Mientras los líderes políticos siguen aprovechando la crisis
migratoria de venezolanos para culparlos de los problemas que enfrentan
las ciudades del país, el Departamento Administrativo Nacional de
Estadística (DANE) llegó a una conclusión que debería tener eco en todas
las entidades territoriales: “Decir que la población migrante
venezolana está afectando estructuralmente el nivel de la tasa de
desempleo es (una posibilidad) bastante remota en este momento”.
El Gobierno Nacional ha dado un ejemplo que debería ser seguido por
todas las entidades territoriales. La situación de Venezuela no se va a
solucionar pronto y hablar de cerrar fronteras y marginar a los
migrantes, además de ser una postura cruel e inhumana, es una estrategia
ineficiente para enfrentar el problema.
Los migrantes van a seguir llegando y las ciudades deben incluirlos
en sus planes de choque. Por eso, es importante saber que la tasa de
desempleo de la población venezolana que migró recientemente a Colombia
fue de 19,2 %, nueve puntos por encima de la tasa de desempleo nacional
del último año (10,2 %). Hay que tener especial cuidado en Bogotá, donde
la tasa de desempleo de migrantes sube al 21,7 %, y en Cúcuta, donde
llega a un 24,9 %, una ciudad en la que, desde hace varios años, se vive
una crisis económica que ningún gobierno nacional ni local ha logrado
dominar.
Ya sabemos cómo funciona la xenofobia. Ante la falta de empleo, la
respuesta fácil es culpar al recién llegado. Pero las cifras cuentan
otra historia. Por eso, hay que insistir en los proyectos de
integración, no sólo para que los migrantes puedan entrar a la economía
formal (lo que a largo plazo beneficiará a toda la sociedad colombiana),
sino para que la discriminación en su contra no genere problemas de
salud mental y física.
Esta semana se anunció que los niños de venezolanos que estén bajo
custodia del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) podrán
acceder a los servicios de salud pública de Bucaramanga. Es un buen
primer paso, más en una ciudad donde abundan los discursos
antimigración, pero debemos ir más allá. Mientras más rápido
normalicemos la situación de los migrantes, mejor. Podemos pasar a otros
debates más importantes sobre cómo crear sostenibilidad para todos los
ciudadanos del país. Las oportunidades son la clave para un futuro sin
violencia; el rechazo es el germen de una crisis social.
Seguimos ante un reto histórico y la pregunta, en plena época electoral, sigue sin respuesta: ¿vamos a estar a la altura?
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