Por Clodovaldo Hernandez
Sin
pretender descubrir nada nuevo, solo con ese ánimo de hacer balances
que siempre se apodera de nosotros en los fines de año y en los cierres
de ciclo, digamos hoy (día electoral, para más señas) que esa gran pela
de la que todo el mundo habla, esa que estamos resistiendo estoicamente,
viene de dos correas: los enemigos externos que están resueltos a
doblegarnos por hambre y enfermedad; y los enemigos internos, a quienes
podemos reunir bajo el rótulo de la corrupción moral endógena.
Para argumentar este planteamiento me
valdré de las revelaciones que hiciera recientemente el director del
Hospital Clínico Universitario de Caracas, Fernando Alvarado, un
cirujano cardiovascular que mostró, a corazón abierto, cómo estos dos
factores nos afectan de manera simultánea y pavorosamente orquestada.
Correa 1: el bloqueo
Sobre los efectos del criminal bloqueo financiero que se ejerce contra Venezuela, Alvarado (en entrevista para LaIguana.TV)
fue tajante: el país quiere comprar equipos, insumos y medicinas
imprescindibles para tratar a pacientes de las más diversas patologías, y
no puede hacerlo, aun teniendo el dinero disponible.
Relató lo duro que es ver a los
pacientes y sus familiares clamar por una intervención quirúrgica o un
tratamiento que no puede realizarse porque falta algún equipo, material o
fármaco, no porque el país carezca de los recursos económicos o de la
voluntad política para invertirlos en la salud de la población, sino
porque ciertos gobernantes de otras naciones resolvieron que Venezuela,
mientras tenga su actual gobierno, no puede comprarlos.
Las personas que tenemos alguna
figuración pública (en mi caso, debido al ejercicio del periodismo),
podemos hacernos una idea de esas presiones que experimentan los médicos
en los centros de salud, pues algunas allegados también acuden a
nosotros, en la creencia de que tenemos contactos capaces de conseguir
los insumos o medicamentos tan necesarios. Pero la mayor parte de las
veces ni siquiera los mejores contactos tienen la posibilidad de
conseguir algo que, sencillamente, está agotado.
Esta dramática situación es la verdadera
cara de las ilegales e inmorales represalias aplicadas por Estados
Unidos y la Unión Europea, las mal llamadas sanciones, que se traducen
en muerte y empeoramiento de las enfermedades, para solamente hablar del
campo de la salud. Esa es la realidad que han acelerado ciertos
personajes de la política local que van por el mundo reclamando más
“sanciones”, vale decir, más sufrimientos para los enfermos y sus
parientes, aunque ellos mismos y sus seres queridos están a buen
resguardo en caso de alguna contrariedad de salud.
Correa 2: la corrupción
Siguiendo con el caso del Hospital
Clínico Universitario, el director reveló varios detalles que hablan de
un cuadro interno en el que predomina un permanente ánimo de saqueo.
Explicó que no tan pronto se ha colocado un bombillo o el repuesto de un
sanitario cuando ya han sido robados. Bienes más grandes como
compresores de aire acondicionado y equipos médicos también “se pierden”
velozmente. Muchos de los que han sido sorprendidos in fraganti son
parte del personal del hospital.
Esta situación es el reflejo inequívoco
de la corrupción moral endógena. Y aunque esta palabra (endógeno) tiene
una impronta claramente revolucionaria, no se trata solo de corruptos
chavistas, sino de personas de diversos sectores políticos (o de
ninguno) que han caído en el modo “sálvese quien pueda” y, por tanto,
son capaces de robarse las pocetas de un servicio de Gastroenterología,
obligando a cerrarlo por motivos más que obvios.
Esos empleados (de todos los niveles,
civiles o militares, con o sin título universitario) que desvalijan su
propio hospital para sacar provecho personal son el equivalente interno
del bloqueo, de las represalias y las “sanciones” gringas y europeas.
Son la otra correa que no deja de azotarnos en esta pela que nos tiene
–para decirlo en argot médico- en terapia intensiva.
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