Por Daniel Wizenberg
Investigadores de Survival International, el movimiento global por los
pueblos indígenas, advierten que hay cinco rasgos alarmantes que
comparten Iván Duque y Jair Bolsonaro, presidente de Colombia y Brasil
respectivamente. Se trata de una alerta global: la posibilidad real de
genocidios y la biodiversidad del planeta están en juego.
A partir de varios reportes de Survival, aquí están cinco parecidos entre Iván Duque y Jair Bolsonaro, de los que nadie habla:
Iván Duque fue promovido por el senador y expresidente Álvaro Uribe
de quien varios analistas opinan aún no se ha emancipado para ejercer la
presidencia. Jair Bolsonaro defiende a la última dictadura militar.
Durante las presidencias de Uribe (2002-2010) centenares de líderes
sociales indígenas fueron asesinados, 32 pueblos de menos de 500
personas fueron casi exterminados y unos 74.000 indígenas desplazados.
La dictadura militar brasileña que gobernó entre 1964 y 1985 fomentó
la colonización de territorios ancestrales, dilapidó recursos naturales,
armó campos de concentración de pueblos indígenas y asesinó al menos
8.000 personas indígenas.
2- Evitan el diálogo con indígenas y los acusan de terroristas
Al estilo Trump, Uribe –padre político de Duque– suele despacharse
con tweets en los que escribe frases como “la minga se apoya en el
terrorismo” o reproduce artículos con títulos como “los indígenas
pretenden gobernarnos”. El consejero mayor de la Organización Nacional
Indígena de Colombia (ONIC), Luis Fernando Arias, le contestó:
“responsabilizamos al senador Uribe de lo que pueda pasar con cualquier
dirigente de la minga”.
A principio de año, Bolsonaro había tuiteado que “los indígenas
descienden de los esclavos” y en el pasado declaró: “Es una vergüenza
que la caballería brasileña no fuera tan eficaz como los
estadounidenses, que exterminaron a sus indios”.
No solo en las redes sociales se da este juego: como en Brasil, en
Colombia se apela a las fake news para estigmatizar la protesta indígena
con fotos trucadas o antiguas que acusan a grupos indígenas de
manipular armas.
El contexto que demoniza a los indígenas permite a los gobiernos
evitar el diálogo directo. Bolsonaro no escucha las protestas indígenas
en Brasilia y los reprime. Duque, tras un mes de protestas y huelgas
nacionales, viajó al Cauca, en el sur del país, para reunirse con la
Minga, un masivo colectivo nacional de organizaciones indígenas
encabezada por la ONIC. Pero a último momento volvió a subirse a su
avión y regresó a Bogotá con el argumento de que si se quedaba corría el
riesgo de sufrir un atentado.
En un comunicado, el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) le
respondió: “aquí no hay terroristas, no hay delincuentes; aquí hay un
pueblo digno que esperó dar un diálogo sobre temas que nos preocupan,
como es el tema de la tierra y los riesgos al territorio, el tema de la
vida.”
3- La diferencia entre lo que dicen defender y lo que defienden
Hace algunas semanas Uribe llamó en vivo en medio de un mitin en
Manizales a la directora de la Agencia Nacional de Tierras, Myriam
Martínez, y le ordenó: “los indígenas atropellaron a mucho pequeño
propietario (…) con la confianza que a usted se le tiene…por eso la
llamamos, que los indígenas dejen de desalojar”.
“De acuerdo, presidente”, respondió Martínez antes de pedirle:
“¿usted me da dos minutos fuera del micrófono?”. Martínez recibió a los
pequeños terratenientes días después.
Tanto Martínez como Andrés Augusto Castro Forero, director de la
Unidad de Restitución de Tierras (creada en el marco de los Acuerdos de
Paz entre el Estado y las Farc), antes formaron parte de la Federación
Nacional de Cultivadores de Palma de Aceite.
El aceite de palma no solamente tiene efectos potenciales sobre la
salud, sino que su producción es, según denunció Greenpeace en países
como Indonesia, Sumatra o Malasia, una de las principales causas de
deforestación en el planeta.
Los resguardos son una institución constitucional, ratificada varias
veces por la Justicia colombiana, que reconoce determinados territorios
como propiedad colectiva de las comunidades indígenas.
A veces surgen conflictos con otros reclamos de propiedad: campesinos
que habían sido estafados con títulos falsos o que los adquirieron en
medio de limbos legales o que se los apropiaron en medio de un episodio
armado. O simplemente jamás firmaron un título: en Colombia siete de
cada diez familias rurales no tienen escrituras públicas que las
acrediten como propietarias de sus predios.
Uribe y la Agencia Nacional de Tierras toman partido por quienes
llaman “víctimas de los indígenas” y a quienes engloban en la categoría
de “pequeños terratenientes y campesinos”.
Bolsonaro también dice defender a los pequeños terratenientes; en su
nombre promete darles armas y “ni un centímetro más de reservas” para
los indígenas. Quiere “revisar” y reducir los territorios que ya están
demarcados y que la agroindustria arriende los territorios indígenas con
fines de lucro a pesar de que esto está prohibido por la Constitución.
En el fondo hay un modelo económico extractivista y de ampliación de
la frontera agrícola que piensa que las reservas indígenas son
improductivas.
Bolsonaro, por ejemplo, quiere “hacer producir” niobio, oro, estaño,
cobre y diamantes a los territórios indígenas Yanomami y Raposa Serra do
Sol, al norte del país: más de 11 millones de hectáreas (70 veces la
ciudad de Sao Paulo) , en las que viven aproximadamente 34.000 personas
de seis etnias.
4- Ponen en riesgo a los pueblos no contactados
No solo son los 63 indígenas asesinados desde que Duque gobierna (en
el contexto de una guerra tras los acuerdos de paz que lleva cerca de
500 líderes sociales asesinados). En Brasil son al menos 14 territorios
indígenas los que están siendo atacados en la actualidad o los 24
indígenas asesinados en disputas de tierra según el Episcopado de la
Iglesia Católica.
Bajo el gobierno de Iván Duque peligran pueblos como los nukak, así
como bajo el de Bolsonaro peligran los kahawivas y todos los otros
pueblos no contactados.
La Amazonia brasileña es el hogar del mayor número de pueblos
indígenas no contactados del planeta. Según la Fundación Nacional del
Indio (FUNAI) se piensa que hay al menos 100 grupos de indígenas
aislados del lado brasileño. El pueblo kawahiva habita en una de las
zonas más violentas de Brasil, donde las tasas de deforestación ilegal
son las más elevadas a nivel nacional.
El primer día que asumió, Bolsonaro aprobó un decreto que, opina
Ernesto Londoño en The New York Times, “asigna la responsabilidad de
certificar la protección de los territorios indígenas al Ministerio de
Agricultura, que tradicionalmente ha defendido los intereses de las
industrias que quieren un mayor acceso a esas tierras”.
Los nukaks son una de las tribus más amenazadas del planeta y el
último pueblo indígena de Colombia con el que se ha forzado el contacto.
Según la ONIC, “los nukaks corren un riesgo inminente de extinción”.
El director de Survival, Stephen Corry, afirma que “desde su contacto
a finales de los 80, los nukaks han visto morir a la mitad de su
pueblo. Han sido devastados por enfermedades transmitidas por misioneros
evangelistas y otros invasores de sus tierras y han sufrido en sus
carnes la violencia atroz del conflicto armado colombiano”.
Para la antropóloga e investigadora de Survival Fiore Longo: “Los
pueblos indígenas no contactados son pueblos tribales que no mantienen
un contacto pacífico con el mundo exterior. Es su decisión.”
Sabemos muy poco de ellos, pero sí sabemos que cuentan con un vasto
conocimiento botánico y zoológico, y una comprensión única de lo que es
una vida sostenible. Para Longo “hay evidencias irrefutables de que los
territorios indígenas son la mejor barrera contra la deforestación,
especialmente en la selva amazónica”.
Los pueblos indígenas no contactados son los más vulnerables del
planeta y se enfrentan a una catástrofe si sus tierras no son
protegidas.
5- Ponen en riesgo el Amazonas y el medio ambiente
El pulmón del mundo está en peligro mientras gobiernen Duque, Uribe y
Bolsonaro. Como escribió la investigadora de Survival Fiona Watson,
entre los proyectos en marcha de Bolsonaro hay “una presa en el río
Trombetas, un puente sobre el río Amazonas y una prolongación de la
carretera de 500 kilómetros que cruzará la selva tropical desde el río
Amazonas hasta la frontera con Surinam”. Bolsonaro, según dijo en un
video en Facebook el 17 de abril, quiere que el Amazonas “sea explotado
en una forma razonable”.
En Colombia, la Corte Suprema instó al poder ejecutivo en 2018 a
“formular un plan de acción de corto, mediano y largo plazo para
contrarrestar la deforestación en la Amazonia” en el que, en una medida
de vanguardia jurídica en el mundo, le otorga derechos al ecosistema: a
los 48 millones de hectáreas de la Amazonia colombiana. En el sitio
Infoamazonía, coordinado por Amazon Conservation Team, Dejusticia y El
Espectador, afirman que Duque no ha dado los pasos requeridos para
cumplir la sentencia.
Higinio Obispo González, un consejero de la ONIC en el Chocó y parte
del pueblo Emberá, piensa que el Gobierno colombiano tiene la decisión
política de no hacer lo suficiente: “no quiere garantizarles la vida a
nuestros pobladores”.
Lo dijo tras el asesinato el 12 de abril último de un miembro de su
comunidad, Aquileo Macheche. Los Emberá están en el medio de una disputa
entre la guerrilla del Eln y las Autodefensas Gaitanistas.
Según las propias Naciones Unidas, el proceso de paz en Colombia se
encuentra en una coyuntura crítica. Frente a este panorama una de las
propuestas de Survival para defender a los movimientos indígenas es
presionar a los gobiernos de Duque y Bolsonaro. Stephen Corry, director
de la organización, afirma que luchan desde hace 50 años “para que se
respeten plenamente los derechos de los pueblos indígenas y se defiendan
sus vidas y sus tierras, por la protección de los territorios más
biodiversos y por la salud de nuestro planeta”.
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