Es
posible que estemos alucinando, pero podríamos estar viendo el final
del túnel y no nos referimos a alguna buena acción del Gobierno o la
Oposición. Para nada.
Nos referimos a que el barril de
petróleo venezolano ya llega a 70, lo que ha ocurrido apenas dos veces
en la historia: mediados de los 2000 y ahora. Y ante la mermada Pdvsa,
los chinos han ofrecido un crédito de 5 mil millones de dólares (más de
la mitad de las reservas internacionales) no para que el Gobierno
importe sus carros o línea blanca, sino para aumentar la producción
petrolera.
Es decir, después del insospechado acuerdo entre Arabia Saudita y Rusia de aumentar la producción en un modesto millón de barril, muy alejado del pedimento de Trump, el petróleo venezolano se está poniendo a valer, y ya los chinos se adelantaron en su juego geoestratégico apostando en una Venezuela que no vive las convulsiones del año pasado (guarimbas) ni las de comienzos de año (saqueos generalizados) ni la incógnita electoral. No somos ingenuos, en esa caja negra que vuelve a ser PDVSA, ese crédito puede suponer empeñar buena parte de nuestro petróleo por las próximas generaciones, pero su reactivación cambia el panorama económico nacional. De igual forma, Trump levantó parcialmente las sanciones sobre los bonos de Pdvsa, algo que se suma al extraño comportamiento del mandamás de la Casa Blanca que ahora dialoga con Putin y Kim Jong Un.
La situación interna también ha
cambiado: por un lado tenemos una ingente entrada de divisas producto de
las remesas (cifras no oficiales estiman entre 2 y 4 millones de
familias recibiéndolas) así como un escaso nivel de consumo interno que
permite al Estado concentrarse en la deuda para reactivar su producción
petrolera. Claro, no hablamos del ciclón del dinero que azotó los
últimos dos gobiernos de Chávez. Pero si una cantidad de petrodólares
que pueden superar la sensación de sobrevivencia cotidiana en un país
reducido en su economía y en su población. Que eso sirva para sembrar el
petróleo o para volverlo a botar, ya es otro debate.
Finalmente, la decisión del Presidente
de afrontar el debate sobre el control de cambio nos permite pensar que
hay alguien en el timón. Y eso es un buen signo en medio de una política
interna que atiende más al chantaje y los complejos que a la realidad
más real del venezolano. Esta política ya tiene resultados en la
estabilización del precio del dólar. No suficientes para atajar la
hiperinflación, pero sí para ofrecer dosis de expectación positiva.
Es posible que estemos alucinando. No
con botellas de whiskey ni con viajes al exterior subsidiados. Pero sí
con un país normalito donde la gente no tenga que irse hambrienta y
desecha de expectativas.
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