El 29 de mayo el mundo se encontró con otra noticia apocalíptica. La
farmacéutica alemana Bayer recibió la aprobación del regulador
antimonopolio de EE.UU., para fusionarse con Monsanto, el titán de la
agroquímica.
En efecto, el Departamento de Justicia de EE.UU. condicionó su
aprobación a que la farmacéutica venda 9.000 millones de dólares en
activos a una tercera empresa. Esto, se supone, para evitar que –no se
rían– crezcan los monopolios. El beneficiario de esas ventas
será otro titán: la alemana BASF, otra de las fuerzas que controla el
mercado global de semillas y pesticidas.
Megafusión, megamonopolio
Junto a la adquisición de la FOX por Disney, la fusión
Monsanto-Bayer es uno de los más perturbadores movimientos corporativos
de los últimos tiempos.
El discurso del libre mercado y la competencia muestra que claramente aplica
solo a ciertos actores económicos como la pequeña y mediana empresa que
es la destinada a generar empleos y legitimar culturalmente al
neoliberalismo. Por encima de los pequeños emprendimientos
gigantescos monopolios como Google, Facebook, Disney y ahora
Monsanto-Bayer controlan los mercados.
Y el control, en efecto, es la clave de estas fusiones. Ya no se trata de que una empresa sea la más grande o posea una fracción mayoritaria del mercado sino de que el mismo negocio no pueda funcionar sin ella.
Los Megamonopolios no tratan solo de la propiedad –aunque de esa
tienen bastante– sino del control: propiedad intelectual, deudas,
tecnologías y plataformas de comunicaciones, todos estos instrumentos garantizan que no se pueda ejecutar cierta actividad sin que cierta corporación lo permita.
Por ejemplo, casi no podemos buscar nada en internet sin recurrir a
Google y las agencias de noticias dependen de Twitter y Facebook para
acceder a su público, Disney es el propietario de casi todas las
franquicias más populares de la industria del entretenimiento.
Es ese tipo de dependencia y control el que Monsanto pretende tener sobre cada agricultor sobre la tierra.
Semillas y Aspirinas
La llamada Revolución Verde fue el proceso que, mediante el
uso de maquinarias, fertilizantes y pesticidas, permitió aumentar
inmensamente la producción agrícola erradicando el hambre de muchos
países, sobre todo en el sureste de Asia.
A esta revolución se le acredita el haber hecho retroceder el hambre,
pero también el convertir la producción agrícola, antes autónoma, en algo completamente dependiente de las empresas agroquímicas.
Esa dependencia total es el negocio de Monsanto.
Fundada en 1901 por John Francis Queeny, esta empresa se fue
desplazando por diferentes ramas de la industria química desarrollando
detergentes, compuestos DDT y glifosato para pesticidas, medicinas para
la enfermedad de Parkinson, bombillos LED, hormonas sintéticas para el
crecimiento bovino.
Fue pionera de la manipulación genética: con la adquisición
de Agracetus en 1996, Monsanto incursionaría en el campo de la
modificación genética de semillas que es el pilar actual de sus negocios
globales.
El propósito de Monsanto, desde entonces, es digno de un villano de James Bond: que
las semillas que todavía se obtienen naturalmente de las cosechas
tengan que ser compradas a la empresa y que, por tanto, nadie pueda
cultivar ni una papa sin pagarle a Monsanto.
Sus infames semillas transgénicas ya han causado tragedias en países como India: las semillas transgénicas sirven
para una sola cosecha, son más caras y han causado la bancarrota de
miles de agricultores que han quedado endeudados por su elevado costo.
A consecuencia de eso las semillas de Monsanto han sido prohibidas en muchos países del mundo.
Aunque menos infame que Monsanto, la historia de Bayer no es menos
oscura. Bayer inició su existencia con dos éxitos incomparables: la
invención de la acetofenidina en 1885, de la que luego derivaría el
paracetamol, un importante analgésico; y en 1899 el ácido
acetilsalicílico, comercializado como Aspirina.
Pilar del enorme negocio de los analgésicos Bayer crecería hasta convertirse en un coloso farmacéutico teniendo cordiales relaciones tanto con el belicoso Imperio alemán como con el régimen nazi –sus científicos experimentaron con los recluidos en los campos de concentración.
El negocio de las farmacéuticas es bien conocido: alargar el periodo
de propiedad intelectual de las sustancias, elevar el precio de los
medicamentos (bajo el pretexto de financiar la investigación) y
satanizar los medicamentos genéricos, en una palabra controlar la producción de medicamentos como lo hace Monsanto en la agricultura.
Un matrimonio hecho en el cielo.
Hipercapitalismo
Con los años ochenta llegó un nuevo tipo de capitalismo que hace
palidecer a los anteriores. En cierto sentido no es nada nuevo, pero lleva a los extremos las tendencias presentes desde hace mucho: por ejemplo, ya
no se trata solo de privatizar la educación y que la gente “pague por
lo que recibe” sino de que se acumulen deudas insaldables, no se trata
de obtener la mayoría en un mercado ni siquiera de monopolizarlo, sino
de controlar por completo su funcionamiento como hace Google con las
búsquedas y Monsanto con la producción agrícola.
No ha sido poca la lucha que contra empresas como Monsanto han dado
comunidades, movimientos sociales y pequeños productores, pero con su
enorme poder los Mega-monopolios se han desquitado de reveses de los
últimos años: a la acción de los lobbies se debe, sin duda, la
aprobación de la fusión en los EE.UU. pero en Europa, donde Monsanto ha
recibido mucha resistencia, se explica por la competencia comercial entre ese bloque y los EE.UU.: Bayer-Monsanto, que tiene un pie en Europa, se presenta como un aliado frente a otras mega-fusiones recientes cuyos intereses residen completamente fuera de ese continente.
En fin, estas grandes jugadas son el trasfondo del capitalismo
global, frente a ellas, la celebración del neoliberalismo
latinoamericano de los emprendedores y la pequeña empresa suena, en el mejor de los casos, como un populismo nostálgico y en el peor como simple demagogia.
Así que no debemos dudarlo, en el futuro campesinos, pequeños agricultores, consumidores y movimientos sociales tendrán
que dar una dura lucha para evitar no solo que Bayer-Monsanto controle
completamente el negocio agrícola sino los estragos de las nuevas cepas
de semillas transgénicas.
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