por Nora Merlin
En la era del
semiocapitalismo neoliberal, la reconstrucción de los lazos sociales se
convierte en una forma de resistencia y una tarea principal. Tal vez
constituya el desafío político más difícil.
Jean Baudrillard, en « Cultura y simulacro »,
recuerda un cuento de Borges sobre un mapa tan detallado, que implicaba
una exacta correspondencia biunívoca con el territorio. Basándose en
esa historia, señala que en la postmodernidad se ha borrado la
diferencia entre mapa y territorio, siendo imposible distinguirlos ; más
bien el territorio ha dejado de existir y sólo quedó el mapa o el
modelo virtual, simulacros que suplantan la realidad. Afirma Baudrillard
que con la virtualidad entramos en la era de la liquidación de lo real,
la referencia y la exterminación del otro.
Bifo Berardi, continuando las huellas de Baudrillard, describe en « Fenomenología del fin » [1]
al neoliberalismo como semiocapitalismo, un modo de producción en el
cual la acumulación de capital se hace esencialmente por medio de la
acumulación de signos : bienes inmateriales. Se trata de una semiología
de la simulación basada en el fin de la referencia ; el signo
linguístico se ha emancipado plenamente y esa abstracción se desplazó
hacia la ciencia, la política, el arte, las comunicaciones y todo el
sistema de intercambios.
El neoliberalismo, un capitalismo que
ya no es industrial sino financiero, constituye el punto más avanzado
de la virtualización financiera : el dinero se puede transformar en más
dinero salteándose la producción de bienes útiles. El
semiocapitalismo se basa en la desterritorialidad de la producción, el
intercambio virtual y la explotación del alma como fuerza productiva.
A partir de esa organización, las corporaciones globales ganaron
absoluta libertad al poder mover fácilmente de un lugar a otro sus
activos inmateriales, en un mundo en el que los automatismos financieros
reemplazaron la decisión política y los Estados perdieron efectividad,
multiplicándose la miseria, la precariedad y el desempleo. El
absolutismo capitalista no regulado afirma su derecho a ejercer un
control irrestricto sobre nuestras vidas, mientras una epidemia de
angustia se propaga por el planeta.
En una cultura global
transformada en un totalitarismo de la virtualidad juega su partida la
posverdad : todo puede ser dicho y convertido en verdad irrefutable.
Los mensajes no valen por su interpretación o relación con la verdad,
sino por el pragmatismo o efectividad de signos vacíos que impactan de
lleno en la dimensión afectiva. Constatamos una subjetividad
debilitada en el recurso al pensamiento, viviendo en el tiempo ansioso
del zapping y la urgencia, que se maneja fundamentalmente por impulsos.
La semiotización neoliberal,
con predominio del intercambio de signos virtuales en nombre del
progreso, implica la sustracción del cuerpo, lo que constituye una de
las consecuencias más inquietantes que la humanidad pueda conocer. Si
no se percibe el cuerpo, el grito, la angustia o el sufrimiento del
otro, hay solo un paso hacia la indiferencia social, el máximo
individualismo y la destrucción de la comunidad real. Un cuerpo social
de carne y hueso afectado en el intercambio social es la condición
fundamental para la politización, la construcción del pueblo y la
emancipación.
¿Qué hacer ?
Al final de su obra, Berardi expresa
de manera enigmática que solo Malinche puede responder estas preguntas.
La Malinche, una de las veinte mujeres esclavas dadas a los españoles en
1519 por los habitantes de Tabasco, sirvió de intérprete a Hernán
Cortés, se convirtió en su concubina y dio a luz uno de los primeros
mestizos. Este acto fue interpretado de diversas maneras : traidora,
víctima o madre simbólica de la nueva cultura mestiza. Sin descartar
ninguna de las tres lecturas, bien o mal, Malinche se abrió a la lengua
del otro incomprensible.
Asumiendo las transformaciones
semióticas, imposibles de ser frenadas, se trata de apostar a la
posibilidad de enfrentar esta forma contemporánea de dominación.
Retomando el mito del mestizaje, habrá que incluir y mezclar los cuerpos
junto a las nuevas tecnologías. En lugar de la disyunción que el
sistema de intercambios neoliberal plantea entre cuerpo y virtualidad,
será necesario multiplicar espacios de producción cultural y
participación en los que puedan circular pensamientos, afectos y
cuerpos : centros culturales, comunicación alternativa, radios libres,
blogs, canales de Youtube, etc. Habrá que reorganizar el espacio común
ensayando formas de vida independientes del dominio del capital.
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