Por Clodovaldo Hernández / Supuesto Negado
¿Por qué ni el Grupo de Lima ni la Unión
Europea retiraron a sus embajadores de Venezuela, tal como se esperaba
luego de la juramentación del presidente Nicolás Maduro para su segundo
mandato de seis años?
Hay varias posibles explicaciones, todas en el campo de las hipótesis y las especulaciones.
Paraguay, una nación con la
que Venezuela mantiene una relación bastante distante, habría tenido así
la misión de ser el primero, mientras los otros aguardan por momentos
apropiados para hacerlo.
Estos momentos pueden ser de
dos tipos opuestos: si el plan sigue avanzando tal como lo han previsto
sus autores, los cierres sucesivos de embajadas generarían una sensación
de estructura que se cae a pedazos. El politólogo Walter Ortiz declaró a
Spuntnik que podría estar en marcha una de las típicas
tácticas para dibujar una situación de agravamiento sostenido,
frecuentemente utilizadas en los intentos de derrocamientos a cámara
lenta patrocinados por los poderes hegemónicos globales. “Pareciera que
esto va en torno a una táctica de goteo, donde se van a ir sumando
algunos países de este denominado Grupo de Lima”, acotó.
Los retiros de embajadores
también podrían ser cartas reservadas para enfrentar un previsible
enfriamiento del tema, una vez que pasé el efecto de la designación de
la nueva directiva y sobre todo, si comienzan a languidecer sus cabildos
abiertos. En tal caso podría ser una manera de sacar al issue del olvido.
Otra opción es que los dos
conjuntos de países estén esperando que ocurra algún hecho detonante
que, probablemente, también esté previsto en el plan. En tal sentido,
las sospechas apuntan hacia las movilizaciones que la oposición ha
anunciado para la icónica fecha del 23 de enero. Si ese día sucediera
alguna situación violenta –espontánea o producida en laboratorio–, el
corolario vendría a ser la ruptura de relaciones.
El traspié del numeral 9
Hay otro elemento para el
análisis. Es posible que el Grupo de Lima tuviera previsto realizar la
jugada de manera simultánea, tan pronto se concretase la juramentación
de Maduro, el 10 de enero, pero tuvieron un traspié con el comunicado
que emitieron previamente sobre la alegada ilegalidad de Maduro. En el
numeral 9 de ese documento, en su empeño por golpear por todos los
flancos al Gobierno venezolano, tomaron partido abiertamente por Guyana
en un asunto de fondo y muy crucial: la disputa por el territorio
Esequibo.
Lo hicieron al declararse
preocupados por supuestas extralimitaciones de la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana cuando procedió a desalojar un barco de la empresa
estadounidense ExxonMobil, que realizaba labores de exploración de
petróleo autorizadas por el Gobierno de Georgetown. El Grupo de Lima
asumió que el buque estaba en aguas territoriales guyanesas, y Venezuela
protestó enérgicamente, presentando pruebas de que se encontraba en el
mar venezolano.
El error fue de alta magnitud
porque muchos de los países de la alianza antivenezolana tienen
controversias territoriales pendientes con sus vecinos y no aceptarían
que terceras naciones intervinieran en ellas. Esto condujo a un
considerable revés diplomático: los mismos países que desconocieron a
Maduro como gobernante a partir del 10 de enero tuvieron que emitir
aclaratorias a instancias de su Gobierno.
Es posible que los asesores de
estas naciones hayan considerado pertinente esperar un poco, pasar los
efectos de este golpe, para luego proceder con el proyectado retiro de
embajadores.
Relaciones consulares y económicas
Algunos intérpretes de las
declaraciones de los altos funcionarios del Gobierno, comenzando por las
del presidente Maduro y del canciller Jorge Arreaza, creen que
Venezuela ha jugado duro en esta disputa contra el Grupo de Lima. Una de
las cartas que habría utilizado, de acuerdo con estas conjeturas, es el
advertirles a cada uno de los países que si rompen relaciones
diplomáticas tendrán que retirar también su personal consular, pues
Venezuela procedería a declararlos personas non gratas y a retirarles el exequatur.
De acuerdo con lo establecido en la Convención de Viena de 1963, el
Estado que haga esto no tiene la obligación de explicar las causas.
La interrupción de las
relaciones consulares puede constituir un verdadero dolor de cabeza para
varios de los países del Grupo de Lima, en particular para Colombia,
pues en Venezuela viven más de 5 millones de ciudadanos neogranadinos,
buena parte de quienes constantemente deben tramitar documentos y
realizar gestiones ante los 14 consulados que funcionan en el país.
Otra consecuencia de la
ruptura diplomática se daría en el campo económico. A Colombia le
afectaría una escalada del enfrentamiento político que pudiera generar
un cierre de las fronteras, pues el contrabando de combustible y de
bienes de primera necesidad sigue siendo el motor de la economía de los
estados limítrofes colombianos.
En el caso de Brasil, es
posible que para los grupos poderosos de Brasilia, Sao Paulo y Río de
Janeiro una medida así no tenga ningún efecto concreto, pero sí lo
tendría para los habitantes y para los gobiernos regionales de los
estados fronterizos con Venezuela, en particular Roraima y Amazonas,
porque la producción de las empresas radicadas en estas regiones tienen
como su mercado fundamental a Venezuela.
Aliados del “gobierno de transición”
Una de las conjeturas sobre el
aplazamiento de la ruptura de relaciones es la que plantea que
posiblemente los países de la UE y el Grupo de Lima hayan preferido
dejar a los embajadores en Caracas con miras a participar en algún acto
de reconocimiento del “gobierno” encabezado por la Asamblea Nacional.
Esta sería una forma de
otorgarle legitimidad internacional a ese gobierno paralelo y de
desconocer, de facto, la autoridad de Maduro. Una maniobra tal obligaría
al Gobierno constitucional a tomar la iniciativa de romper las
relaciones y expulsar a los funcionarios.
Otra de las razones –siempre
en el campo especulativo– por las cuales, posiblemente, se ha retrasado
la tan anunciada jugada del retiro de embajadores es que los países
implicados prefieren mantenerlos en Venezuela, donde algunos de ellos
realizan labores muy corrosivas de injerencia política, en particular a
través de sus relaciones con los factores opositores.
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