Kim Kelly (The Baffler)
Las movilizaciones de los trabajadores del
transporte en países como EE. UU. y Francia han demostrado que estos
tienen la llave de la economía y de nuestra sociedad
El Día de Acción de Gracias es posiblemente el peor día festivo de
Estados Unidos. Incluso si obviamos la historia genocida que enmascara,
los días que rodean al consumo ritualizado de grandes aves resecas y
chorreantes guarniciones (por lo general en presencia de nuestros
parientes menos favoritos) es sin duda uno de los períodos de viaje más
frenéticos del año, y 2019 no ha sido una excepción. La AAA [Asociación
de Automóviles de EE.UU.] calculó que 49 millones de estadounidenses se
desplazarían al menos 80 km en coche, mientras que Airlines for America
[el lobby de las aerolíneas] previó que 41 millones de personas volarían
entre el 22 de noviembre y el 3 de diciembre. El impacto medioambiental
es brutal y el estrés de atender a todos esos iracundos pasajeros es
una pesada carga para los trabajadores aeroportuarios. Un cierto grado
de caos es previsible, pero gracias a la labor de los siempre
sobreexigidos y con frecuencia mal pagados trabajadores del transporte,
la mayoría de los pasajeros llega a casa a tiempo para comerse el pavo.
La vigencia del convenio de los trabajadores de catering de
aerolíneas finalizó el 31 de diciembre del 2018: Gate Gourmet comenzó la
mediación el 26 de septiembre de 2018 y Sky Chefs el 21 de mayo de
2019. El sueldo, los seguros de salud y las peligrosas condiciones de
trabajo son los principales temas que los trabajadores de ambas empresas
llevaron a la mesa de negociación: “Trabajo en el principal
intercambiador de American Airlines, DFW, que también es la ciudad natal
de la empresa y donde American Airlines acaba de edificar unas nuevas y
lujosas oficinas centrales”, comenta la miembro de UNITE HERE,
Stephanie Kopnang, “y, sin embargo, estamos entre los servicios de
catering peor pagados del país. Si no hago horas extra, no puedo pagar
el alquiler ni las facturas”.
En julio, los trabajadores del catering de 33 aeropuertos votaron mayoritariamente a favor de ir a la huelga una vez que la Comisión Nacional de Mediación los liberara
Los miembros de UNITE HERE llevan meses cuestionando estas
insostenibles y explotadoras condiciones de trabajo con acciones que van
desde el simulacro de muerte escenificado hace un par de meses en
Filadelfia, hasta las manifestaciones que se llevaron a cabo en
numerosos aeropuertos durante el verano del año pasado. En julio, los
trabajadores del catering de 33 aeropuertos votaron mayoritariamente a
favor de ir a la huelga una vez que la Comisión Nacional de Mediación
los liberara. El tiempo se está agotando para que las aerolíneas
comiencen a tomar en serio a estos trabajadores y satisfagan sus
exigencias porque, como han dejado suficientemente claro, están
dispuestos a hacer lo que sea necesario para conseguir el convenio que
ellos (y sus familias) se merecen. “Yo estoy en esta lucha por mi hija
de 12 años, Ariana; pago 400 dólares al mes por el seguro de la empresa
solo para poder llevarla al médico y que la traten el asma crónico que
padece”, explica Shandolyn Lewis, una empleada del catering de Detroit.
“Nosotras trabajamos para una subcontrata de LSG Sky Chefs, pero nuestro
trabajo hace que las aerolíneas ganen dinero. Sin nosotras, las
aerolíneas no tendrían comida o agua que ofrecer a sus pasajeros. No
podemos permitirnos esperar más por algo que nos merecemos”.
Junto a los trabajadores del catering de aerolíneas, los tripulantes
de cabina de pasajeros, que ya se están preparando mentalmente para la
afluencia de ansiosos y desagradables pasajeros del Día de Acción de
Gracias (¡eso sí que es control emocional!), también están luchando por
su cuenta. Los auxiliares de vuelo de Hawaiian Airlines también han
votado a favor de convocar una huelga (la primera en los 90 años de
historia de la aerolínea), tras la ruptura de las negociaciones
contractuales que comenzaron en enero de 2017. Los auxiliares de
Hawaiian Airlines cobran menos que los de otros estados de EE.UU., a
pesar del elevado coste de vida de las ciudades en las que viven. Llevan
6 meses organizando piquetes informativos en el aeropuerto
internacional de Honolulu con el apoyo de su sindicato, la Asociación de
Tripulantes de Cabina de Pasajeros (AFA-CWA, por sus siglas en inglés),
y su presidenta, Sara Nelson, que en junio se sumó a los piquetes. Al
igual que los trabajadores de UNITE HERE, no podrán convocar una huelga
legalmente hasta que la Comisión Nacional de Mediación los libere de la
negociación y pase un “período de enfriamiento” de 30 días. Pero después
de ese tiempo, todo es posible.
Los trabajadores de aerolíneas no son ni mucho menos los únicos que
están en lucha. Los conductores de autobuses de la zona metropolitana de
Washington (WMATA, por sus siglas en inglés), contratados por la
estación Cinder Bed Road de Virginia, llevan meses en huelga. Los
trabajadores son miembros del sindicato Amalgamated Transit Union (ATU),
filial 689, y la estación Cinder Bed Road está operada por Transdev,
una multinacional francesa: la primera estación metropolitana de
Washington que se gestiona con capital privado en 40 años. Los
trabajadores convocaron la huelga el 24 de octubre de 2019 por las
preocupaciones en materia de seguridad, por unas prácticas laborales
injustas y por problemas con el servicio, además de por el evidente
asunto del desequilibrio salarial (según el sindicato, los conductores
de Transdev realizan exactamente el mismo trabajo que los contratados
directamente por el WMATA y cobran 12 dólares menos la hora). Asimismo,
se les desgravan 6000 dólares por el seguro sanitario, mientras que a
los otros trabajadores del WMATA no se les desgrava nada. Este doble
sistema de sueldos y prestaciones, en el que se clasifica y paga a los
trabajadores de manera diferente, aunque realicen el mismo trabajo, se
asemeja a las condiciones laborales que provocaron la huelga general de
General Motors a comienzos del año pasado y casi hicieron lo mismo con
UPS en 2018. Los jefes adoran los diferentes escalones salariales porque
pueden ahorrarse dinero en indemnizaciones y, en algunos casos, hasta
conseguir que los miembros del sindicato se enfrenten los unos con los
otros. Pero la injusticia intrínseca de este sistema irrita a los
trabajadores, y los intentos que ha realizado la dirección para
dividirlos ya está empezando a jugar en su contra. El espíritu de grupo
del sindicato ATU, filial 689, ha permitido que consigan llegar a este
punto y ahora no van a tirar la toalla. Como cantaban en un reciente
vídeo musical que realizó el huelguista Otis Price: “No juegues con mi
dinero, no juegues con mi familia”.
Los auxiliares de Hawaiian Airlines cobran menos que los de otros estados de EE.UU., a pesar del elevado coste de vida de las ciudades en las que viven
La huelga del Cinder Bed Road ha contado con el apoyo de otros
miembros del sindicato, incluidos los que trabajan en el Fairfax
Connector, que es la red de autobuses más grande de Virginia y la
tercera más grande de la zona de Washington D.C. Los trabajadores
sindicados de Fairfax Connector, cuyo convenio finalizó su vigencia hace
4 meses, también autorizaron una huelga el 9 de noviembre de 2019; su
red de autobuses, como seguramente hayas adivinado, también está operada
por Transdev [NdT: los trabajadores acordaron detener la huelga hasta
nuevo aviso el 10 de diciembre de 2019]. Y estas no son las primeras
situaciones de conflicto laboral que ha tenido la empresa francesa en el
ámbito del DMV (Departamento de Vehículos Motorizados); en 2018,
Transdev llegó a un acuerdo para evitar el juicio por una demanda que
presentaron cinco conductores de paratránsito [transporte flexible para
pasajeros cuya discapacidad les impide acceder al servicio de rutas
fijas de autobús] que afirmaban que cobraban “4 o 5 dólares la hora”,
según uno de los demandantes. De igual forma, a comienzos del año
pasado, la ciudad de Baltimore demandó a Transdev por una supuesta
sobrefacturación de 20 millones de dólares para operar el servicio
gratuito de autobuses del Charm City Circulator.
Es difícil imaginar a la empresa intentando este tipo de conducta
abusiva en sus sucursales de París. Los trabajadores franceses son
conocidos por su perpetua disposición para la huelga, y los que trabajan
en el sector de los transportes no solo realizaron numerosos paros el
año pasado, sino que tienen planificados más aún para este año. Apenas
al otro lado de la frontera norte de EE.UU., unos 3000 trabajadores del
Ferrocarril Nacional de Canadá declararon el 19 de noviembre del año
pasado su primera huelga en una década. No obstante, el 26 de noviembre
de 2019 se anunció que el sindicato de transportistas de Canadá y la
empresa de ferrocarriles habían llegado a un acuerdo preliminar: la
huelga planteaba problemas muy graves al débil gobierno del primer
ministro de Canadá, Justin Trudeau, porque paralizaba el transporte de
petróleo y agrícola a lo largo y ancho del país.
Mientras tanto, Lufthansa se enfrentó a una huelga potencial durante
las fechas navideñas; el 25 de noviembre del año pasado los
controladores aéreos italianos interrumpieron bruscamente el tráfico
aéreo y dejaron en tierra más de cien vuelos de Alitalia; y los
trabajadores de South African Airlines pusieron fin hace poco a una
complicada huelga. Finnair, la aerolínea nacional de Finlandia, tuvo que
cancelar casi 300 vuelos el 24 y 25 de noviembre por la huelga de
solidaridad que declararon los trabajadores de la aerolínea en respuesta
al conflicto laboral que afectaba a unos 9000 trabajadores del servicio
postal del país. La huelga también se extendió a los autobuseros de
Helsinki, y en lo que supuso un duro golpe para el turismo, además de
para la economía, el Sindicato de Marineros de Finlandia suspendió la
navegación de todos los barcos de carga y pasajeros con bandera
finlandesa hasta nuevo aviso.
Este tipo de huelgas de solidaridad son mayoritariamente ilegales en
Estados Unidos, a raíz de la odiada Ley Taft-Hartley de 1947, que impuso
restricciones a los boicots secundarios, a las huelgas jurisdiccionales
y a las denominadas huelgas “salvajes” (es decir, huelgas que violan
las cláusulas de no hacer huelga, o que se realizan sin la autorización
oficial del sindicato). Los profesores de Virginia Occidental que
iniciaron la corriente actual del #RedforEd declararon una
huelga salvaje, al igual que aquellos que les siguieron en Kentucky y
Oklahoma. Los transportistas que se negaron a entregar los vehículos de
General Motors a los concesionarios durante la reciente huelga de GM
también realizaron posiblemente algo similar al tipo de boicot
secundario que prohíbe la Ley Taft-Hartley. Algunas reglas están para
romperlas. Aun así, la existencia de la ley complica que los
trabajadores estadounidenses organicen el tipo de paros a gran escala
que sus equivalentes en otros países realizan con una regularidad
pasmosa. Chile y Colombia declararon huelgas nacionales en noviembre de
2019; las calles de Roma se llenaron de huelguistas en octubre; Sudan,
India y Cataluña convocaron huelgas generales en 2019; los manifestantes
de Hong Kong declararon una en agosto; y a principios del año pasado,
cientos de miles de mujeres en España llevaron a cabo una huelga
coordinada durante todo un día para reivindicar el Día Internacional de
la Mujer.
Aunque es posible que las restricciones de la ley Taft-Hartley
compliquen la rebelión a gran escala de la clase obrera en términos
similares a los que se han visto en otros países, también demuestran la
importancia de las acciones que están llevando a cabo los trabajadores
de tránsito en la actualidad: la estructura de transporte en EE.UU. es
vulnerable y los trabajadores sindicados provocan verdaderos estragos en
ella.
Esto es algo que sindicatos como el de Camioneros (Teamsters) y el
Sindicato Internacional de Estibadores y Trabajadores Portuarios (ILWU,
por sus siglas en inglés) siempre tuvieron muy claro. Los transportistas
y los trabajadores de tránsito se encuentran en una situación perfecta
para manipular (con dureza) los hilos del poder. Hace pocos meses, más
de 300 miembros de la filial 455 del sindicato de camioneros de Denver,
Colorado, hicieron huelga en la planta distribución de alimentos de
Sysco por problemas en materia de seguridad. Aunque tampoco se puede
subestimar la destacada historia militante de la ILWU: el sindicato está
amenazado en la actualidad por un fallo judicial que le condena a pagar
93,6 millones de dólares por reducciones y paros laborales en Portland,
que sus abogados alegan que fueron provocados por las prácticas
laborales.
Como aclaran estos y otros trabajadores de tránsito mencionados
anteriormente, una forma segura de atraer la atención hacia un problema
es interferir con los planes de viaje de las personas, con el envío de
sus productos de consumo, con la entrega de sus paquetes o con
transportarlos del punto A al punto B. En el Festival Workers’ Revival,
un evento organizativo y de artes celebrado en 2018 en Kansas City y
organizado por el colectivo Missouri Jobs With Justice, me senté con un
señor canoso que había trabajado durante décadas en los ferrocarriles.
Según él, la gente no se da cuenta del tremendo poder que todavía tienen
los ferrocarriles y la importancia decisiva que tienen las
infraestructuras de transporte para permitir que el país siga
funcionando: “Podríamos paralizar al país en tres días”, afirmó.
Tras el estallido de las manifestaciones que se produjeron en los
aeropuertos en 2017 en respuesta al repugnante veto de Trump a la
entrada de ciudadanos de países musulmanes (que sigue estando en vigor y
con probabilidades de ampliarse), los tribunales primero pudieron
bloquear la prohibición y luego consiguieron suavizarla. Cuando los
mineros de Blackjewel detuvieron un tren de carbón de Kentucky hasta que
les pagaran los sueldos atrasados, atrajeron la atención de la opinión
pública nacional, y finalmente consiguieron su dinero. Menos de una
semana después de que la presidenta de AFA-CWA, Sara Nelson, solicitara a
los demás dirigentes sindicales que consideraran la idea de una huelga
general para terminar con el cruel y fútil cierre de la Administración
que impuso Trump, varios vuelos de los aeropuertos principales tuvieron
que permanecer en tierra por motivos de seguridad, ya que varios
controladores aéreos de la costa este avisaron de que no irían a
trabajar porque estaban enfermos. Al día siguiente se reanudaron todas
las actividades de la Administración. Existen motivos para que la simple
idea de que los trabajadores del metro se declaren en huelga provoque
pánico en el corazón de todo neoyorkino, o que la mera posibilidad de
una cancelación de vuelos en cascada hiciera dar marcha atrás a un
tirano miserable. Los trabajadores del transporte tienen la llave de la
economía y de nuestra sociedad en su conjunto; sin ellos, nada ni nadie
puede ir donde necesita ir, por muy importante que se crea.
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