viernes, 4 de octubre de 2019

SI ESTO NO ES AMOR, NO SÉ QUE MÁS LO SERÍA...

 *Por Elias Jaua Milano*

Aquel 4 de octubre de 2012, después del inolvidable discurso bajo la lluvia del Comandante Chávez bajamos de la tarima, y nosotros, Nicolás, Diosdado, Jorge, las hijas del Comandante, José Vicente Rangel entre otros compañeros y compañeras, intentamos convencerlo de que no hiciéramos el recorrido por las 7 avenidas, porque él estaba empapado y obviamente estábamos preocupados por su salud, sabíamos los riesgos que significaba el que ya se hubiese mojado.
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Intentamos convencerlo, él se metió en un sitio en el que se iba a cambiar por otra chaqueta, pero después salió con la misma y nos dijo: “Yo voy a hacer el recorrido”. “Bueno, entendido, Comandante, vámonos” y nos montamos en el camión. Y José Vicente dice: “yo también voy contigo”; acto seguido, también se montó en el camión.

Ya en medio de la multitud nos embargó la angustia, porque el pueblo enloqueció de amor, centenares de miles de hombres y mujeres que estaban en la Avenida Bolívar y en las otras avenidas se volcaban sobre el camión en el que iba el Comandante. Se caían, se tiraban, y él estaba muy preocupado, profundamente angustiado y comenzó a reclamarnos que nosotros no habíamos previsto eso.

¿Cómo íbamos a prever el amor desbordado de miles de venezolanos y venezolanas acudiendo al llamado de su líder? Esa hermosa locura, la emoción, la pasión, el frenesí incontrolable del pueblo por el Comandante Hugo Chávez.

Los compañeros y yo nos tirábamos del camión para intentar calmar a la gente. De pronto los compañeros de seguridad nos decían: “Mi Comandante dice que se suban”, y nos subíamos al camión otra vez, y ahí nos decía: “ustedes van a ser los responsables si aquí pasa algo”, y en un momento de esos, José Vicente, que nos lleva muchos años y aún nos ve como muchachos, le dice al Comandante: “Hugo, no seas tan duro con los muchachos, ponte bravo si no hubiese nadie aquí, pero mira el esfuerzo que se ha hecho, un pueblo que te está acompañando”. El Comandante le responde: “Sí, yo sé, yo sé todo el esfuerzo que hacen ellos, pero es que puede pasar una tragedia”. Siempre Hugo Chávez cuidó a su pueblo.

Y aquel 4 de octubre, durante ese mítico cierre de campaña, bajo la lluvia, Hugo Chávez estaba en eso, en el detalle: “Mira el niño que se está mojando”, él lo sentía como propio; la persona que se cayó y rodó; una señora, recuerdo que nos hizo bajar: “Bajen y ayúdenla”, y nos tiramos del camión, ¡pum! parecíamos unos paracaidistas. Nos tirábamos del camión y nos volvíamos a subir, y la agarramos, afortunadamente no le había pasado nada.

“Mira aquella muchacha, perdió los zapatos, anda sin zapatos, ¡le van a salir ampollas!”, nos interpelaba, y bueno, nosotros fuimos tras ella, la agarramos, le tomamos los datos, después le mandamos zapatos nuevos.
Chávez y sus detalles, Chávez y su profundo amor por el pueblo, siempre en los pies del pueblo, siempre escuchando al pueblo, siempre.

En medio del fulgor logramos ir abriendo espacios, nosotros mismos, con nuestro propio cuerpo, con los equipos de seguridad, para que el Comandante pudiera recorrer algunas cuadras y gracias a Dios no hubo ningún incidente grave, mucho más allá de gente que perdió los zapatos, gente que se cayó, golpes leves.

Recuerdo que salí empapado en una moto hacia La Viñeta, a pedir un informe hospital por hospital, que él me había solicitado, para ver si habían llegado personas heridas, si había algún lesionado grave. Afortunadamente no hubo ningún reporte. Gracias a Dios, nuestro hermoso pueblo pudo disfrutar del amor de nuestro Comandante Hugo Chávez ese día, sin mayores consecuencias. Fue el último encuentro popular masivo que en esta vida tuvimos con él. Hoy seguimos perseverando por su camino, el camino de Chávez.

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