Aun
a día de hoy, encarando el final de la segunda década del siglo XXI, la
necesidad de educar en arte y cultura sigue siendo un tema de debate
que está sobre la mesa. Comúnmente se piensa que la cultura, a cuya
creación contribuimos todos, surge por generación espontánea y no
necesita de mantenimiento o atención. Pero muy al contrario, la cultura
como fenómeno social, y el arte, como una de sus manifestaciones
tangibles más concretas, requiere de la aportación de todos. Solo cobra
verdadero sentido cuando se produce un intercambio consciente entre el
legado histórico e identitario que la cultura transmite y los nuevos
usos y significados de valor que las modernas sociedades le atribuyen.
Bien entendida, la cultura no necesita muchos recursos para que se
desarrolle, ya que, como fenómeno social que es, surgirá y crecerá allí
donde haya individuos. Pero lo que sí es necesario hacer es “educar” en
la importancia y puesta en valor que la cultura tiene per se, porque sin
esta labor educativa se produce un destrozo del pasado, una
depreciación del acervo creado durante siglos y una pérdida de los
referentes inmediatos que dotan de sentido a nuestras propia sociedad
contemporánea.
La
Unesco ha señalado que el dominio de la cultura y las artes es
fundamental para el desarrollo de las personas. Por este mismo motivo,
incentiva a diseñar programas educativos que incorporen estas ramas del
conocimiento. Los beneficios son diversos: la educación en arte propicia
el pensamiento alternativo y la búsqueda de soluciones creativas a los
problemas, favorece cualidades como la tolerancia y la sensibilidad,
ayuda a que se aprecie la diversidad y se abra un diálogo intercultural,
además de desarrollar otras habilidades intelectuales y creativas del
individuo.
«Cada niño es un artista. El problema es cómo seguir siendo un artista una vez que hemos crecido»
Pablo Picasso
¿Por
qué el arte se sigue viendo como algo reservado para unos pocos? Del
mismo modo que otras disciplinas igualmente necesarias para el
desarrollo, como las actividades deportivas, asociadas a valores
colaborativos y a la psicomotricidad, el arte y la cultura requieren la
misma atención. En los últimos años varias voces han puesto de
manifiesto los beneficios asociados a la formación en arte desde edades
tempranas. Más que una cuestión de convenciencia, es, en realidad, un
contenido esencial para el desarrollo que acompañará al individuo en las
distintas etapas de la vida. Conceptos de absoluta actualidad y tan
demandados en el mundo empresarial moderno como la creatividad, la
imaginación o la innovación tienen su base en los estímulos inculcados
desde pequeños. Hoy día, la inteligencia y el aprovechamiento de las
cualidades no se ciñe exclusivamente a ser hábil con el lenguaje y las
matemáticas. El fomento del pensamiento alternativo y la solución de
problemas ingeniosas, con sus conocidas aplicaciones en el mundo del
emprendimiento, están intimamente asociadas a la formación en arte.
Numerosos
estudios plantean un cambio de enfoque al incorporar las artes en la
educación. Los beneficios son innumerables y alteran los esquemas
preconcebidos y heredados aún hoy sobre la permanente búsqueda de la
exactitud en los resultados, propia de materias como las matemáticas. La
naturaleza impredecible de la creación artística ayuda a desarrollar el
pensamiento crítico y a generar vías alternativas de raciocinio. Las
nociones de correcto e incorrecto se difuminan y se da cabida a vías de
expresión que favorecen nuevas estructuras de discurso lógico. No existe
una forma única de inteligencia, y es evidente que la integración del
arte y la cultura en el proceso de aprendizaje es necesaria. Esperemos
que esta paulatina toma de conciencia se traduzca en la incorporación de
nuevas herramientas y recursos educativos desde la infancia. Solo es
posible amar y entender aquello que se conoce.
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