por Jorge Arreaza
En los medios de comunicación europeos muchos son los titulares,
informaciones, mitos y leyendas sobre Venezuela. En casi todos los
casos, parece haber una orden editorial muy clara: todos los días algo
ha de decirse sobre Venezuela, sobre Nicolás Maduro; en los medios más
conservadores, además, la orden es ser inclementes, no importa cuán
lejana esté la información de la verdad, no importan sus orígenes,
fuentes, ni verificaciones de rigor. Y allí, las armas más arteras son
los sustantivos y adjetivos que configuran en sí mismos la única versión
que quieren ofrecerle a sus usuarios: dictadura, tiranía,
narcotraficantes, carteles, corrupción, sufrimiento, antidemocrático,
indolentes, mafiosos, asesinos, comunistas, y pare usted de contar.
Poco, o nada, se dice en medios europeos sobre la raíz de las
turbulencias políticas y económicas en Venezuela: la evidente pugna
histórica entre la burguesía venezolana, sometida a los intereses de
Washington para retomar el poder de la mayor reserva de petróleo del
planeta, versus la Revolución Bolivariana, que desde hace 20 años se ha
dedicado a reinvertir las riquezas de la industria energética del país
en las necesidades más sentidas de las mayorías y no en los bolsillos de
la antigua plutocracia.
Parecen no preocuparse en Europa por las secuelas inhumanas de las
medidas coercitivas unilaterales que ha impuesto la Administración Trump
contra la sociedad venezolana. Errónea y frecuentemente conocidas como
«sanciones», estas medidas ilegales han supuesto la más grotesca
violación de derechos humanos, con impacto directo en 30 millones de
personas. Su objetivo, impedir o dificultar que el Estado, principal
fuerza económica redistribuidora de renta en el país, pueda hacer uso
del sistema financiero internacional para proveer a los venezolanos de
alimentos, medicinas, productos básicos, garantizar el correcto
mantenimiento de la infraestructura de servicios públicos y privados;
mientras que la otra arista de esta inédita agresión con etiqueta de
terrorismo económico internacional impacta severamente las capacidades
productivas del país, ataca especialmente a la industria petrolera,
fuente principal del ingreso nacional y pretende hacer colapsar la
economía en su conjunto.
Desde Washington han confesado abiertamente que «sus sanciones»
tienen como objetivo someter al pueblo a las circunstancias más crueles,
para que se cumpla con su voluntad intervencionista de cambio de
régimen. Tampoco es común leer en medios y redes corporativas de Europa
que ha sido un sector de la oposición venezolana, actuando cual quinta
columna y al servicio del gobierno norteamericano, el que ha activado
todas las vías ilegales, y hasta criminales: violencia política, intento
de golpe de Estado continuado, violencia paramilitar, intentos de
magnicidio, entrega de activos de la República en el exterior, conato de
gobierno paralelo autoproclamado, solicitud de sanciones y lobby
internacional para garantizar la eficacia de la agresión contra su
propio pueblo. Estos dirigentes opositores suelen más bien recibir un
solidario tratamiento mediático como connotados y victimizados
luchadores por la democracia y la libertad de Venezuela. Cosas veredes,
querido Sancho…
Carlos Vecchio junto a Donald Trump, febrero de 2019 (Foto: La Casa Blanca)
Surgen entonces preguntas necesarias: ¿Los ciudadanos europeos son
informados con imparcialidad sobre Venezuela? ¿Tiene alguna importancia
que pacientes con enfermedades crónicas, en las que el factor tiempo es
determinante, no puedan ser tratados oportunamente por el bloqueo
financiero? ¿Significa algo para esos medios que las medidas o sanciones
genocidas de EEUU vayan dirigidas a las empresas que proveen de
alimentos a Venezuela? ¿Puede ser noticia que la infraestructura de
servicios públicos y hospitalarios se ve afectada por la negativa de las
casas matrices a suministrar partes y piezas, o a cumplir con los
protocolos de mantenimiento? ¿Podría tener repercusión mediática que a
pesar de toda la agresión multiforme, el Estado venezolano no ha
privatizado la salud, la educación, no ha cerrado escuelas,
universidades, no ha dejado de entregar viviendas, de otorgarle
pensiones a los abuelos y ha renovado y tecnificado su robusto sistema
de políticas sociales? Tal vez pueda ser titular de primera página el
robo de 30 mil millones de euros en dinero, oro y activos del Estado
venezolano. Buena parte de esos recursos, por cierto, están bloqueados
en bancos europeos.
¿Se conocen en Europa los centenares de llamados y esfuerzos del
presidente Maduro por la buena salud del diálogo nacional, a pesar de
los ataques y campañas personalizadas contra él y su familia? ¿Acaso en
2017 fue noticia que la elección de la Asamblea Nacional Constituyente
logró detener la violencia política desatada y financiada desde Estados
Unidos durante meses? Es decir, el «dictador» neutralizó la
violencia con democracia y el pueblo le acompañó en ese reto. ¿Existe
interés sincero en el bienestar de los más de 2 millones de europeos y
sus descendientes que viven y trabajan en Venezuela? ¿Se ha destacado la
relación entre la migración económica de venezolanos y las sanciones?
Jamás hemos leído que se refieran en agencias o prensa europea a que, en
un gesto elevado de diplomacia de paz y diálogo, el presidente Maduro
ha aceptado y promovido la permanencia en Venezuela de diplomáticos del
más alto nivel de gobiernos de la Unión Europea que le desconocieron en
febrero como jefe de Estado y gobierno.
Es una verdad del tamaño de una catedral que la agresión inhumana
contra la economía venezolana genera dificultades, sufrimiento e incluso
muerte. Ya son varios los estudios independientes que así lo confirman.
Desde el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, tanto su
Alta Comisionada, como el relator especial sobre el impacto de las
medidas coercitivas unilaterales, han manifestado su preocupación por
las consecuencias devastadoras de esta política estadounidense en el
disfrute y garantía de los derechos humanos. Las amenazas de Donald
Trump con el uso de la fuerza militar contra Venezuela o la reactivación
de vetustos tratados militares regionales para atacar al país, apenas
son reseñados por los medios en Europa.
Los venezolanos y venezolanas queremos paz, estabilidad política,
económica y respeto a nuestros asuntos internos. El éxito de los
procesos de diálogo en marcha se alcanzará en la medida en que cese la
agresión económica, política e informativa, así como las interferencias
directas de algunos gobiernos en asuntos exclusivos del pueblo
venezolano. El Gobierno Bolivariano seguirá adelante, gobernando con el
pueblo y respetando la Constitución. Para desmontar el cerco mediático
que se cierne sobre Venezuela es necesario también que se escuchen
todas las voces.
*Misión Verdad
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