Por: Abel Prieto
Tomo prestado para estas notas el título con que se exhibió en Cuba una película de Akira Kurosawa de 1960; aunque aquellos «malos» resultan gente inofensiva si se les compara con el personaje del que quiero hablar. Un genocida que se jactaba de dormir a pierna suelta.
En la guerra simbólica los monumentos desempeñan una función legitimadora. Son perdurables, ilustres en sí mismos, se colocan más allá de las coyunturas y parecen vencer la acción del tiempo. Exaltan hechos y figuras de relevancia y enriquecen el paisaje cotidiano con señales venidas del pasado. Son también a menudo herramientas de «lavado de imagen». Han servido para realzar la imagen de emperadores e Imperios y para manipular la historia.
Truman, que ha sido llamado «el Presidente del Pueblo», tiene en su ciudad natal, Independence, Missouri, varias instituciones conmemorativas, entre ellas, la Biblioteca y el Museo Presidencial que llevan su nombre. El desmesurado Sitio Histórico Nacional Harry S. Truman cuenta con dos piezas centrales: la residencia donde vivieron Harry y su esposa Bess, antes, durante y después de la presidencia, y la Casa Rural Truman en Grandview, con los diez acres de tierra que la rodean. Incluye asimismo otras casas de primos de Harry y hermanos de Bess.
El antiguo Palacio de Justicia del Condado de Jackson quedó rebautizado como Palacio de Justicia Truman, con una estatua del presidente en las afueras. En Columbia encontramos el Harry S. Truman Memorial Veterans Hospital, y en Key West, Florida, el Museo Truman Pequeña Casa Blanca (ya que el presidente usó la mansión como una especie de «Casa Blanca de invierno»). Hay una Beca Truman para estudiantes que aspiran a una carrera en el servicio público. Cada becario se convierte, según las bases de la Beca, en «un monumento vivo» al presidente. En Chicago existe además el Harry Truman College.
Seguramente los promotores de estas iniciativas no conocían la catadura moral de Truman. Ya antes de ser presidente y de cometer desde ese cargo delitos de lesa humanidad, había dado muestras de una desvergonzada falta de sentido ético. Siendo senador por Missouri, cuando Alemania invadió a la URSS, Truman, durante una sesión del Congreso, propuso esta noble estrategia: «Si vemos que Alemania está venciendo, deberíamos ayudar a Rusia. Y si Rusia está ganando, deberíamos ayudar a Alemania. Y de esta manera, dejar que se aniquilen tanto como sea posible».
Después, fallecido Roosevelt y firmada la capitulación de Alemania, el ahora presidente Truman tuvo muy pronto La Bomba lista para ser estrenada. «Japón les ofrecía una oportunidad (señala Ernesto Limia). Podrían rendir al Emperador sin necesidad de tropas y enviar un mensaje a la urss de quién estaba a cargo del nuevo orden global». Según Howard Zinn, el bombardeo nuclear fue una decisión totalmente injustificada desde el punto de vista bélico: «en agosto de 1945, Japón ya estaba en una situación desesperada y listo para rendirse».
Después, fallecido Roosevelt y firmada la capitulación de Alemania, el ahora presidente Truman tuvo muy pronto La Bomba lista para ser estrenada. «Japón les ofrecía una oportunidad (señala Ernesto Limia). Podrían rendir al Emperador sin necesidad de tropas y enviar un mensaje a la urss de quién estaba a cargo del nuevo orden global». Según Howard Zinn, el bombardeo nuclear fue una decisión totalmente injustificada desde el punto de vista bélico: «en agosto de 1945, Japón ya estaba en una situación desesperada y listo para rendirse».
El racismo antijaponés se había estado promoviendo desde antes en EE.UU. La revista Time, al relatar la batalla de Iwo Jima, afirmó: «El japonés medio es irracional e ignorante. Quizá sea humano, pero nada lo indica».
El hecho es que Truman dio la orden, y el 6 de agosto un avión B-29 lanzó La Bomba sobre Hiroshima. Entre 90 000 y 140 000 personas murieron enseguida destrozadas o carbonizadas (solo algo más de 3 000 eran militares). La cifra de muertos llegó a 260 000 antes del fin de año. Como se sabe, las consecuencias de aquel golpe satánico seguirían provocando sufrimiento y dolor en las generaciones siguientes.
Tres días más tarde, otro B-29 arrojó su carga funesta sobre la ciudad de Nagasaki. Entre 60 000 y 80 000 personas murieron de inmediato. De ellos, solo 250 militares. Los muertos llegaron a más de 100 000 antes de que terminara el año. Y, por supuesto, quedaron las secuencias a largo plazo de aquella monstruosidad. Pasó el tiempo, EE.UU. descubrió otra Bomba con mayúsculas, la de hidrógeno, y, a propósito de esta nueva arma, el periodista Murrom entrevistó al ex presidente Truman. Quiso saber qué efectos dejó en su conciencia la masacre de Hiroshima y Nagasaki.
–Murrom: ¿Cómo hizo para manejar esto? ¿Cómo mantuvo su equilibrio? ¿Cómo dormía por las noches?
–Truman: No tenía problemas para dormir. Toda mi vida cuando ha llegado el momento de tomar una decisión, la tomo. Y la olvido y me voy a trabajar en otra cosa
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