miércoles, 1 de abril de 2020

Desde la hamaca: Aptitud en tiempo de pandemia

Por Jose Salvador

Una vez dicho a mi madre que no saliera de casa y que yo me encargaría de hacerles los mandados deseados para evitar algún mal. De regreso del mercado en un autobús todo choreto y apenas a dos kilómetros de mi hogar la pobre maquinaria cedió por el estallido de un caucho. Yo, en otra ocasión hubiera hecho un jolgorio con lo sucedido y con la imagen del chófer haría otra fiesta. Sin embargo, me dio este vez por pararme en la puerta del cacharro y decirle a los pasajeros que ninguno tenía el derecho de bajarse sin pagarle primero al conductor, además si alguien tenía algún conocido para ayudar a este señor que en momentos de dificultades brinda apoyo (y su día a día también), sería de mucho beneficio para este colega mío en la pobreza. Bien, ¿Por qué tomé aptitud? ¿Qué está generando la pandemia en las personas? ¿Seremos los mismos después de esto?


Siento la necesidad de pensar en la re-significación del ser ciudadano que se encuentra imbuido en una sociedad democráticamente capitalista. Y cuando digo democracia me refiero en la exigencia al Estado más presencia en las cosas. Pero una presencia que se traduzca en la acciones empoderadas de las personas que hacemos vidas en las comunidades. Es decir, re-significar la democracia para el combate en las acciones de la práctica pública. Re-significar también que la política esté por encima de la economía. Así como tuve la obligación de exigirle a los pasajeros, también tengo la obligación de exigirle y de exigirme para la participación ciudadana.

En tal sentido, me asusta una sociedad que por un lado necesita prevenir y necesita esta cuarentena, y necesitamos que ningún guevón o ninguna guevona salga de su casa a solo hacer estupideces y ponga en riesgo a todo el mundo. Pero me preocupa mucho más que se vuelva sentido común la obligación policíaca para que las personas puedan hacer caso a las ordenanzas establecidas. Que sin la presencia de un guardia nacional yo no hago caso ¡Por favor! A este nivel la educación familiar, comunal y escolar deben jugar un papel muy pero muy importante.

En términos societal, lo que estamos atravesando pone en evidencia nuestro carácter finito. Lo limitado que somos. La omnipotencia de lo antropocéntrico se va a la mierda de un solo coñazo. La idea del individuo colapsa. No podemos seguir hablando de individuo como fundamento último del orden social, porque cuando viene un virus de los arrechos como este, nos destrona como si nada. Sin embargo, así cuando Paulo Freire decía: “Nadie educa a nadie —nadie se educa a sí mismo—, los hombres se educan entre sí con la mediación del mundo”. Así también podría decirse que nadie puede solo salvarse de esto, o sea, la organización colectiva cobra mayor fuerza para estar vivos y vivas.

Ahora bien, en términos existenciales, recordemos a Hamlet de “Chequespeare”: “El tiempo esta fuera de quicio; oh, rencor maldito...El tiempo está fuera de quicio. ¡Maldita suerte que haya nacido yo para ajustarlo!". El tiempo está desencajado, no está descuadrado. Desde algunos años el tiempo es un ir y venir que en materia laboral está invadido por una ociosidad impuesta por distintos factores (externos e internos) en nuestra cotidianidad ontológica. Me parece que cambió mi percepción del tiempo, es decir, ya no uso “despertador” para abrazarme a la enajenación habitual, donde tenía relojeado hasta el tiempo en que me iba al baño en este teatro-mundo de montaje como si me ser fuera una pieza más de una línea de producción ¿Vendrá otros tiempos diferentes que me obliguen a accionar desde la introspección hacia nuevas oportunidades eco-sociales? ¿Será esta la oportunidad para desalambrar todo a fondo? ¿En teoría del caos, después del colapso vendrán mejores momentos? Se trata pues de tiempos extremos. Para enfrentar la pandemia generada por el Covid-19 las aulas están cerradas...¿habrá que reinventar nuevas formas de cómo enseñar y cómo aprender? ¿tengo derecho a asustarme por el analfabetismo tecnológico?

#QuédateEnCasa. Este ha sido uno de los hashtag, etiqueta o frase más utilizados en las últimas semanas, empero, creo que hay algo de falacia en esa orden. Ojo, todos y todas tenemos política y jurídicamente que quedarnos en casa. Eso no tiene discusión. Pero llamar a un aislamiento social implica un fraude en términos material porque tal categoría supone una especie de igualitarismo formal donde todos tenemos por igual quedarnos en casa. Ese tema, en mi caso, no genera igualdad. Porque mi casa ante la de Daniel Ricciardo, por ejemplo, esta más descompesada. Por lo tanto el Estado tiene que promover grandes esfuerzos para que las condiciones materiales y de servicios la haga lo más igualitaria posible. Porque no es igual, en lo material, “cuarentear” Lorenzo Mendoza que Jose Salvadorr ¡Que vaaaaaaaa!

Ahora bien, me llama arrechamente la atención los comentarios del filósofo surcoreano Byung-Chul Han cuando señala que “el virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia.” Coño, son palabras pesimistas pero que hay que reconocer su realidad. Sé que no son tiempos sencillos, pero en todo caso, yo veo algo positivo en todo esto: salir transformado. Como lo expresé al inicio, qué fue lo que me llevo a actuar de esa manera en el autobús.

De allí la razón ética del único ser vivo que teniendo conciencia por la vida, la puede suprimir o la puede glorificar. Entonce, ¿cuál razón ética nos lleva al camino del suicidio colectivo? Porque como actores principales no se tiene conciencia de los efectos negativos de nuestros actos, porque cuando acontece algún suceso negativo, las personas se preguntan ¿qué lo hará? ¡Yo no! Ya Evita Duarte de Perón lo decía: “El hombre que tenía amor se ha convertido en el hombre indiferente, y el hombre que creaba se ha transformado en el hombre que destruye”. Y Leonardo Boff de manera lacerante se pregunta: “¿el ser humano, Satán de la Tierra?”Allí el misterio de la vida...su ética…su extinción o su salvación.

Finalmente, parafraseando al quinto evangelio: Proclamación del Cristo del Corcovado. “Bienaventuradas nosotros y nosotras, hombres y mujeres del pueblo, que resistimos contra la opresión milenaria, que conquistamos espacios de participación y de libertad y que estamos luchando por una sociedad más justa. Una sociedad en la que hombres y mujeres, juntos, diferentes, recíprocos e iguales inauguramos la alianza perenne del compartir, del amor y de la corresponsabilidad para hacer un planeta más hermoso.”

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