Andy Robinson
La derecha latinoamericana utiliza las
acusaciones de fraude como excusa para desmantelar instituciones
públicas y abrir nuevos mercados a bancos y fondos
La corrupción real o inexistente está resultando un arma
perfecta no solo para quitar de en medio a todos los rivales políticos
de la nueva derecha justiciera en Latinoamérica, sino para abrir
excelentes oportunidades de negocio a aquellos bancos de inversión
especializados en privatizaciones y a gestores de fondos de inversión
especializados en mercados emergentes, o en el caso del sector minero,
subterráneos. (Por cierto, es probable que si lee este post en La Vanguardia vea
al lado una imagen de una mina a cielo abierto y la frase: “El momento
perfecto para invertir en América Latina”. Al menos a mí siempre me
aparece últimamente cuando leo algo sobre América Latina…).
Y como Brasil está “por delante de la curva” en este
proceso de aprovechar la lucha contra la corrupción para abrir el
mercado a la honrada y transparente iniciativa privada, mediante
actuaciones de jueces (y algún militar), merece la pena mirar qué ha
pasado con los dos grandes pilares de la economía dirigida por el Estado
durante la década de gobiernos del Partido los Trabajadores (PT): el
enorme banco de desarrollo BNDES y la petrolera semiestatal Petrobras.
La Vanguardia publicó un artículo sobre la estrategia macroeconómica y el plan de privatización del ministro de Economía brasileño, Paulo Guedes, un Chicago boy que, tras vivir en el Chile de Pinochet, amasó una fortuna multimillonaria como gestor de fondos en el sector financiero.
He aquí algunos datos más concretos sobre el uso de la
corrupción existente o inexistente para eliminar los obstáculos a los
bancos de inversión internacionales o las multinacionales de energía.
Tanto en el BNDES como en Petrobras, las acusaciones de
corrupción han sido decisivas para justificar el desmantelamiento de
esos dos vehículos de la política industrial y la inversión pública del
Partido de los Trabajadores (PT) durante sus años al mando en Brasil.
En el caso de Petrobras, todo el mundo sabe que la
utilización ilegal de ingresos petroleros para financiar partidos
políticos (y en algunos casos enriquecer a políticos corruptos) había
sido una triste realidad histórica en Brasil durante décadas, parte de
un sistema clientelar de la política. Pero Lava Jato, la investigación judicial encabezada por el superjuez y ahora superministro de Bolsonaro, Sergio Moro, con el apoyo del Departamento de Justicia de Estados Unidos,
causó tal descalabro de las acciones de Petrobras y un ambiente tan
hostil que creó las condiciones perfectas para la privatización parcial
ya en marcha. “Propagaron el mito de la quiebra de Petrobras para
justificar la privatización”, dice Felipe Coutinho, presidente de la
Asociación de Ingenieros de Petrobras.
Aunque Petrobras no se ha incluido en el paquete de
privatización presentado por Guedes en Davos el mes pasado, muchos
consideran que la venta masiva de activos de la petrolera es el primer
paso hacia su privatización total.
En contra de todas las investigaciones y auditorías, Bolsonaro insiste en que el BNDES es corrupto
En el caso del BNDES, ni tan siquiera hay indicios de
corrupción. Cuatro investigaciones en el Congreso, otras judiciales y la
auditoría estadounidense Cleary Gottlieb Steen & Hamilton LLP,
realizada a finales de enero, no han encontrado irregularidades. Aunque
varios de sus clientes –básicamente, la multinacional cárnica JBS–
habían creado una red de sobornos, el BNDES no estaba involucrado, según
el informe del auditor norteamericano. “El BNDES es una enorme
burocracia, tal vez poco ágil, pero la burocracia lo protege de la
corrupción”, explica Ricardo Summa, de la Universidad Federal de Rio de
Janeiro.
El BNDES está diezmando su cartera de créditos y vendiendo
tantas acciones de su cartera que muchos creen que el objetivo de
Guedes, a medio plazo, es cerrar el icónico banco creado por el
presidente desarrollista Getulio Vargas en 1952, y que llegó a ser más
grande que el Banco Mundial.
Pese a que no existe ninguna prueba en contra del banco
público, al día siguiente de la publicación de la auditoría, Bolsonaro
afirmó que existe una “caja negra” en el BNDES para esconder las pruebas
de su corrupción. No es de extrañar su insistencia. La corrupción del
BNDES fue uno de los elementos de su programa electoral que dio mejores
resultados para criminalizar al PT.
Pero no es solo el delirante presidente de ultraderecha el
que, en contra de todas las investigaciones y auditorías, insiste en
que el BNDES es corrupto. En Washington, he hablado con economistas de
diferentes instituciones multilaterales y todos tenían muy claro que
BNDES había sido partícipe en la corrupción. Seguramente habían leído The Economist, que criticaba al BNDES por ser demasiado grande ya en 2010, cuando la economía brasileña era la envidia del mundo.
(Dicho sea de paso, será interesante ver cómo The Economist reacciona si el documental Democracia em Vertigem
de Petra Costa gana el Oscar, ya que es una denuncia de las fuerzas
judiciales, políticas y mediáticas que forzaron la destitución de Dilma
Rousseff en 2006. Pocos recuerdan que The Economist justificó el golpe parlamentario contra la presidenta del PT con una portada titulada “Time to go” –es hora de que se vaya– y una foto de Rousseff. Esto fue solo un año y medio después de su reelección).
El nuevo presidente del BNDES, Gustavo Montezano, nombrado
por Bolsonaro hace unos meses, tuvo que enfrentarse a un terrible
dilema. No podía rechazar las conclusiones de la auditoría que él mismo
había encargado, pero negar la existencia de la corrupción sería
contradecir al presidente Bolsonaro. De modo que le salió una
explicación cuando menos original: “Las leyes (…) hacen legales estas
redes de corrupción”. Es decir, que cumplir con la ley no quiere decir
que no hayas sido corrupto.
Los dos presidentes anteriores, ambos nombrados por
Bolsonaro, fueron despedidos tras rechazar enérgicamente las acusaciones
contra el BNDES. Montezano –de 39 años– no quiere ser el próximo en
caer.
El BNDES proporcionaba créditos por debajo del precio de
mercado a grandes empresas, desde Petrobras a Vale, JBS o Embraer. Esto,
obviamente, no es ilegal ni corrupto. Es algo necesario en una economía
en la que apenas hay financiación privada para proyectos a largo plazo y
que tiene también los spreads (márgenes bancarios) mayores del
mundo. Y donde, incluso después de la bajada en picado de los tipos del
Banco Central del 15% al 5% desde el 2017, los bancos privados aún
cobran el 300% por la deuda en una tarjeta de crédito. (No es un
misterio que el Banco Santander obtenga el 30% de sus beneficios
mundiales de la economía brasileña, incluso tras cinco años de cero
crecimiento). Pero lo que hace el BNDES para intentar financiar el
sector productivo no le gusta nada al sector privado.
Es más, el BNDES registraba fuertes plusvalías (ingresos
para el Estado) mediante sus participaciones en el capital en las
empresas que ayudaba a convertir en multinacionales competitivas, desde
la minera Vale a la cárnica JBS, la eléctrica Eletrobras (ya en vías de
privatización) o la misma Petrobras.
Esto tampoco les gustaba a los bancos privados pese a que es el “core business”
de la banca privada de inversión. “La gestión del BNDES ha sido
abusiva; no es malo tener un banco de desarrollo pero uno tan grande
no”, me dijo un analista de Goldman Sachs. Puede ser cierto pero también
es verdad que Goldman es, precisamente, un banco de inversión que
podría verse beneficiado por la desaparición del BNDES.
Es lógico pensar que las falsas acusaciones de corrupción
contra el BNDES tienen el fin de justificar el desmantelamiento del
banco. ¿Por qué? El economista Eric Gil Dantas plantea dos posibles
motivos para el empeño en eliminar el BNDES, pese a su larga historia de
proporcionar crédito en una economía privada de crédito barato en el
sector privado, sobre todo para proyectos estratégicos.
Uno: el sector privado quiere beneficiarse de la venta de
la cartera de participaciones del BNDES. Ya hay indicios de que se
pretendía vender acciones de la cartera a tarifas por debajo del precio
justo y, con el dólar a cuatro reales, los inversores extranjeros
estarán frotándose las manos ante la liquidación de la cartera.
Segundo motivo para Gil Dantas: “La existencia del BNDES
impide que bancos privados como Itaú o Bradesco ganen dinero con
créditos a tipos más altos; el BNDES siempre es un enemigo que debe ser
eliminado”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario