos humanos en Estados Unidos; país que solo ha suscrito 18
instrumentos internacionales de los 61 existentes relativos a esta
materia.
El previsible panorama mundial para los próximos 15 años también es
bastante crítico. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia
(Unicef) alertó en su informe El Estado Mundial de la Infancia 2016, del
«panorama desolador» que se prevé para el 2030. Se calcula que 69
millones de niños morirán debido a causas evitables, 167 millones de
infantes vivirán en la pobreza, 750 millones de mujeres se habrán
casado siendo aún menores y 60 millones de niños en edad de asistir a
la escuela primaria seguirán sin escolarizar.
Paradójicamente, los principales responsables de esta compleja
situación, continúan politizando el tema de los derechos humanos.
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