jueves, 17 de enero de 2019

No hubo aislamiento diplomático después del 10E pero sigue la presión

 Por Clodovaldo Hernández / Supuesto Negado

¿Por qué ni el Grupo de Lima ni la Unión Europea retiraron a sus embajadores de Venezuela, tal como se esperaba luego de la juramentación del presidente Nicolás Maduro para su segundo mandato de seis años?
Hay varias posibles explicaciones, todas en el campo de las hipótesis y las especulaciones.

Una es que la estrategia internacional a la que responden el organismo multilateral y la alianza de gobiernos latinoamericanos de derecha sea la de un gradualismo dramático. Es posible que hayan acordado ir realizando las rupturas de relaciones diplomáticas país por país, como parte del esfuerzo que siempre hacen por mantener el tema Venezuela en alto tanto en los medios de comunicación convencionales como en las redes sociales.
Paraguay, una nación con la que Venezuela mantiene una relación bastante distante, habría tenido así la misión de ser el primero, mientras los otros aguardan por momentos apropiados para hacerlo.
Estos momentos pueden ser de dos tipos opuestos: si el plan sigue avanzando tal como lo han previsto sus autores, los cierres sucesivos de embajadas generarían una sensación de estructura que se cae a pedazos. El politólogo Walter Ortiz declaró a Spuntnik que podría estar en marcha una de las típicas tácticas para dibujar una situación de agravamiento sostenido, frecuentemente utilizadas en los intentos de derrocamientos a cámara lenta patrocinados por los poderes hegemónicos globales. “Pareciera que esto va en torno a una táctica de goteo, donde se van a ir sumando algunos países de este denominado Grupo de Lima”, acotó.
Los retiros de embajadores también podrían ser cartas reservadas para enfrentar un previsible enfriamiento del tema, una vez que pasé el efecto de la designación de la nueva directiva y sobre todo, si comienzan a languidecer sus cabildos abiertos. En tal caso podría ser una manera de sacar al issue del olvido.
Otra opción es que los dos conjuntos de países estén esperando que ocurra algún hecho detonante que, probablemente, también esté previsto en el plan. En tal sentido, las sospechas apuntan hacia las movilizaciones que la oposición ha anunciado para la icónica fecha del 23 de enero. Si ese día sucediera alguna situación violenta –espontánea o producida en laboratorio–, el corolario vendría a ser la ruptura de relaciones.

El traspié del numeral 9

Hay otro elemento para el análisis. Es posible que el Grupo de Lima tuviera previsto realizar la jugada de manera simultánea, tan pronto se concretase la juramentación de Maduro, el 10 de enero, pero tuvieron un traspié con el comunicado que emitieron previamente sobre la alegada ilegalidad de Maduro. En el numeral 9 de ese documento, en su empeño por golpear por todos los flancos al Gobierno venezolano, tomaron partido abiertamente por Guyana en un asunto de fondo y muy crucial: la disputa por el territorio Esequibo.
Lo hicieron al declararse preocupados por supuestas extralimitaciones de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana cuando procedió a desalojar un barco de la empresa estadounidense ExxonMobil, que realizaba labores de exploración de petróleo autorizadas por el Gobierno de Georgetown. El Grupo de Lima asumió que el buque estaba en aguas territoriales guyanesas, y Venezuela protestó enérgicamente, presentando pruebas de que se encontraba en el mar venezolano.
El error fue de alta magnitud porque muchos de los países de la alianza antivenezolana tienen controversias territoriales pendientes con sus vecinos y no aceptarían que terceras naciones intervinieran en ellas. Esto condujo a un considerable revés diplomático: los mismos países que desconocieron a Maduro como gobernante a partir del 10 de enero tuvieron que emitir aclaratorias a instancias de su Gobierno.
Es posible que los asesores de estas naciones hayan considerado pertinente esperar un poco, pasar los efectos de este golpe, para luego proceder con el proyectado retiro de embajadores.

Relaciones consulares y económicas

Algunos intérpretes de las declaraciones de los altos funcionarios del Gobierno, comenzando por las del presidente Maduro y del canciller Jorge Arreaza, creen que Venezuela ha jugado duro en esta disputa contra el Grupo de Lima. Una de las cartas que habría utilizado, de acuerdo con estas conjeturas, es el advertirles a cada uno de los países que si rompen relaciones diplomáticas tendrán que retirar también su personal consular, pues Venezuela procedería a declararlos personas non gratas y a retirarles el exequatur. De acuerdo con lo establecido en la Convención de Viena de 1963, el Estado que haga esto no tiene la obligación de explicar las causas.
La interrupción de las relaciones consulares puede constituir un verdadero dolor de cabeza para varios de los países del Grupo de Lima, en particular para Colombia, pues en Venezuela viven más de 5 millones de ciudadanos neogranadinos, buena parte de quienes constantemente deben tramitar documentos y realizar gestiones ante los 14 consulados que funcionan en el país.
Otra consecuencia de la ruptura diplomática se daría en el campo económico. A Colombia le afectaría una escalada del enfrentamiento político que pudiera generar un cierre de las fronteras, pues el contrabando de combustible y de bienes de primera necesidad sigue siendo el motor de la economía de los estados limítrofes colombianos.
En el caso de Brasil, es posible que para los grupos poderosos de Brasilia, Sao Paulo y Río de Janeiro una medida así no tenga ningún efecto concreto, pero sí lo tendría para los habitantes y para los gobiernos regionales de los estados fronterizos con Venezuela, en particular Roraima y Amazonas, porque la producción de las empresas radicadas en estas regiones tienen como su mercado fundamental a Venezuela.

Aliados del “gobierno de transición”

Una de las conjeturas sobre el aplazamiento de la ruptura de relaciones es la que plantea que posiblemente los países de la UE y el Grupo de Lima hayan preferido dejar a los embajadores en Caracas con miras a participar en algún acto de reconocimiento del “gobierno” encabezado por la Asamblea Nacional.
Esta sería una forma de otorgarle legitimidad internacional a ese gobierno paralelo y de desconocer, de facto, la autoridad de Maduro. Una maniobra tal obligaría al Gobierno constitucional a tomar la iniciativa de romper las relaciones y expulsar a los funcionarios.
Otra de las razones –siempre en el campo especulativo– por las cuales, posiblemente, se ha retrasado la tan anunciada jugada del retiro de embajadores es que los países implicados prefieren mantenerlos en Venezuela, donde algunos de ellos realizan labores muy corrosivas de injerencia política, en particular a través de sus relaciones con los factores opositores.
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