*Por Elias Jaua Milano*
Aquel 4 de octubre de 2012, después del inolvidable discurso bajo la
lluvia del Comandante Chávez bajamos de la tarima, y nosotros, Nicolás,
Diosdado, Jorge, las hijas del Comandante, José Vicente Rangel entre
otros compañeros y compañeras, intentamos convencerlo de que no
hiciéramos el recorrido por las 7 avenidas, porque él estaba empapado y
obviamente estábamos preocupados por su salud, sabíamos los riesgos que
significaba el que ya se hubiese mojado.
Ya en medio de la multitud nos
embargó la angustia, porque el pueblo enloqueció de amor, centenares de
miles de hombres y mujeres que estaban en la Avenida Bolívar y en las
otras avenidas se volcaban sobre el camión en el que iba el Comandante.
Se caían, se tiraban, y él estaba muy preocupado, profundamente
angustiado y comenzó a reclamarnos que nosotros no habíamos previsto
eso.
¿Cómo íbamos a prever el amor desbordado de miles de
venezolanos y venezolanas acudiendo al llamado de su líder? Esa hermosa
locura, la emoción, la pasión, el frenesí incontrolable del pueblo por
el Comandante Hugo Chávez.
Los compañeros y yo nos tirábamos del
camión para intentar calmar a la gente. De pronto los compañeros de
seguridad nos decían: “Mi Comandante dice que se suban”, y nos subíamos
al camión otra vez, y ahí nos decía: “ustedes van a ser los responsables
si aquí pasa algo”, y en un momento de esos, José Vicente, que nos
lleva muchos años y aún nos ve como muchachos, le dice al Comandante:
“Hugo, no seas tan duro con los muchachos, ponte bravo si no hubiese
nadie aquí, pero mira el esfuerzo que se ha hecho, un pueblo que te está
acompañando”. El Comandante le responde: “Sí, yo sé, yo sé todo el
esfuerzo que hacen ellos, pero es que puede pasar una tragedia”. Siempre
Hugo Chávez cuidó a su pueblo.
Y aquel 4 de octubre, durante ese
mítico cierre de campaña, bajo la lluvia, Hugo Chávez estaba en eso, en
el detalle: “Mira el niño que se está mojando”, él lo sentía como
propio; la persona que se cayó y rodó; una señora, recuerdo que nos hizo
bajar: “Bajen y ayúdenla”, y nos tiramos del camión, ¡pum! parecíamos
unos paracaidistas. Nos tirábamos del camión y nos volvíamos a subir, y
la agarramos, afortunadamente no le había pasado nada.
“Mira
aquella muchacha, perdió los zapatos, anda sin zapatos, ¡le van a salir
ampollas!”, nos interpelaba, y bueno, nosotros fuimos tras ella, la
agarramos, le tomamos los datos, después le mandamos zapatos nuevos.
Chávez y sus detalles, Chávez y su profundo amor por el pueblo, siempre
en los pies del pueblo, siempre escuchando al pueblo, siempre.
En medio del fulgor logramos ir abriendo espacios, nosotros mismos, con
nuestro propio cuerpo, con los equipos de seguridad, para que el
Comandante pudiera recorrer algunas cuadras y gracias a Dios no hubo
ningún incidente grave, mucho más allá de gente que perdió los zapatos,
gente que se cayó, golpes leves.
Recuerdo que salí empapado en
una moto hacia La Viñeta, a pedir un informe hospital por hospital, que
él me había solicitado, para ver si habían llegado personas heridas, si
había algún lesionado grave. Afortunadamente no hubo ningún reporte.
Gracias a Dios, nuestro hermoso pueblo pudo disfrutar del amor de
nuestro Comandante Hugo Chávez ese día, sin mayores consecuencias. Fue
el último encuentro popular masivo que en esta vida tuvimos con él. Hoy
seguimos perseverando por su camino, el camino de Chávez.
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