Es la figura clave para entender el cine europeo. El director más
reivindicativo de los que hoy están en activo. El único capaz de
agradecer la Palma de Oro en Cannes a los trabajadores del festival o cenar un trozo de pizza en cualquier bar barato alejado del glamour de premios y festivales. Ken Loach tiene
contradicciones, como todos, pero es la persona más consecuente dentro
de la industria del cine. En sus cincuenta años de carrera, que comenzó
con Cathy come home, todas sus películas han servido para poner ante los espectadores los problemas a los que se enfrenta la clase obrera.
Lleva cincuenta años haciendo películas y retratando a la
clase obrera británica. Si comparamos su primer trabajo con el último,
no parece que haya mucho progreso, ¿Qué ha cambiado?
Sí que ha habido muchos cambios, pero la esencia sigue siendo la
misma, y es que la vida de la gente está determinada por sus
circunstancias económicas. Las elecciones que pueden hacer cuando son
jóvenes dependen de la familia en la que han nacido, de su clase social y
todas las posibilidades que puedan tener van a estar determinadas por
ese estatus. Algunos han tenido mucho éxito, han ganado mucho dinero,
pero la mayoría de la gente no, y debemos tratar de contar las historias
de esa mayoría
¿Se ha acabado el Estado del bienestar?
Cuando empezamos tenías la posibilidad de tener un trabajo para toda
la vida, tener una familia, tener una casa, tus hijos tenían una
educación, si te ponías malo tenías médico, si envejecías tenías una
pensión. No eras rico, pero tenías una estabilidad, ahora esa
estabilidad, esa seguridad, se ha desvanecido. La comunidad está
fracturada, los trabajos no duran más de seis meses, los trabajadores de
la clase media están más o menos igual, están inseguros. El nivel de
vida ha bajado. En general, las opciones que tenemos son peores. Pero el
gran cambio es que la seguridad ha sido sustituida por inseguridad,
creo que ese es el gran cambio.
¿Qué ha pasado? ¿Por qué ha cambiado tanto todo?
Crecí en los 40 y 50 cuando la conciencia de la gente era trabajar
por el bien común. Eso ya no está, se fue cuando llegó Margaret Tatchert
e impuso la conciencia neoliberal en toda Europa. Ahora lo que prima es
mirar por uno mismo, pensar que estás solo, que tienes que cuidar de
ti. o pensar en los demás como competidores, enemigos, pensar qué lo
puedes hacer mejor que ellos. Cuando crecí todos estábamos juntos, ahora
prima el individualismo. Eso es el gran problema.
¿Por qué le cuesta tanto al cine retratar eso? ¿Es un arte plenamente burgués?
La mayoría de las películas cuestan mucho y necesitan inversiones de
burgueses, y acaban contando sus historias, de los burgueses. Aunque
intenten que los personajes no sean burgueses, la mirada es burguesa.
Retratan a los trabajadores, víctimas, que se merecen la pobreza,
débiles. A la gente no le gustan las películas sobre sí mismo, prefieren
ver a ricos. Personajes ricos de los que no sabes de dónde han sacado
el dinero. Prefieren eso porque no hay culpables, no hay problemas. Ese
es el primer problema, y luego los directores tienen que darse cuenta de
que la industria tiene que adaptarse al mundo. Nosotros tenemos suerte
porque hacemos cine desde nuestro rincón y no hacemos películas sobre lo
individual, porque creemos que para hacer una película tiene que haber
un interés común. Eso es bastante radical, porque es todo el mundo
trabajando por lo mismo y con el individualismo pasa lo contrario, la
gente lucha por su propio beneficio.
Pero usted es de los pocos directores que no se ha acomodado,
sigue captando cada desafío a los que la gente se enfrente. Lo último
la uberización del trabajo en su retrato de Amazon en Sorry we miss you, ¿Cómo se hace para seguir lo que pasa en la calle?
El secreto está en escribir con escritores, yo trabajo desde hace más de 25 años con Paul Laverty, somos
como una pareja, y la película es más suya que mía. El secreto es que
esos escritores con los que he trabajado son muy talentosos. Hablamos de
la historia primero, pero ellos crean a los personajes, las historias,
todo. Pero es que no hay elección, no es indulgencia, tienes que ser
consciente de cómo la gente vive. Eso es maravilloso, es lo más
emocionante de hacer una película, tratar de retratar la vida los
trabajos, las casas de la gente, las vidas normales y llevarlas a la
pantalla con la mayor verdad posible.
¿Le ha perjudicado la etiqueta de cine social?
No ha sido de mucha ayuda para ser sincero, desearía que la gente
fuera al cine y se sorprendiera con apelícula, y parece que con eso
dices que es aburrida, y puede ser triste, divertida, o muchas cosas…
Así que no ha ayudado. Pero el problema es que el cine se está
cultivando para satisfacer expectativas cada vez más estrechas, solo ver
cosas de otro mundo, extraordinario, superhéroes, efectos CGI. El cine
ha tenido muchas tradiciones como retratar el mundo en el que vivimos, o
la comedia, y esas tradiciones las están destrozando. Si vas a una
biblioteca y solo hubiera ciencia ficción dirías que no es una buena
librería, es una cuestión de diversidad.
Se cumplen 25 años del rodaje de Tierra y libertad, su película sobre la Guerra Civil española, ¿Qué recuerdos tiene de aquello?
Fue una experiencia extraordinaria, por muchas razones, primero
porque estábamos totalmente asustados por lo que estábamos haciendo.
Estábamos en las calles de Barcelona con los productores pensando todo
el rato en la estupidez que estábamos haciendo. No hablaba español,
nadie quería hablar de la Guerra Civil… Pero cuando preguntabas te
contaban historias, historias muy personales, era importante. Conocimos a
mucha gente, y el guionista, que era un obrero inglés, pero muy
político, que se había leído todo sobre la guerra, decidió que el punto
de vista que era la división de la izquierda, esa competición por las
ideas y una vez decidimos eso fuimos para adelante.
Conocimos a gente maravillosa, un hombre Juan Rocabell, que quería
que rodáramos en Cataluña y Aragón. Había vivido en Francia durante el
franquismo y nos contó o la historia que cierra la película. Cuando
filmamos eso fue una de las cosas más maravillosas que pasaron, porque
le cayeron las lágrimas por sus mejillas, estábamos muy emocionados. De
todas las que he hecho, creo que es la más maravillosa.
¿Y qué le parece que Franco siga en el mismo sitio todavía? ¿O qué les diría a los que dicen que la Guerra Civil es el pasado?
Lo primero es que la historia es contemporánea, esto pasa porque los
asuntos no mueren. Esto va de cómo interpretas la Guerra civil y la
dictadura, ese es el problema. Y este asunto habla de nuestra política
actual no es una cosa solo del pasado. Sirve para entender el fascismo y
comprender cómo funciona y para saber por qué la clase más alta lo
apoya cuando se siente amenazada. Los hombres de negocios apoyaron a
Hitler, financiaron el nazismo. Por eso, para entenderlo hay que saber
que defendió la propiedad de los más ricos, cuando se veían amenazados,
cuando pensaban que los procesos democráticos podían funcionar. Entender
cómo funciona el fascismo es algo que nos sirve hoy, porque vemos que
funciona de la misma manera. Cuando el sistema económico falla, como
pasa ahora, se culpa a los inmigrantes, a las personas de color, a los
pobres y dicen eso de que hay que bajar los impuestos a los ricos para
que creen empresas. Es el mismo programa, el mismo. Si entendemos lo que
es el fascismo podremos enterrar de una vez a Franco.
Sigue en plena forma, ¿eso quiere decir que no se retira? Ya dijo que lo dejaba y volvió…
Lo dije rodando en el oeste de Irlanda, en un clima muy húmedo. Tenía
los pies húmedos, estábamos hundiéndonos en el barro y pensé que no
podía hacer esto más. Pero terminé la película y vi que la vida no era
tan mala y me seque y me dije ‘puedes hacer una más’. Esto es como el
fútbol, hay que ir partido a partido, no prometo más que la siguiente.
Así que no sé si haré otra, es la respuesta más breve a eso.
En su discurso en Cannes, cuando ganó con Yo, Daniel Blake,
dijo que ese festival era necesario para el futuro del cine, ¿qué opina
del surgimiento de las plataformas y del nuevo momento que vive el
cine?
Soy bastante mayor ya, y creo que el cine funciona mejor cuando ves
las películas con gente, cuando tienes una experiencia común, nos reímos
juntos, nos tocamos, hay una respuesta común. Eso es enriquecedor, más
fuerte que sentarte en casa solo y verlo en un portátil. Sientes que
entras en la película, en casa no hay nadie con quien compartir. Pero
bueno, es que no tengo ni ordenador.
Fuente: Cadena Ser
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